Macho machito, una expresión que le escuché a Henry Murraín de Corpovisonarios en diciembre de 2015 mientras presentaba la encuesta de Cultura Ciudadana. Se refería a ese maldito modelo de ‘masculinidad’ que nos han impuesto: el que más incumple la ley, el que hace trampa, el que no habla, sino que le pega un golpe al otro para acabar de una vez con cualquier discusión, el más vivo. Pelo corto, ojalá con barba (mínimo bigote), que le gusten las mujeres (todas), mujeriego, bebedor… la lista de chequeo es larga, como los males que ha traído.
Nos estalló en la cara la “comunidad del anillo”, y no nos hemos dado cuenta, no porque no sea un tema importante, sino porque involucra a hombres miembros de nuestra institución policial, a quienes les exigimos sean -macho(s) machito(s)-.
Ya perdí la cuenta de cuántas veces he escuchado el relato del Capitán Ányelo Palacios Montero, a quien el Procurador Ordóñez mencionó el día de ayer cuando comunicó la apertura de investigación disciplinaria formal contra el señor general Rodolfo Palomino. Me siento tan indigno, me siento tan enojado de no poder hacer nada para defenderlo. Abusado sexualmente, centro de las burlas de sus compañeros, perseguido por el poder, muerto de miedo por ser despedido de la Policía o desaparecido por hacer escándalos. Perdí la cuenta de cuántas veces los señalados han negado cualquier vinculo con ese “escándalo”, perdí la cuenta de cuántas veces los macho machito se protegen con la arrogancia, el poder de la intimidación verbal, económica o con seguimientos en carros de la Policía comprados y sostenidos con nuestros impuestos.
“No soy homosexual, soy buena persona” asegura el coronel (r) Castellanos, a quien señala el Capitán Palacios de haberlo abusado, como si el problema fuera ser o no homosexual, como si ese fuera un mal que convierte a las “buenas personas” en perversos violadores.
Carlos Ferro, exsenador de la República, quien ostentaba el cargo de viceministro del interior renunció ayer, la razón para proteger un poco al macho machito es un cambio que se había pensado antes, no que posiblemente hacía parte de este -chisme- (ese fue el término que utilizó el presidente Santos para referirse al tema) que abochorna a los macho machito.
Cinco oficiales activos de la Policía confirmaron la existencia de la comunidad del anillo, según revela LaFM:
“El mayor Torres Orjuela Wilmer me presentó en la plazoleta de comidas de la escuela al coronel Castellanos. Él frecuentaba mucho la escuela y se le veía siempre acompañado de cadetes. Teníamos conocimiento que el coronel trabajaba en el Congreso y tenía buenas relaciones públicas y denotaba tener bastante poder institucional…” Capitán Andrés Felipe Cortés
“Me sentí presionado por el coronel por el ofrecimiento que él me hizo, por el dinero, porque se estaba aprovechando de su jerarquía y el puesto que ostentaba en la institución para conseguir lo que quería. El curso de nosotros quedó estigmatizado, tanto así que a uno le preguntan de qué curso es y dicen: ‘usted es de la comunidad del anillo’”. Capitán Jayson Andrés Arboleda
“Al principio no imaginamos que las invitaciones tuvieran una mala intención, más que de un superior buena gente, después llegan invitaciones a tomar o almorzar y eso empezó a ser raro. Empezó a llamar insistentemente, si no contestaba, llamaba a otro compañero para que me pasara”. Capitán John Fredy Cifuentes
“El coronel llegaba y se sentaba en la cafetería de la escuela con algún otro oficial de planta a mirar a los cadetes y a los alféreces, a ver cuál le gustaba. Así lo llamaba y le entablaba conversación. Imagínese que eran más de mil estudiantes a cuántos llamaría, obviamente yo fui uno de esos que llamó en ese momento, pero no sabía y desconocía sus intenciones”. Capitán Mauricio Vélez
“El coronel Castellanos realizaba ofrecimientos económicos o regalos para que alguno de nosotros tuviera relaciones sexuales con él, de igual manera se nos hacía extraño el por qué nos daba dinero o nos regalaba cosas”. Capitán Cristian Marín
He leído muchas mofas respecto a esta denuncia, se refieren a lo “locas” que son esos policías, otros señalan a la institución como repleta de “flores”, se atreven a señalar a los abusados como culpables por haber accedido en alguna medida a las invitaciones, sin tener en la cuenta lo fuertes que son las intimidaciones cuando vienen de alguien con poder. Aquí el problema no es el grado de homosexualidad de un congresista, coronel o del director de la Policía, el problema es que unos bandidos, a los que les pagamos salarios exorbitantes terminan abusando del poder que el estado les ha entregado, que gracias al macho machito que hay que mostrar y demostrar, terminan atendiendo al llamado de su deseo a escondidas, poniendo en jaque sus vidas y su felicidad, poniendo en riesgo las libertades de otros y otras.
Es una lástima que la discusión se dé en términos burlescos, cuando según la Procuraduría “los hechos informados a la Fiscalía General de la Nación tienen relevancia en el ámbito penal por cuanto por estas conductas podrían encuadrar en diversos delitos como PROXENETISMO, INDUCCIÓN A LA PROSTITUCIÓN Y TRATA DE PERSONAS de miembros de la Policía Nacional”, esos delitos no son chistes.
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