El Movimiento 19 de Abril (M-19), una organización insurgente en armas fundada en 1973 y que reconoce la firma de los acuerdos de paz con el Estado colombiano en 1989, como su acción política más audaz, ha sido señalada por las academias de la izquierda como una experiencia política de orden populista.
En los cánones teóricos de la academia en que abrevan las izquierdas, era insostenible y populista que las armas empuñadas por la insurgencia, fueran puestas por sus fundadores en función de un proyecto que bautizaron como un socialismo a la colombiana, que en pocos años mutó a una propuesta en la que las armas estaban en función de la construcción de un proyecto democrático de nación.
Les era incomprensible que un proyecto en armas se reclamara heredero del linaje del Libertador Simón Bolívar, a contravía de enaltecer primigeniamente el pensamiento marxista leninista en cualquiera de sus ene versiones estalinistas, maoistas, leninistas, troskistas, enverhoxistas, castristas, vietnamitas, coreanas, posadistas y un largo etc.
Fue tomado como hereje y populista que la nueva insurgecia (sìmbólica y en armas), se arropara en la bandera nacional a contramano de banderas rojas, o que la espada de libertador se propusiese como símbolo para luchar, en vez de la hoz y el martillo.
Es aún señalado como populista que la militancia no se conmoviera hasta las lágrimas al escuchar la internacional comunista y prefiriesen recordar la gesta independista frente a la corona española cantada en el himno nacional de los paridos y nacidas en Macondo.
El cambiar los nombres legales para entrar en la clandestinidad y adoptar el de Amaranta o Remedios (La bella), o el de Arcadio o Aureliano Buendía, en vez de Vladimir o León, o Rosa o Valentina, fue expuesto como evidencia de populismo.
Cuando Jaime Bateman, comandante general del M-19, en su primera entrevista de prensa, a finales de los años 70, optó por presentarse sin capucha, para hablar de frente al país y ponerle rostro (el cuerpo, al decir acertado de Esperanza Casullo), a las ideas que invitaban a unirse a su lucha, el “performance”,fue demonizado por las academias de izquierda como un acto populista. Ahhhh, cómo le encantó a las gentes sencillas y corrientes, se parecía a ellos: confesó que gustada del ron, escuchar vallenatos y bailar salsa…como a ellos.
A la pregunta de la periodista francesa, de cuál era el libro de los clásicos de la política con que se formaba a la militancia del M-19, contestó: “Cien años de Soledad”; un vallenato de 350 páginas, al decir de Garcìa Márquez, quien acusado por el gobierno de Turbay Ayala de ser miembro del M-19 se refugiò en la embajada de México. De nuevo el calificativo de populista por parte de la academìa de izquierda.
En una conversa posterior, Bateman, preguntado cómo siendo el hombre más buscado por la inteligencia militar y la CIA se movía como invisible entre la ciudad y el campo, atinó a decir: “Una cadena de afectos, que nos libra de la muerte, que nos hace casi inmortales…el afecto de la madre, de la amante, el amor de los amigos”. La confianza infinita e ingenua en el amor de su pueblo, para las academias de izquierda, es populista, porque no es científico
Los populistas preferimos la compañía de la luna, las estrellas y la búsqueda infatigable del amor al encuentro de la evidencia de una acción denominada científica, sustentada en una pésima interpretación de “El Método”, que sigue apostando a que el río tiene solo dos orillas, que lo que no se acomoda al plano marcado por el eje de la “equis” y eje de las “ye” (X,Y), no existe, que el mundo de las cosas es solo Falso (F) o Verdadero (V).
Sí, más bien, parece que sí, o mejor aún, en el caso del M-19 la representación está atravesada por lo emocional afectivo, como lo expone la profesora Esperanza Casullo.
Como lo señala Luciana Cadahia, la academia lo que no comprende o no puede aprehender lo estigmatiza, así se asimila la academia de izquierdas a la razón eurocéntrica que aún nos coloniza.
Es difícil comprender desde esos mandamientos, que un puñado de jóvenes, amaneciendo los años setenta, renuncie a exaltar al proletariado como la vanguardia de la revolución y proponga un nuevo locus de enunciación desde el pueblo, para el pueblo, con el pueblo.
El pueblo como constructor de comunidad y lo comunitario desde los comunes y corrientes. En consecuencia, la consiga inicial del M-19 desde su aparición en la pasarela pública -con un acto publicitario- en el que recupera de un museo la espada independentista:
Alerta, alerta…
Alerta que camina
La espada de Bolìvar por América Latina
Pueblo contra la oligarquía, al unísono con Gaitán, fue evidencia adicional para señalar al emediecinueve de populista. Y entonces la respuesta a las academias de izquierda fue la praxis (Freire):
¡Paz a las fuerzas armadas, vida a la Nación!
– ¿Cómo, paz a las fuerzas armadas?
-Y por qué no, si están llenas de pueblo.
Analista literarios de última generaciónn afirman que el Emediecinueve fue una propuesta estética performática, que construyó un nuevo relato.
Preguntados sus dirigentes en la cárcel por qué las acciones del M-19 siempre buscaban salir en televisión, contestaron: «Somos una agencia de publicidad».
Un populismo que solo quería construir un país del tamaño sus sueños, sembrando la utopía universal (no solo desde la razón europea), en nuestros contextos, senti-pensando desde nuestros símbolos territoriales.
Me quedo rumiando si el M-19 no fue un deseable populismo republicano.
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