La presente columna no tiene otro fin que crear una reflexión en todos los colombianos próximos a votar.
Algo que deja a destacar el “primer cara a cara de los precandidatos presidenciales” del pasado martes 25 de enero, es el descubrimiento por parte de sus campañas de que las redes sociales, de la mano de la política, puede trazar un momento de inmediatez capaz de conquistar adeptos indecisos –los cuales suelen ser una fracción considerable– con un corto fragmento de video replicado después de un debate. Los precandidatos a la Presidencia de La República y a cualquier cargo de elección popular se han dado cuenta que Colombia, además de ser un país cafetero, es un país de emociones, por lo que el jugar de forma correcta con ellas en campaña, se traduce en ganar o perder dicha contienda.
Lo que vimos el martes, lejos de contener un ideario y una serie de propuestas encaminadas a mejorar la situación actual del país, se pareció más a aquellas discusiones que, en su momento, cada uno de nosotros tuvimos en nuestras épocas del colegio, donde algo sucedía, algo se perdía o algún problema había, y todos nos debíamos quedar al final de clases en el salón mirándonos fijamente para, posteriormente, sacar nuestros trapitos sucios al sol hasta que se diera una solución. Tristemente, eso fue lo que sucedió, con la diferencia de que no era un salón de colegio, sino un recinto de debate; y no eran colegiales, sino los próximos gobernantes de un país.
A continuación, algunos apartes de los hechos más relevantes:
- Juan Manuel Galán se levantó de su silla y tomó todo el tiempo de su intervención para increpar a Gustavo Petro, quien con una mano en la cara escuchaba esas acusaciones acerca de las alianzas con la clase política tradicional que el líder del Pacto Histórico ha hecho a lo largo del país. Acusaciones que se fueron agravando y que con cada paso que acercaba Galán-hijo a la silla donde se encontraba su receptor iba desenmascarando a este personaje e iba pareciéndose a lo que algún día fue Galán-padre frente a la revelación del narcotráfico.
No hay que olvidar que Íngrid Betancourt, más tarde, tildaría al Pacto Histórico del “Pacto del Diablo”. Afirmación que se dio justo en el momento cuando en segundo plano de cámara se estaba grabando a Vicky Dávila y quien con cara de impresión mostró la gravedad de lo sucedido. - Es justo resaltar la jugadita que quiso implementar Petro en el debate frente a Sergio Fajardo, donde este primero en su intervención engrandeció a Fajardo, e incluso, le ofreció el Ministerio de Educación. Lo anterior con un claro propósito, y es que no repita la indecisión el exgobernador de Antioquia en las presidenciales del 2018, donde la falta de una alianza le dio el triunfo de Duque; por ello, Petro se planteó en un escenario similar al de las elecciones pasadas y quería contar desde ya con el respaldo de Fajardo.
- Otro trapito al sol que salió a relucir fue la discordia que al parecer tiene la Coalición de la Esperanza en sus adentros, pues así lo hizo saber Íngrid Betancourt cuando encaró a Alejandro Gaviria por supuestamente haberse aliado con algunas maquinarias políticas del país. Un episodio que sin duda alteró a Gaviria y dejó ver esos malos aires al interior de dicha coalición.
- Ninguno de los candidatos se quedó sin sacar su trapito al sol. Rodolfo Hernández tildó de culpable a Fico Gutiérrez por lo ocurrido en Hidroituango; Camilo Romero y Alejandro Gaviria se tiraron la pelota de la culpa por quien había dado la Salud a la política tradicional; y por último, varios de los candidatos resaltaron la carencia de autoridad con la que Íngrid viene desde Francia cada cuatro años a inmiscuirse en la política de nuestro país y a querer resaltar la situación del mismo.
En fin, el cara a cara del 25 de enero lo único que pretendió fue tratar de desenmascarar al otro para poder ganar algunos votos. La política hoy se centró en motivar y apasionar con “él es el malo, yo soy el bueno”; atrás quedaron las grandes propuestas, políticas públicas, cifras y algo de imaginación para gobernar. No se nos extrañe que el tiempo que falta hasta las elecciones de segunda vuelta ¡más de un escándalo grande sea revelado en contra del adversario!
Retomando la primera fase, la pregunta es: ¿En verdad dejaremos que ganen con nuestras emociones y sin propuestas claras?
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
Comentar