Esta semana culmina, básicamente, la celebración del Pride 2022 (Día Internacional del Orgullo LGTBIQ+). Las calles de diferentes ciudades del mundo, tanto principales como intermedias, a lo largo de este mes que finalizó y durante este último fin de semana, pero en especial en estos días que terminan, se han teñido de múltiples colores que celebran la libertad y la diversidad sexual. Para los que me conocen, saben que ostento ciertas reservas respecto del Pride, no por la forma en la cual se concibió –una fecha que conmemora las protestas tras la redada policial y detenciones de personas de esta población en el pub de Nueva York, Stonewall Inn, y que dieron lugar al inicio del movimiento de diversidad sexual y de género en todo el mundo–, sino por quienes luego captaron la lucha y en lo que ha llegado a convertirse –un activismo político que tiende a instrumentalizarnos a las personas con gustos y preferencias sexuales o identidades de género diversas, y que además privilegia a unos cuantos y a otros no tanto–; no obstante, de algún modo, la fiesta debe celebrarse, más aún porque cuenta con logros que, con objetividad, deben exaltarse… Aunque no todo es color de rosa, principalmente, en Medio Oriente.
Cincuenta y tres años (53) años más tarde, y pese a todos los avances en materia de visibilización y reconocimiento de lo que somos, más allá de un componente importante –más no único–, que es todo lo que compete a nuestra sexualidad: el hecho de ser individuos, cerca de 70 Estados que conforman la ONU (Organización de las Naciones Unidas) echan mano de disposiciones que criminalizan los actos sexuales consensuales para personas adultas del mismo género. Asimismo, unos seis de ellos, contemplan la pena de muerte como castigo para este tipo de relaciones. Entre estos, por supuesto, se encuentra la República Islámica de Irán (para más información, de clic AQUÍ).
“La Revolución Islámica siempre será patrocinadora y refugio de los libres del mundo. […] La Revolución Islámica siempre estará del lado de los oprimidos del mundo. […] Los objetivos de la Revolución Islámica son: la búsqueda de la justicia, dignificar al ser humano, la lucha contra la opresión, la defensa de los oprimidos, cerrar las brechas existentes entre las clases sociales y procurar la justicia y la paz mundial.”
Las anteriores, por ejemplo, son unas de las tantas presentaciones con las que, un medio afín a la teocracia iraní, HispanTV Noticias (Fuente AQUÍ), busca vender la Revolución Islámica al mundo y, particularmente, a los países hispanoparlantes. Una mentira, bastante desvergonzada por cierto, cuando se indaga, aunque sea mínimamente, sobre los castigos y vejámenes a los que someten a todos aquellos que pretenden(pretendemos) disfrutar de su(nuestra) libertad y diversidad sexual.
Una libertad que se paga con la vida
Aun cuando varios portales y medios afirmen que la Revolución Islámica tiene como principios rectores la dignificación al ser humano y la lucha contra los oprimidos y la defensa de estos, el choque con la realidad adquiere fuerza después de percatarnos que Irán es uno de los pocos países que todavía castiga (como ya lo mencionamos) hasta con pena de muerte las relaciones sexuales entre personas adultas del mismo género (Fuente AQUÍ).
Allí no se tiñen las calles de múltiples colores, por el contrario, ocurre con sangre. Al mismo tiempo, no solo personas con mi orientación sexual u otras diversas quedan bajo una sistemática persecución y castigo capital por parte del Estado iraní por algo que no eligieron ser, sino que, para colmo, la problemática abarca dimensiones sociales y culturales donde al interior de los núcleos familiares se denigra asiduamente a todos aquellos que cuentan con la valentía de confesar públicamente sus gustos y preferencias.
En una impactante entrevista realizada en por el periódico español El País a una persona trans, que huyo como refugiado hacia dicha nación, esta manifestó que (para más información, de clic AQUÍ):
“El mayor daño se lo hizo su padre. Cuando (…) confesó su verdadera identidad, este le encerró más de cuatro meses en su casa mientras le reprochaba una y otra vez que era «una vergüenza» para toda su familia. «Nunca me entendió. Ni lo quiso intentar», añade. Ni siquiera cuando tuvo que operarse del cáncer: «Hacía poco que un amigo suyo había fallecido por un tumor y me dijo: Si vas a morir, ¿para qué voy a perder mi dinero?».”
Sin duda, En Irán se fomenta, desde las familias, un clima permisivo para los crímenes de odio de carácter homofóbico o transfóbico, y legitiman los ataques violentos incluso hasta llegar a la muerte, ejecutados innumerables veces por esas mismas familias contra personas a causa de su orientación sexual o identidad de género. Los ejemplos son vastos.
Por mencionar algunos, el año pasado se produjo el terrible asesinato de un chico gay de 20 años. Según informó Amnistía Internacional (Fuente AQUÍ), Alireza Fazeli Monfared, quien se identificaba como gay queer, fue secuestrado por varios de sus familiares varones en la localidad de Ahvaz (provincia de Juzestán), su localidad natal, el 4 de mayo de 2021. Posteriormente, otros familiares comunicaron a la madre del joven que lo habían matado brutalmente y arrojado su cadáver bajo un árbol. Luego, las autoridades confirmaron que Alireza fue degollado, por lo que anunciaron investigaciones –hasta ese momento, no se había detenido a ninguno de los presuntos asesinos–.
De hecho, el miércoles pasado, la Nación Persa ejecutó (mediante horca) a diez (10) personas en Karaj, capital de la provincia de Elburz, a las afueras de Teherán, según informó ayer la organización de noticias Human Rights Activists News Agency – HRANA (Fuente AQUÍ); dos (2) de las personas ejecutadas, Iman Safari Rad y Mehdi Khalgoldi, se indica que fueron condenados a muerte por cargos de sodomía y violación, respectivamente (Fuente AQUÍ). Lamentablemente, el régimen iraní utiliza con frecuencia la acusación de sodomía –forma incorrecta de llamar al sexo anal– para imponer la pena de muerte a varones gais; entre otros, en el Código Penal Islámico de Irán, la conducta homosexual consentida también se castiga con flagelación y los niños de 9 años pueden ser condenados a muerte y los adolescentes gais ahorcados públicamente para aterrorizar a otros (Fuente AQUÍ).
Se podría decir que toda esta ola de asesinatos subrayan la urgente necesidad de que las autoridades iraníes promulguen y apliquen leyes para proteger los derechos humanos de las personas LGBTIQ+, algo que, a criterio propio, difícilmente creo que se logre, puesto que allí no existe ni siquiera igualdad ante la ley o la cultura de no agresión; como no existen estas, dudo que se pueda conceder algún tipo de tratamiento especial a mis semejantes.
El crimen de ser mujer
Si para la población LGTBIQ+ o No Straight hay un entorno hostil, para las mujeres es aún más desolador. El sometimiento que las mujeres iraníes sufren, bajo esos mismos principios rectores de la Revolución Islámica, es draconiano e inhumano. El arresto más común contra las mujeres se da por el “no uso” del hiyab, icónico velo que se porta en la cabeza y que tapa igualmente el cuello, además de que deben cubrir los brazos y las piernas con ropa suelta.
La sanción por incurrir en tal “agravio” contra el Estado iraní, va desde los latigazos hasta la purga de 38 años en prisión, siendo ambos casos no excluyentes; todo depende de si la mujer se encuentra sindicada con “otros delitos”, por ejemplo, salir sin consentimiento de su marido. La realidad es que la mujer vale la mitad que un varón en Irán.
Uno de los casos más emblemáticos y crueles fue el de la Chica Azul, ya que, fuera de la obligatoriedad del uso del hiyab en público, las mujeres poseen otras restricciones absurdas, como la prohibición de entrar a estadios de fútbol. Sahar Khodayari (Q.E.P.D.), una fiel seguidora del deporte en mención, se aventuró a disfrazarse de hombre para colarse y ver a su equipo, el Esteghlal, jugar (Fuente AQUÍ).
Dolorosamente, su disfraz no funcionó del todo; al final fue identificada y arrestada por el “delito” de entrar en un estadio de fútbol. La irracional sentencia fue purgar una pena que la privaba de su libertad por seis (6) meses, por lo que Khodayari decidió inmolarse frente a todos los que estaban ese día en el Tribunal Revolucionario de Teherán; esto le produjo una horrible muerte por quemaduras de tercer grado en el 90% de su cuerpo.
Otro caso es el de Nasrin Sotoudeh, condenada por defender los derechos de las mujeres en Irán. Nasrin quería cambiar la obligatoriedad del hiyab y la forma en la que las mujeres iraníes deben vestirse, por lo que fue detenida; las autoridades iraníes alegaron que su propuesta atentaba contra la seguridad nacional o era un insulto para el “Líder Supremo”. Su pena: 38 años de prisión y 148 latigazos, convirtiéndose así en la sentencia más dura que se recuerde en muchos años contra un defensor de los derechos humanos (Fuente AQUÍ).
Más que una simple propaganda
Partiendo de estos hechos, el tener constantemente la difusión de Irán como un Estado que “protege y defiende a los oprimidos” en Latinoamérica, reafirma su intención de, valiéndose del engaño, transformar en producto de exportación su totalitaria y abusiva forma de sociedad. Lo más delicado de todo es que no es una casualidad las tremendas similitudes entre este discurso propagandístico des-informante y las narrativas de varios de los movimientos de izquierda latinoamericanos.
Resulta bastante contradictorio si analizamos que, en la región, los movimientos que “impulsan y promueven” la lucha por los derechos de las minorías suelen ser siempre de corte progresista, lo que deja en tela de juicio que son ellos mismos los que propagan el discurso pro-Irán. Esto se puede ver todavía más en las estrechas relaciones que sostienen con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestro América – Tratado de Comercio de los Pueblos o ALBA-TCP, donde se agrupan a diez (10) países latinoamericanos e Irán. Estas plausibles contradicciones empeoran cuando se profundiza en las persecuciones sufridas por varios movimientos progresistas en la Nación Persa, los cuales han sido literalmente aniquilados por justamente abanderar la emancipación de estas minorías mancilladas por el dogma de fe dominante: el Islam. El reto, ahora, es que la información correcta se extienda sin ningún tipo de concesión o revisionismo histórico; en nuestras manos, los primeros pasos podrían darse pronto.
Si se supone que El Corán establece que Dios está siempre para los perseguidos, ¿Por qué los crímenes que se cometen contra mujeres en general, varones gais, personas transgénero, entre otros, son tan aberrantes? ¿Cuál es la necesidad casi patológica de hacerles tantísimo daño? ¿Para qué comunicar falsas narrativas? ¿Por qué exportar un modelo de “rebelión islámica” que, además de ser cero funcional, beneficiar solamente a los que son autoridad ejecutiva e imponer una religión única, le ha hecho tanto daño a los suyos? ¿Qué los hace pensar qué eso auguraría un futuro más promisorio para los habitantes de Latinoamérica y la humanidad en general? La teocracia iraní y el colectivismo más recalcitrante de la región se han aliado, usando una retórica muy bonita, pero alejada de la verdad, a fin de arrebatarnos nuestro más preciado tesoro: la libertad, por una variable tan infiel como lo es el poder.
Nuestro deber como liberales consiste en luchar contra la injusticia que ejercen y la mentira que se empeñan en crear para lavar sus malas acciones y la perversidad que los mueve… La libertad prevalece sobre las ansias de tener más… No podemos desfallecer.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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