Aún es difícil saber a ciencia cierta cuál será el rumbo del gobierno de Iván Duque, a quien los medios insisten en retratar como un “líder fresco y carismático” para distanciarlo de su jefe político y de quienes lo rodean. Los análisis sobre su primer discurso como presidente electo no son alentadores. Según la periodista María Jimena Duzán, Duque recogió los pilares sobre los cuales se edificó la política de seguridad democrática del gobierno de Álvaro Uribe. Lo que sí sabemos con certeza es que el proceso de paz volvió a ocupar un lugar central en la agenda política nacional; es evidente que el uribismo volvió al poder para imponer su propia idea de justicia, hacerle “correcciones” al acuerdo de paz y seguir ocultando la verdad sobre lo ocurrido durante el conflicto.
Más allá de estas certezas, la gran incógnita es saber si Duque podrá controlar a los sectores más conservadores de su coalición. En este sentido, el país está a la expectativa de los nombres de quienes conformarán el nuevo gabinete, pues será una clara señal del talante de su gobierno.
Lo que también quedó claro con el resultado de las elecciones es que el país está cambiando. Que un candidato progresista haya llegado a una segunda vuelta presidencial es histórico, que lo haya hecho además con más de 8 millones de votos en condiciones extremadamente adversas lo es aún más. Esto significa que el uribismo contará con una oposición fuerte que, desde ya, se alista para ser alternativa de poder en las elecciones regionales del 2019.
Del discurso de Petro tras conocer los resultados electorales, quisiera destacar su invitación —dirigida a directores de medios y a la prensa en general— a reflexionar sobre lo sucedido durante la campaña presidencial: “[…] no es posible que sigan siendo dependientes de poderes económicos a tal punto que, ignorantes del pensamiento mundial, traten a un candidato como si fuera un delincuente y al otro como si se tratara de Leo Messi”. Las reacciones frente a este sesgo por parte de los mismos periodistas nos demuestran que el debate llegó para quedarse y este será fundamental para entender el papel de los medios en el nuevo gobierno.
Así, es necesario seguir la evolución de los prejuicios que los medios irán fabricando y reforzando en los próximos meses. Uno de ellos: los 8 millones de votos no son de Petro. Es claro que no le pertenecen, pero sí es indiscutible que con esa votación se ha convertido en el principal líder de las fuerzas progresistas en Colombia. Algunos medios y formadores de opinión seguirán afirmando que Petro es extremista, que no genera confianza, que su ego es muy grande y que lo mejor que podría hacer la izquierda es “jubilarlo”. Otros ya están diciendo que el 17 de junio volvió el “petrismo puro”. Sobre la idea de la constituyente, por ejemplo, se dice que Petro desistió de esta propuesta después de la primera vuelta, cuando estratégicamente empezó a “moverse al centro”. Si escuchamos con atención las entrevistas a Petro, veremos que esto no es verdad. Ante las preguntas sobre esta propuesta, él siempre respondió que la había dejado a un lado después de las elecciones legislativas del 11 de marzo. Ese día la bancada alternativa alcanzó una votación importante que, según Petro, permitía llegar a un “acuerdo sobre lo fundamental” sin necesidad de convocar una constituyente. Aun después de las elecciones, algunos medios siguen insistiendo en que Petro cambió de opinión después de la primera vuelta para “atraer el centro”. Perduran en el imaginario de los colombianos las preguntas y prejuicios de los periodistas, no las respuestas de Petro.
Otro ejemplo de que las propuestas de Petro nunca fueron extremistas son los apoyos internacionales que desafortunadamente se manifestaron tarde y que los medios recogieron solo parcialmente. De todos esos apoyos considero particularmente relevantes los de Thomas Piketty y Ha-Joon Chang —dos de los economistas más influyentes del mundo—; si los medios se hubieran interesado en discutir las principales ideas de estos economistas, muchos de los temores alrededor de la candidatura de Petro se habrían disipado, al fin y al cabo, el principal miedo que se instaló en el imaginario de los colombianos fue el de convertirnos en una economía como la venezolana.
¿Por qué no lo hicieron? Los medios no pueden difundir creencias que podrían entrar en contradicción con su propio funcionamiento, el cual está subordinado a intereses políticos y económicos. La consecuencia de esto es que las consideraciones éticas de la profesión son dejadas a un lado, haciendo que el periodismo sea cada vez más mediocre. Estas elecciones demostraron que, a pesar de la desinformación, hay una ciudadanía cada vez más consciente y dispuesta a exigir que los medios no sigan siendo cómplices del poder político y económico. Una de las tareas más importantes de la oposición será entonces trabajar para que los colombianos tengamos acceso a información veraz e imparcial si no se quiere que en las próximas elecciones se reactive el fantasma del castrochavismo y un sector mayoritario vuelva a votar por las fuerzas políticas más anacrónicas y reaccionarias del país.
SARA TUFANO