Las FARC-EP han sido pésimas en el ajedrez político nacional, y eso implica su miopía frente a las lecturas políticas que puedan hacer en estos momentos de la historia del país. Piensan con los jarretes, diría alguna abuela. Primero, perpetuar sus siglas fue un error de proporciones gigantescas, que ofende a las víctimas y les va a restar caudal electoral durante unas cuantas elecciones, puesto que ello perpetúa su pasado de sangre, muerte, terror, bombas, masacres, secuestros y tomas. Qué pésima manera de reparar simbólicamente a sus víctimas saliendo de las FARC-EP para darle la bienvenida a las FARC-EP.
Por otra parte, si bien es cierto que el objetivo de todo partido político debe ser intentar llegar al poder, siendo la cúspide una presidencia de la república, también hay que saber cuándo ese intento de llegar al poder es conveniente y cuándo no. Es decir, hay ocasiones en las que, aunque un partido político sea consciente de que no va a lograr la presidencia de un país, lanzan candidato como una especie de pedagogía de su ideología, como momento para recorrer el país y reforzar la confianza de sus electores en la doctrina propia; o simplemente para mostrarle al pueblo la realidad política del país. Recuerdo alguna entrevista en la que le preguntaron a Carlos Gaviria sobre qué iba a hacer si llegaba a la presidencia, y respondió que nada: primero, porque no podía hacer algo con un congreso de derecha; y segundo, que sabía que no iba a llegar al poder, pero tomó esa candidatura como un ejercicio pedagógico, como buen maestro que era, para mostrarle a la gente la realidad colombiana, a sabiendas de que no iba a ganar la presidencia.
Con la inoportuna candidatura de Rodrigo Londoño (hay que dejar los alias), los precandidatos de Uribe, y hasta Vargas Lleras, ya andan buscando esos sectores que votaron por el No en el plebiscito por la paz, y aun con la elucubración fantasiosa de que Colombia va a caer en las manos del castrochavismo (Lleras un poco más solapado con este asunto). Esa amenaza seguirá más viva que nunca con la candidatura de máximo jefe de las FARC-EP.
Haciendo las veces de oráculo, me atrevo a asegurar que el que diga Uribe, junto con Vargas Lleras, intentarán que los colombianos nos imaginemos un “terrorista Timochenko presidente” y sembrarán la posibilidad de que ahora sí Colombia podrá ser Venezuela o Cuba a menos de que voten por ellos.
Lo correcto debió haber sido que este nuevo partido depusiera una candidatura presidencial por lo que arriba esbozo. Tener a Londoño en las Presidenciales no le conviene, en lo absoluto, a la otrora guerrilla, y mucho al menos al país, al menos por ahora. Provocarán que el debate se centre otra vez en la posibilidad de que el comunismo se apodere de Colombia y muy posiblemente la cuestión de la corrupción salte a un segundo plano. Ahora, “hacer trizas el acuerdo” sí que podrá ser un imperativo de la derecha y extrema derecha.
En este sentido, si las FARC-EP, como guerrilla, les dieron el trono a los anteriores presidentes, desde Pastrana hasta Santos (incluso desde antes), no nos extrañemos que con su miopía política, ya como partido, vuelvan a montar al uribismo a Palacio. Se clavaron el puñal. Su tarea debió ser tratar de ganar la confianza de sus electores, desde los demás escenarios de elección popular, no desde una candidatura presidencial.