Tejada acude a la primera persona para crear teorías, así sean falsas, con tal verisimilitud que enriquece más su único punto de vista
I
Este año se celebra el centenario de Luis Tejada. Celebro el homenaje, aunque de un puñado de escritores, que resaltan el genio y la riqueza literaria del cronista antioqueño (aunque Tejada no se consideraba antioqueño). En este texto, que será de tres entregas, más que abordar la vida cronológica de Tejada y su obra, que se puede rastrear con facilidad, se analizará la importancia de la voz narrativa de la primera persona del singular, el “yo”, en la obra del cronista.
Yo Tejada
El nombre de alguien, como aparece en la partida de bautismo, no necesariamente representa su “yo”. El nombre es un conjunto de sonidos y grafías que dan una sensación de espacio que ocupa el cuerpo en un lugar. Mientras que el “yo”, esa minúscula palabra, es una amalgama de experiencias, pensamientos, emociones y valores que habitan el cuerpo y moldean la percepción que se tiene de un lugar.
En tal medida, el “yo” podría ser una entidad que está por debajo del nombre. Así que por debajo del nombre de Luis Tejada está el “yo” de Luis Tejada que funciona como una prótesis para caminar por el mundo que el cronista dibuja en su obra. Veamos: En “Elegía para los perros muertos”: “Yo no creo que haya un alma irradiante y eterna en el hombre, ese pedazo de carne fría y brutal”. O en “Tiranía de la higiene”: “Yo afirmo que la Higiene se está convirtiendo en una tiranía horripilante y absoluta, contra la cual va a ser necesario rebelarse en masa”.
Ese “yo”, desde una mirada pragmática, es producto de la relación de la escritura y la lectura en Tejada. Pues, se escribe con aquello que se ha aprendido a leer y, así, se potencia el pensamiento. Ahora, el pensar está ligado a la palabra. Es decir, se piensa con palabras. No hay otra forma. Por lo que pensar es un hecho lingüístico y el “yo” es, una acepción más, una circunstancia del pensamiento. En palabras del cronista: “Los hombres cuando tienen numerosos pensamientos inéditos, necesitan, para expresarlos, combinaciones inéditas de palabras”.
Pero el “yo” también es la voz narrativa de la primera persona del singular. Y el cronista acudió a este recurso para exponer su singular punto de vista. Punto de vista que nunca usó el nombre de Luis Tejada, sino el “yo” de la voz narrativa de Luis Tejada para dejar claro que el mundo que se lee en su obra es el mundo que el cronista ve, escucha, siente y saborea. Un “yo” que evoca los sentidos y deja ver rasgos de la personalidad y de las búsquedas estéticas del cronista respecto a los temas que más lo obsesionan y fascinan, como es la mujer. Aunque, sobre la mujer Tajada no use el “yo”, se siente la presencia del cronista que reflexiona a profundidad: “Para que una mujer sea verdaderamente bella debe ser un poco fea. Es decir, un poco imperfecta e inarmoniosa, con algo levemente raro y sorprendente en su belleza”. “Todas las mujeres tienen ojos, todas las mujeres tienen boca, todas tienen pies, pero todas las mujeres son distintas en la manera de mirar, en la manera de hablar y en la manera de caminar”. “Las mujeres ingeniosas tienen siempre más amigos que amantes”.
Aunque se diga que la voz narrativa del “yo” es un punto de vista limitado, en Tejada es apertura al mundo renovado desde la perspectiva del cronista: “Yo los miro a todos a la cara, con impertinencia y con asombro, pero generalmente los ojos hipócritas no me dicen nada. Sin embargo, me complazco en fraguar historias absurdas alrededor de esas fisionomías transeúntes, más o menos sugestivas”, dice en “La mal vestida”.
Además, Tejada acude a la primera persona para crear teorías, así sean falsas, con tal verisimilitud que enriquece más su único punto de vista: “Yo he pensado muchas veces: ¿por qué el hombre no nace con sombrero? Y es que el sombrero no puede considerarse como una prenda arbitraria del vestido, sino, en cierto modo, como un órgano específico, como una cualidad esencial del hombre. El sombrero es seguramente lo único que diferencia hoy al hombre del mono”, en “El sombrero, refugio del alma”.
No queda duda de que el cronista es el testigo de los hechos. En él, el “yo” es como un guía turístico que le estira la mano al lector y acompaña: “¡Yo quisiera escribir el poema de las pequeñas llamas misteriosas que alientan un instante a nuestro lado, o pasan, intermitentes y fugases, a lo largo de nuestra vida!”, en “Las llamas”.
Nota: En la segunda entrega, miraremos como la voz narrativa del “yo” evoluciona en el periodismo en Colombia y también, como gracias a este recurso narrativo, un jovencito nacido en Barbosa-Antioquia, le hizo, a principio del siglo XX, un hueco al tiempo y escribió para permanecer vigente en este tiempo, el de la era digital.
Comentar