Los límites del lenguaje y la formación de ingenieros en Colombia: una mirada desde Wittgenstein

« Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.»
Tractatus Logico-Philosophicus, Ludwig Wittgenstein.


En un mundo en el que la tecnología avanza a pasos agigantados y las demandas sociales exigen soluciones cada vez más sofisticadas, ¿qué rol tiene la filosofía en la formación de ingenieros? Si bien parecería que la lógica rigurosa y la teoría del conocimiento poco tienen que ver con la construcción de puentes, el diseño de sistemas complejos o el desarrollo de software, el pensamiento de filósofos como Ludwig Wittgenstein resulta crucial para que los futuros ingenieros comprendan los límites y las responsabilidades de su conocimiento.

Ludwig Wittgenstein, uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, construyó en su obra «Tractatus Logico-Philosophicus» una reflexión profunda sobre el lenguaje y sus límites. Este tratado filosófico se estructura en siete aforismos clave que exploran el papel del lenguaje como mediador de la realidad. Estas ideas no solo abordan cuestiones abstractas sobre la naturaleza de la realidad y del pensamiento, sino que también ofrecen una guía ética y crítica aplicable a la enseñanza de la ingeniería en Colombia, un país en el que los desafíos educativos y tecnológicos requieren una revisión de fondo.

Wittgenstein y los aforismos del Tractatus

Los aforismos de Wittgenstein, lejos de quedarse en el ámbito teórico, pueden iluminar aspectos cruciales en la educación. En especial, sus afirmaciones sobre la naturaleza de lo expresable y el papel de la claridad resuenan en el contexto de la ingeniería. El aforismo que abre el Tractatus, «El mundo es todo lo que es el caso«, establece una visión en la que la realidad es una red de hechos interconectados, no un conjunto de objetos aislados. En ingeniería, esto invita a ver cada proyecto como parte de un sistema mayor, una habilidad que necesita desarrollarse en los futuros profesionales para que comprendan el impacto integral de sus creaciones en el medio ambiente, la economía y la sociedad.

En otro aforismo clave, «Lo que puede ser dicho en absoluto debe ser dicho claramente«, Wittgenstein subraya la importancia de la precisión y claridad en el lenguaje. Para un ingeniero, esta enseñanza se traduce en la responsabilidad de asegurar que sus modelos, cálculos y diseños sean transparentes y comprensibles, eliminando ambigüedades que podrían resultar en errores costosos, tanto económicamente como en términos de seguridad y sostenibilidad.

Finalmente, el último aforismo, «De lo que no se puede hablar, es mejor callar«, plantea una lección de humildad científica. En ingeniería, reconocer los límites del propio conocimiento y saber cuándo no se tienen las respuestas es fundamental para evitar la sobreestimación de los modelos y de las herramientas tecnológicas. Esta actitud de humildad podría enriquecer la educación de ingenieros en Colombia, un país que, a menudo, enfrenta los retos de implementar tecnología en contextos complejos y de escasa predictibilidad.

Es relevante aquí trazar una comparación entre Wittgenstein y Bertrand Russell, quien fue mentor y amigo del joven filósofo. Russell compartía el interés por la lógica y la precisión en el lenguaje, pero su objetivo era más ambicioso en términos de obtener conocimiento cierto de la realidad. En su obra monumental «Principia Mathematica«, Russell trabajó incansablemente en el desarrollo de una lógica formal que pudiera desentrañar verdades objetivas, convencido de que el análisis lógico y el lenguaje podrían resolver problemas filosóficos y científicos de forma concluyente.

Wittgenstein, en cambio, pronto se distanció de este optimismo lógico. Para él, el lenguaje, a pesar de su poder, tiene límites insuperables; ciertos aspectos de la realidad y de la experiencia humana quedan fuera de nuestro alcance expresivo. Donde Russell buscaba certeza, Wittgenstein reconocía límites, y esta postura es invaluable en el contexto de la ingeniería, donde los modelos y las teorías, por potentes que sean, siempre omiten matices que escapan a la predicción absoluta.

Wittgenstein y Karl Popper: ciencia, falsabilidad y educación.

En contraste con Karl Popper, Wittgenstein tenía una visión diferente de la filosofía de la ciencia. Popper es conocido por su concepto de falsabilidad como criterio fundamental de toda proposición científica. Desde su perspectiva, el progreso en el conocimiento se logra mediante la formulación de hipótesis que deben ser probadas y, potencialmente, refutadas. Popper veía el conocimiento científico como una estructura en constante cambio y cuestionamiento, en la cual la crítica es el motor del avance.

Wittgenstein, por su parte, veía los límites del conocimiento no tanto como un campo a expandir a través de la experimentación y refutación, sino como una cuestión de reconocer los límites lógicos y lingüísticos que condicionan lo que podemos decir sobre el mundo. En la educación de ingenieros, la postura de Popper puede enseñar la importancia de cuestionar y probar las teorías, pero la perspectiva de Wittgenstein también es esencial: un ingeniero debe entender que el lenguaje y la técnica tienen sus límites y que no todas las soluciones pueden encontrarse mediante fórmulas.

En Colombia, donde las soluciones técnicas deben ser aplicadas a entornos sociales y medioambientales específicos, esta sensibilidad a los límites del lenguaje técnico y científico es crucial.

Colombia enfrenta un desafío profundo en la enseñanza de disciplinas técnicas. Según el Global Engineering Education Survey (2023), países como Alemania y Finlandia han implementado programas que integran filosofía y pensamiento crítico en los currículos de ingeniería. En Alemania, un 78% de los programas de ingeniería incluyen módulos de ética y lógica filosófica, en comparación con apenas el 22% en Colombia. Esta falta de formación en filosofía y epistemología limita la capacidad de los futuros ingenieros colombianos para desarrollar soluciones innovadoras y éticas en un país que enfrenta problemáticas complejas.

Estadísticas del Banco Mundial muestran que mientras el 65% de las universidades en Estados Unidos y Europa integran filosofía en programas técnicos, solo un 18% de las universidades colombianas lo hacen. Según el Informe de Competencias Globales (2022) de la OCDE, los ingenieros colombianos puntúan un 30% menos en habilidades críticas y analíticas comparado con sus pares europeos. Estos datos revelan una necesidad urgente de adoptar en la educación superior colombiana enfoques que incentiven el pensamiento crítico, tan necesario para una profesión donde cada decisión técnica implica un riesgo ético y social.

Un llamado a la incorporación del pensamiento crítico en la educación de ingeniería

Incluir el pensamiento de Wittgenstein en la educación de ingenieros no significa que deban convertirse en filósofos, pero sí en profesionales que entiendan los límites de sus propios conocimientos y herramientas. La capacidad de un ingeniero para interrogar sus propios modelos y reconocer sus limitaciones es tan vital como el dominio técnico en su área de estudio. La ingeniería en Colombia necesita un cambio de enfoque hacia una educación que, inspirada en las ideas de Wittgenstein, promueva la claridad conceptual, la humildad y una capacidad crítica que permita cuestionar lo que damos por sentado.

En un país donde los desafíos en infraestructura y tecnología están directamente ligados a problemáticas sociales, la filosofía puede ser el elemento diferenciador. Wittgenstein, al proponer que “de lo que no se puede hablar, es mejor callar”, invita a los futuros ingenieros a no suponer que el conocimiento técnico es absoluto, sino a recordar que cada solución conlleva un riesgo y una responsabilidad que deben ser valorados en su totalidad.

Por lo que la incorporación de la filosofía de Wittgenstein en la educación de ingeniería en Colombia no es solo una adición interesante; es una necesidad. En un entorno globalizado y en un país con un contexto tan complejo, la capacidad de los ingenieros para entender los límites de sus herramientas y para reflexionar críticamente sobre el impacto de su trabajo en la sociedad y el medio ambiente es fundamental. Siguiendo la enseñanza de Wittgenstein, la educación en ingeniería debe avanzar hacia una formación integral que contemple no solo el cómo de la tecnología, sino también por qué y hasta dónde debe aplicarse, construyendo así un campo más ético y comprometido con el bienestar colectivo.

Carlos Alberto Cano Plata

Administrador de Empresas y Doctor en Historia Económica, con Maestría en Administración. Experto docente, investigador y consultor empresarial en áreas como administración, historia empresarial y desarrollo organizacional.

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