Al Poniente conversó con el actual Representante a la Cámara por Bogotá, Mauricio Toro, quien ha entrado recientemente en la agenda pública por intentar reglamentar las plataformas digitales como la de Uber, que salió del país el pasado 31 de Enero. Nos explicó su proceso de vida y cómo el querer generar un cambio desde el emprendimiento lo llevó al Congreso de la República. Explica que allí se manejan unos poderes muy fuertes para evitar reglamentaciones, como la de Uber, y que aunque esta plataforma es «víctima de su propia arrogancia», también reconoce que el principal problema fue que los taxistas presionaron mucho a representantes regionales para evitar que se regulara la plataforma. Con mucha euforia y alegría nos cuenta su historia, nos recuerda el porqué de hacer política y le da unos tips a los jóvenes que desean aspirar al Congreso. Aquí la entrevista:
Su historia
A.P. – ¿Cómo fue ese proceso de vida que le permitió llegar al Congreso y de dónde surgió la idea de aspirar?
M.T. – Soy un emprendedor de corazón y alma, destacado por tener mucha curiosidad. Me crie en una familia de una madre trabajadora y de un padre agricultor, en Armenia. Tuve mucha cercanía con ese mundo hasta que mi mamá se mudó a Cali para ser secretaria de Camacol. Allá comenzó mi vida estudiantil, pues empecé a estudiar mi primera carrera: ingeniería civil. Debo confesar que nunca me apasioné por esa carrera, por lo que me salí en el quinto semestre y empecé a estudiar ciencia política. De ahí me tocó irme a Bogotá a vivir solo porque esa carrera en pocas universidades existía; muy poca gente la estudiaba. Tuve la oportunidad de trabajar en la Federación Colombiana de Municipios, pero lo que siempre me encantó fue el emprendimiento.
Toda la vida he sido curioso con el emprendimiento. Desde la finca de mi papá hasta las empresas en Bogotá. En la universidad comencé a emprender con un negocio de prendas para mujeres. Sin embargo, sentí que cambiar el país desde ahí era muy difícil y frustrante. Esto, porque lograr cooperación internacional para que ese desarrollo y ese emprendimiento se llevara a los municipios era mucha vuelta: que el Presidente dijera que sí, que el Ministro dijera que sí, que el Alcalde dijera que sí. Era apegarse a tantas barreras que sentí que lo necesario era, más bien, crear empleo a través de la innovación. Se trata de impactar más personas con menos recursos, con cosas nuevas. Yo veía alcaldes que llegaron con las uñas y que con muy poco dinero lograron cambios gigantescos, mientras otros con muchísimo dinero que no le pegaban ni a dos. Eso fue frustrante y ahí fue que inició la idea.
A.P. – Entonces, ¿cómo esperaba realizar un cambio en esa situación?
M.T. – La innovación es la forma de romper con esa situación, por lo que empecé a estudiar posgrados en ese tema. Había que hacer que la administración pública fuese más eficiente, por lo que diseñé una empresa consultora con esa finalidad y trabajos con el ICBF, MinTic, MinComercio, con la Gobernación de Cundinamarca, etc. Aunque entré en la academia como docente y escritor -libro sobre emprendimiento recomendado-, surgió en mí la ‘pisquita’ de entrar a lo público. Lo soñé y lo puse en mi cabeza. Y justo cuando estaba en plena crisis de mi empresa, unos años más tarde, me llama un señor para pedirme ayuda con Innpulsa Colombia gracias a mi bagaje académico: una radiografía del sistema de emprendimiento del país para diseñar grandes cambios. Ese señor era Daniel Quintero, actual Alcalde de Medellín. Me agradeció por el tema, hasta que cuatro meses después, entre a trabajar con él en la entidad. Ahí fue cuando entré al sector público.
Allí empecé a darme cuenta de que nadie defendía a las pequeñas empresas emprendedoras. Que el lobby en el Congreso estaba hecho para las grandes empresas y que no legislaban a favor de las micro. Que hay muchos impuestos que tienen que soportar los microempresarios. Las grandes empresas tenían sus congresistas, pero las pequeñas no. Yo no quería ser ese congresista que defendiera a las pequeñas empresas, pero sí estuve siempre muy preocupado por esa necesidad. Curiosamente, luego de reflexionarlo mucho y hablarlo con pelados y amigos cercanos, me dijeron que debía ser yo. Desde ese momento la decisión estaba tomada.
A.P. – ¿Cómo fue el éxito de la campaña sin haber tenido tanto bagaje en lo político?
M.T. – Yo no tenía ni idea de lo que era un aval, de lo que era una campaña, y todo eso. Ese descontento con la política sólo me hizo dar cuenta de que no tenía que mirar para otro lado, de que la iniciativa estaba en mí. Poniéndolo en mi contexto, la idea de la campaña es como posicionar en un mercado un producto que nadie conoce: hay que darle un valor agregado muy fuerte. Y yo quería ofrecer una solución para unos “consumidores” -que son los votantes- bajo unas necesidades sociales que han estado por mucho tiempo presentes. Armé un equipo de voluntarios y comenzamos a elaborar la campaña bajo la idea del emprendimiento y la innovación. Tú tienes que focalizar al público objetivo y el mío era los emprendedores, los deudores del ICETEX e investigadores. Que hay muchos temas importantes, sí; pero yo no podía salir corriendo a hablar de temas que no sabía, no me quedaba genuino. Eso implica entonces que la genuinidad del candidato debe ser esencial. Uno puede ganar con cualquier cosa, pero si no es genuino, no está bien. Y por supuesto, mucha perseverancia. Todos los días trabajando, exceptuando los domingos, estaba metido en la campaña. Al final, lo logramos. El presupuesto no superó los 120 millones que fue lo que saqué del carro que vendí y de recolección y apoyos con amigos.
El paso por el Congreso y la polémica sobre Uber
A.P. – Una vez en el Congreso, ¿cómo ha visto las dinámicas allí y qué tantas barreras existen?
M.T. – Es muy complejo. Primero porque al ser un partido minoritario, todo es de para arriba. Ser minoría es muy duro, pero usualmente somos los de las mejores propuestas. Uno pone un proyecto y no se lo votan porque uno no le vota los malos proyectos a ellos. Prefiero realmente que se me hundan a que sea necesario jugar con esas dinámicas. Pero ojo, he encontrado gente buena y nueva en el Centro Democrático, en el Conservador y demás, y eso muestra que afortunadamente se han perdido un poco esas malas prácticas que mencioné. Por ejemplo, el proyecto para regular plataformas como la de Uber lo presenté de la mano de un congresista del Centro Democrático. Es unirse para un bien común. Así es como hemos manejado proyectos para apoyar pequeñas empresas y pequeños emprendedores.
A.P. – Hablando sobre Uber, ¿qué fue lo que sucedió en el Congreso que nunca se pudo reglamentar?
M.T. – Yo no me meto en el tema de cuánto debe darle Uber a sus “socios” o trabajadores, porque defiendo el libre mercado. Lo que digo es que cuando una empresa llega a este país debe cumplir una serie de reglas. Ellos no estaban violando reglas, porque es que no había reglas, porque esto es nuevo en Colombia. Ahí estuvo el problema. El Código Laboral es del 68 y, así, decimos: Rappi, Uber y otras plataformas están en una para-legalidad. El ciudadano debe tener el derecho de decidir cómo se va a movilizar y evitar esos monopolios de unas solas alternativas. Había que actualizar la normatividad, pero, aún presentado desde hace muchos meses, nunca hubo interés en reglamentarlo. Había un riesgo de que, al reglamentarlo, los taxistas tuvieran un problema de competencia y, justo cuando en diciembre se dio el debate de Uber, los taxistas amenazaron con salir a parar todo si se reglamentaba. Fue una medio extorsión. No salían con la condición de que tumbaran esa reglamentación y, justamente, un funcionario de libre nombramiento y remoción del gobierno del presidente, parcial y con el interés político del Gobierno, se tomó la ligereza de suspender a Uber. ¡E imposible, pero imposible, que esa decisión no la haya sabido Duque de antemano! Se tomó justo después de la reunión del Gobierno con los taxistas. Es evidente.
Curiosamente, ahí sí Duque se quiere sentar con Uber, pero las cosas van a ser diferentes. Para mí, Uber está siendo víctima de su arrogancia, porque cuando llegó nunca se quiso dejar reglamentar. A ellos les servía mucho estar en la para-legalidad, y se ganaron ese problema. Por más orgullo, la plata les gana. Si se reglamenta, volverán: pero el ambiente en el congreso es duro. Los taxistas tienen mucho poder y ellos están muy involucrados en la política regional. Sumados los representantes de las ciudades principales, que son las que nos interesa reglamentarlo, no podemos contra los representantes de regiones en las que los taxistas tienen mucho poder.
El mensaje
A.P. – Para terminar, ¿qué mensaje le daría a los que quieren aspirar a cambiar nuestro país desde el Congreso?
M.T. – A los jóvenes siempre les he dicho: los únicos responsables del cambio de lo que se viene somos nosotros. Ya nuestros padres hicieron lo que tenían que hacer, bien o mal, pero ya lo hicieron. Ahora nosotros tenemos que coger el toro por los cuernos y cambiar las cosas. Usted no se tiene que meter en política necesariamente, pero sí debe tener conciencia política. De 365 días que tiene un año, usted sólo debe dedicar 48 horas para cambiar todo: 24 que se demora usted en analizar las mejores propuestas de los candidatos, 12 horas para demorarse votando y 12 horas yendo a la rendición de cuentas del político que eligió. Lo malo de la política no son incluso los políticos, sino nosotros que los elegimos a ellos. Si la gente no sale a votar, pues esa es la desafortunada consecuencia. Si quieren hacer política, deben hacerla ahora. Al final, que se lo crean y se lo gocen. Esto se puede cambiar.