Gracias a la crónica Tejada puede ser testigo de los acontecimientos, elaborar juicios, jerarquizar la importancia de los hechos y utilizar un lenguaje literario
Luis Tejada, el jovencito que revolucionó el “yo” en el periodismo colombiano
III
Periodismo de las pequeñas cosas
Si bien el Periodismo Personal o el Periodismo Literario o el Nuevo Periodismo surge en Estados Unidos en las décadas de los sesenta y setenta con periodistas como: Tom Wolfe, Gay Talese, Truman Capote, entre otros, en Colombia, en la década de los veinte, Tejada ya lo ejercía. El cronista antioqueño, en sus textos, ya se refería a prácticas, interacciones y rutinas diarias que configuraban la experiencia común de las personas en su entorno social. El cronista observó lo extraordinario en lo ordinario para revelar aspectos profundos de la condición humana a través de lo mundano. De esta manera, la vida cotidiana emerge como un tema central en su obra y está dotada de resonancia emocional. Más ejemplos:
En “El carpintero” dice: “El maestro carpintero, severo y benévolo, se os acerca y os habla; notáis que posee en una forma recóndita y dilatada el sentido de la vida; porque él ha hecho sin duda una cuna y un ataúd, como ha hecho un lecho de bodas; y tiene presente a cada instante el principio y el fin; ata en cada instante los dos cabos de la existencia del hombre”. En “Meditaciones ante una butaca” dice: “Todos los hombres, aún los poco imaginativos, acarician un ideal personal de la felicidad, algo que ellos quisieran ser o hacer y a cuya realización encaminan sus esfuerzos cotidianos, o al menos, sus deseos cotidianos”. En “El trabajo” dice: “El hombre, desde las edades remotas, ha simbolizado su ideal de vida en una quimérica palabra: Paraíso. Pero la primera condición que se requiere siempre para que el Paraíso sea verdaderamente Paraíso, es que no haya necesidad de trabajar en él”.
Se muestra al carpintero en su oficio rutinario que, por cotidiano, resulta invisible. Pero su oficio es tan valioso como el del futbolista. O la persecución de la felicidad que es una constante de todas las épocas y culturas para encontrar regocijo en circunstancias, muchas veces, adversas. O la reflexión sobre el trabajo que le devela al trabajador que la vida se le va en ganarse la vida. De igual modo, en otras crónicas Tejada habla de la corbata, los pantalones, los escaparates, los trajes, las butacas de los parques, las campanas, los cordones… objetos comunes y que, desde la mirada de Tejada, asumen un aura de fantástico.
El príncipe de la crónica
El género que sobresalió en Tejada fue la crónica así haya escrito comentarios literarios, epístolas o prosa poética. La crónica le permitió hacer uso de todo su ingenio y humor: “Hay que desconfiar siempre un poco de toda persona que no fuma. ¡Qué otros tremendos vicios tendrá!”. O “he regresado a mi región, y descubierto al fin una cosa de auténtico valor en mis compatriotas: la nariz”. O “para los que tienen cierta propensión a la calvicie, el dulce peso de la gorra es como una mano cálida que se apoyara, como una caricia amodorrante propicia al sueño y al ensueño”.
Gracias a la crónica Tejada puede ser testigo de los acontecimientos, elaborar juicios, jerarquizar la importancia de los hechos y utilizar un lenguaje literario. Así, instaurarse como una figura vigente en el tiempo; como un “yo” narrativo que no se desgasta ante las imposiciones de la moda, sino que revela cada vez más detalles de sí mismo; como un amanecer que, aunque siempre sucede, no deja de asombrar.
“Las crónicas de Luis Tejada han logrado liberarse de esa implacable del tiempo, han resistido victoriosamente el corrosivo de los días y aún no están cubiertas por el jaramago de las naturalezas muertas”, dice José Gers en “Luis Tejada, maestro de la crónica”. Este fenómeno se debe a que la obra del cronista “se ha escrito con el zumo íntimo, con el jugo esencial del propio yo, infundiendo a las creaciones parte de nuestra personalidad”.
Ese “yo”, el que nombra Gers, establece un puente de singular conexión con el mental del lector. Entonces, una carga de tensión oculta atrás de las palabras acerca al lector al mundo que refleja el cronista y, acorta la distancia entre el creador y su creación. Tal vez por eso, Tejada pervive en el tiempo. Por algo, dice el poeta Ciro Mendía en “Carta sin respuesta a Luis Tejada”: “Tú no has muerto Luis Tejada. Yo a ti no te creo nada. ¿Muerto tú? ¿Muerta tu roja vida apenas empezada? Esta es una paradoja de las tuyas, Luis Tejada”. Aunque Mendía diga que no tuvo respuesta, el cronista le había respondido en vida en una de sus crónicas: “La muerte no es lo desconocido, no es siquiera lo improbable, lo desconocido es la vida”.
Es la vida, la urgencia de vivir lo que le dio un “yo” potente a Tejada que hizo de su obra una pieza vital, cotidiana, vigente en nuestros días. Como lo plantea Juan José Hoyos: “El buen periodismo narrativo, tanto como las buenas novelas, trata de los hechos. Ambos se sostienen en la poesía de la acción de que hablaba Aristóteles. El lenguaje que brota de la urgencia, de la necesidad, y que además de verdadero logra ser bello, desborda el tiempo, lo derrota, y a pesar de que pasen los años y las generaciones, sigue diciendo”.
Comentar