Los socialistas son la máxima expresión de la anarquía

“La familia fue, es y será el resguardo primero y último del individuo, donde todo inicia y donde todo termina. Es la cuna de la persona, donde aprende lo bueno y lo malo; donde halla refugio ante la aflicción y compañía para la celebración”.


En el año 2010 cursaba el octavo grado de educación básica secundaria (tercero de bachillerato para los lectores nacidos antes de 1990) en el Colegio Salesiano El Sufragio de Medellín -el mismo que el a veces tan errático Fernando Vallejo detesta visceralmente y que yo, por el contrario, tanto quiero-. Recuerdo que en la malla curricular de ese año para Ciencias Sociales estaba contemplada la historia de finales del siglo XIX y principios del XX, no sobra recordar -aunque debería- que en ese entonces sucedió el nacimiento y desarrollo de la doctrina marxista, por lo que ello fue parte del temario de ese año. Grabo en mi memoria un examen que perdí en mayo de ese año pues fue el único de esa materia que perdí en mi vida. Y recuerdo aún más mi respuesta “errada” a una de las preguntas del examen que me llevaron a reprobarlo, pues a la cuestión “¿Qué es el Socialismo Utópico?” yo respondí: “es la máxima expresión de la anarquía”. Esa respuesta del joven Alejandro de trece años es la que motiva este breve texto, pues, apreciada Liliana, no era mi respuesta la incorrecta:

Toda estructura social, por más prístina o moderna que sea, es gregaria (del latín GREGARIUS, vocablo compuesto por la palabra GREY, que significa rebaño, y el sufijo de pertenencia -ARIUS; es decir, perteneciente al rebaño) y tiene como premisa fundamental la conservación mutua entre sus partes.

La primera de estas estructuras es la familia (en un sentido amplísimo). Los romanos, de quienes viene nuestra estructura lingüística y jurídica, la llamaban Gens -proveniente de la misma raíz que el griego génesis que significa origen y da pie a la palabra genética- y te distinguía en la sociedad como miembro de un grupo determinado. Verbi Gratia, CAIUS JUILUIS CAESAR significa CAIUS, de la gens JULIA llamado CAESAR; o PUBLIUS CORNELIUS SCIPIO AFRICANUS, significa PUBLIUS de la gens CORNELIA llamado SCIPIO y conocido como AFRICANUS. La gens era una institución jurídica y política donde un grupo de personas, unidas por el parentesco, compartían antepasados comunes y una serie de costumbres, normas, dioses, etc. La España medieval también adoptó y complementó la pertenencia a una familia a través de la denominación de la persona según sus antepasados, sus hazañas, oficios o su lugar de nacimiento. Al fin de cuentas uno hijo de su oficio, de sus hazañas, de sus defectos, de su tierra o de sus padres (v.g. El hijo de Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas que llamaron Miguel pudo llamarse Miguel de Rodríguez y Cortinas; sin embargo, optó por llamarse Miguel de Cervantes Saavedra o Miguel de Cervantes “El Manco” prefiriendo ser conocido por el apellido de su padre y su hazaña en la batalla de Lepanto, que por su relación materna). Las familias anglosajonas, por ejemplo, adoptan en el momento del matrimonio un único apellido -el del varón- con el cual se conocerá a su familia; y aquí podemos parar con la ejemplificación.

La familia fue, es y será el resguardo primero y último del individuo, donde todo inicia y donde todo termina. Es la cuna de la persona, donde aprende lo bueno y lo malo; donde halla refugio ante la aflicción y compañía para la celebración. Nuestra Constitución Política reconoce en el artículo 42 que es el núcleo fundamental de la sociedad constituida por vínculos naturales (parentesco) o jurídicos (matrimonio y adopción). Y lo llama fundamental -y no esencial, por ejemplo- ya que es la base de la sociedad, la cual cimienta su estructura y le da origen; sin familia no hay sociedad.

Sin entrar en mucho detalle histórico -y tal vez incurriendo en imprecisiones-, de la familia nació la tribu; aunque para los romanos la tribu era lo que hoy conocemos como circunscripción electoral y para los judíos la tribu era algo más parecido a la gens romana, etc., era una organización social un tanto más estructurada; de la tribu nace el pueblo y del pueblo nace el Estado (en cualquiera de sus manifestaciones, v.g. reino, república, imperio, etc.). El Estado, en suma, se entiende como la forma compleja o evolucionada en que son o están constituidas políticamente las sociedades humanas. Es política en tanto obedece a la manifestación del poder con sus intereses económicos, jurídicos, sociales y culturales; Y es compleja porque no es limitante pues el ser humano se relaciona con sus semejantes en diversas formas y en distintos órdenes (familia, iglesia, empresa, corporación, partido, barra, etc.) que no son excluyentes entre sí, ya que simultáneamente se puede ser parte de una iglesia, una empresa, un partido político, una familia, una corporación, etc., sin que por el hecho de estar relacionado en uno se deba ser excluido del otro. La finalidad principal -y, tal vez, la única- del Estado es la de garantizar la existencia en coexistencia a través de su instrumento de poder (el Derecho) y el uso de la fuerza por éste legitimada. Bajo esta premisa, es labor del Estado regular las conductas humanas con aras de establecer y respaldar un establecido modelo económico-jurídico-social (el Derecho no es un fin en sí mismo, es un medio, es un instrumento eminentemente político y será tan bueno o malo como el poder que lo utilice; aunque a mis amigos abogados les enerve escucharlo).

El socialismo es enemigo de la familia, la tribu, el clan, la iglesia, la empresa, la corporación y toda organización. Es enemigo de todo aquello que no sea fruto bendito del Partido Comunista y, en suma, del Estado. Debe ser que gozó de una relación familiar horripilante, o que dejó morir de hambre a sus hijos o que se casó con una mujer de una familia rica para nunca trabajar que Marx nunca consideró a la familia, a la libertad y al orden como ejes fundamentales de toda sociedad; para éste, solo con producción y trabajo hay sociedad. El socialismo busca colectivizar los medios de producción, eliminar la propiedad privada (donde está la propiedad familiar), eliminar las clases sociales (que no existen, por cierto) y la explotación del trabajo humano; el socialismo y el anarquismo buscan una sociedad sin jerarquías, sin poder político y sin poder económico (evidentemente no comprenden la naturaleza humana). Pero la eliminación de la estructura social es antinatural y destructora de la sociedad. Nos somete al imperio de la barbarie, al estado primitivo de zozobra, al estado de desconfianza absoluta. Donde se ha implementado el socialismo -y así lo advertí la semana pasada en este mismo medio- ha reinado el terror, la barbarie, la muerte, la destrucción y la miseria.

Apreciada Liliana: yo no estaba equivocado. El socialismo -utópico o no- es la máxima expresión de la Anarquía.

Alejandro Ortiz Morales

Por pasión, soy músico, fehaciente lector, aspirante a Filósofo y hombre de familia. De profesión, soy abogado, especialista en finanzas, especialista en Derecho financiero y bursátil, y maestrando en administración financiera. He sido empleado y consultor en diversas empresas de los sectores financiero, energético y real.

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