La época decembrina en Colombia es un sinónimo de fiestas y celebraciones, que van llevadas de la mano con la compañía dulce de los seres queridos; el compartimiento de la abundancia y el tierno afecto. El colombiano abraza la solidaridad en Diciembre y comparte la alegría con sus semejantes. La alegría de la benevolencia. La alegría del bienestar. La alegría del compañerismo. La alegría de la felicidad social.
Y ahora, ¿Por qué la alegría decembrina? Esto se podría entrever por las promesas de los posibles cambios que nos trae un año nuevo venidero; promesa intrínseca de un año próspero, que ahuyenta los malos acontecimientos y salvaguarda los buenos. El paso gradual del año en el calendario anima a los ciudadanos en encontrar en el porvenir una mejor situación que alivie los hechos del presente y del pasado. Esto es visto, particularmente más reflejado en las personas de familias más pobres, donde buscan un cambio a su precaria situación. El mejor alivio que pueden tener los espíritus entristecidos por el pasado y el presente, descansa en la esperanza dulce del cambio que ofrece el futuro. El espíritu decembrino anima al cambio. Anima a la mejora y al auto-convencimiento, anima que todo es pasado ya, anima a que todo lo malo se retire en el trivial olvido; anima a traer los toques de felicidad, a la puerta que ampara el cobijo de la vida.
A pesar del aspecto noble y solidario del espíritu decembrino, los sentimientos de su corazón protegen, ciertamente y en medida, la hipocresía y la deshonestidad. El espíritu decembrino, es aquel mismo, el que propicia los valores sociales conmovedores en la época final del calendario, pero trae consigo, los antivalores que los ciudadanos tienden a conservar en el transcurso del año; La mentira, la intolerancia, la indiferencia, el odio, el rencor y los lazos de la enemistad. El colombiano tiende a abrazar en Diciembre al vecino que amenazó de muerte unos meses atrás; y, pasado el mes de Diciembre, al mismo vecino que abrazó, lo amenaza nuevamente. El colombiano posee una idiosincrasia y moral donde sus actos pueden atravesar los pensamientos y actos de una cortesía absoluta, a una violencia desenfrenada. La época decembrina nos trae un ejemplo más lento de ésta costumbre. Las pasiones desenfrenadas atraviesan sin rumbo fijo por el corazón del colombiano, el cual encuentra rápidamente la alegría en el odio y el odio en la alegría. Diciembre es una época que yace en la balanza del corregimiento o la hipocresía moral dentro de la idiosincrasia de la cultura colombiana.
Sin embargo, el espíritu decembrino tiene mucho que enseñarnos y obsequiarnos, además de las festividades y los regalos materiales. El obsequio de la presencia de los seres queridos y el refuerzo de los lazos afectivos tanto para los primeros como para los que no lo son. Su mayor enseñanza, es la equidad y la conmiseración por el otro. El respiro de la viva hermandad. Su mayor logro, en los tiempos de las democracias modernas, se aprecia cuando los gestos fraternos de los ciudadanos trascienden más allá de una fecha, más allá de un día, más allá de una vida. ¿Cómo sabemos que han trascendido? Trascienden, cuando en un viaje de diálogos que cruzan los 365 días, ves en las calles de luces y festejos, de las sonrisas y los abrazos, el preciso momento; cuando un rico y un pobre, al observarse mutuamente, como personas iguales, solidarias uno frente a otro. Y con un gesto de sus muñecas, puedes notar detalladamente como se juntan, y con las palabras desbordadas de su corazón, se escucha, correspondidamente, un… ¡Feliz Navidad!