Se cumple el primer año de la reactivación formal del proceso de diálogo entre el gobierno y la guerrilla del ELN, con altos y bajos, siendo sus principales hitos -en perspectiva de ver el vaso medio lleno-: un cese al fuego bilateral histórico, y la instalación del Comité Nacional de Participación (CNP) como un “puente de oro” entre la Mesa de Diálogos y la sociedad.
Desde su instalación, el 3 de agosto, y hasta su reciente suspensión ad-portas del arranque del quinto ciclo en ciudad de México, el CNP, según información suministrada por su Secretaría Técnica, ha logrado avanzar con la realización de 42 de los 68 pre-encuentros y encuentros. Una labor que ha convocado a decenas de sectores sociales, poblaciones, ciudadanos y étnicos en pos de una tarea bastante compleja: avanzar en la fase del diseño de la participación.
Ahora bien, como el CNP no se creó como instancia autónoma de la Mesa y en la práctica funciona como una especie de correa de trasmisión entre la base social y política de ambas delegaciones, la suspensión de sus actividades, mientras “se evalúan los resultados parciales, la sistematización del modelo, el Plan Nacional y el conjunto de recomendaciones para la participación”, me llevan a plantearme la pregunta que encabeza está columna: ¿Y de qué participación estamos hablando?
Porque la participación que se vislumbra desde la Mesa -según reza en el Primer Acuerdo de Cuba- tiene la característica de constituirse desde múltiples apellidos, es: 1). Activa, 2). Propositiva, 3). Incluyente, 4). Deliberativa, 5). Vinculante, y 6). Eficaz (como el amor de Camilo Torres). ¡En total, son seis apellidos!
Desde una mirada de corto plazo, resulta pertinente precisar cuál de esos seis apellidos resulta teniendo mayor preeminencia en el despliegue operativo y territorial del CNP.
Y eso es algo que solo puede determinar la Mesa, claro está, porque la Mesa es el único regulador efectivo del tipo de participación que se le propone a la sociedad desde el CNP. Es algo que, sin lugar a discusión, se escapa de la jurisdicción o si acaso de la voluntad de los sectores sociales, poblaciones, ciudadanos y étnicos que han concurrido a los ya mencionados 42 pre-encuentros y encuentros.
De ahí que la suspensión temporal de sus actividades ponga en entredicho el sentido de algunos de sus apellidos, porque la participación solo se torna “vinculante” y “eficaz” en tanto así lo determine la Mesa, ya que, los sectores que han confluido a los pre-encuentros y encuentros sí gozan de la autonomía suficiente para proponer una participación “activa”, “propositiva”, “incluyente” y “deliberativa”, pero esta solo tiene un carácter “vinculante” y “eficaz” en los términos estrictos que establezca la Mesa.
Ya habrá que esperar el balance que se haga sobre el CNP en el quinto ciclo, lo que, si va quedando claro, es que, en relación al modelo y al Plan Nacional, la Mesa funge como juez y parte.
Es juez porque es la última palabra en relación a cualquier actividad del CNP; y es parte, porque los pre-encuentros y encuentros han permitido la activación o reactivación de una base social cercana a las delegaciones (más a una o a otra según se le mire), lo que, en la práctica, pone al CNP al nivel de una plataforma de organización política desde la base y no solo como instrumento coyuntural para cumplir un mandato emanado del Acuerdo de México.
Lo que me lleva a preguntarme -sin precisar el apellido más preeminente o el futuro mismo del proceso de diálogo-: ¿Habrá CNP para rato?
Ese ya será tema para otra columna y, especialmente, para otro momento.
*En la Plataforma de seguimiento al proceso de diálogo entre el gobierno y el ELN -Isegoría- se puede encontrar una amplia serie de análisis, columnas, boletines, documentos académicos, y reportajes periodísticos relacionados con este proceso. Toda esta información se puede consultar en el sitio https://isegoria.udea.edu.co/
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