Así como The Economist, el New York Times es una gran casa editorial y de noticias que, como cualquier otra, no está exenta de errores. Pero a lo que uno no se acostumbra de tan respetables y centenarias instituciones es la parcializada visión que tienen sus encargados o corresponsales que cubren Colombia y que parecieran ser eternos funcionarios del gobierno Santos o simpatizantes de la Farc.
Cuando se leen los informes que hacen sobre Colombia, no sabe uno si llorar, reír o enojarse. La semana anterior salió otro “equilibrado” e “imparcial” artículo del New York Times sobre la situación del supuesto “acuerdo de paz” firmado hace cinco años entre las Farc y su presidente en Palacio, que, a la luz de estos periodistas, fue un hito en la historia de la paz en el mundo, pero que evidencia la sistemática ignorancia, o complicidad, de los autores sobre las verdaderas intenciones y naturaleza de semejantes actores, hechos el uno para el otro.
Es recurrente en la “argumentación” de estos medios las siguientes falacias: 1) El pacto alcanzado gracias al patrocinio irresponsable de Obama fue un acuerdo de “paz” y no de impunidad extorsiva, como realmente lo es. 2) Las Farc son un grupo rebelde que nunca pudo ejercer como actor político en un país no democrático. 3) Como fieles correligionarios del falso y corrompido argumento de las “causas objetivas o materiales de la violencia”, que se sigue enseñando en colegios y universidades nacionales e internacionales, los miembros de este grupo criminal son un colectivo de víctimas, y no de victimarios, que por culpa de la pobreza y la desigualdad se vieron obligados en contra de su voluntad a convertirse en un cartel narcoterrorista. 4) El culpable de que no se haya cumplido el mal llamado acuerdo de paz es, supuestamente, el gobierno actual, que no oculta su oposición a semejante manguala. Pero sospechosamente nunca mencionan los inocultables engaños e incumplimientos del grupo criminal, ni pasa por sus cerebros, atiborrados de las mentiras que Sergio Jaramillo esparció tan bien en el mundo, que el acuerdo no puede cumplirse, no por falta de voluntad, sino porque además de inmoral, fue irresponsable y pésimamente diseñado, ya que la prioridad nunca fue la paz, las víctimas ni la viabilidad de semejante adefesio, sino crear un mecanismo de impunidad y lavado de activos descomunal para los cabecillas de un cartel narcotraficante y, de otro lado, lograr una medallita en Oslo para Santos. 5) También insisten en que la Jurisdicción Exculpatoria de las Farc, la JEF, es un “ambicioso tribunal de justicia transicional”. Nos creen idiotas. 6) Y, “extrañamente”, no logran entender que la violencia que vuelve a campear en Colombia no es por culpa de “nuevos” grupos delictivos surgidos luego del acuerdo fallido “por culpa del gobierno”, sino que son los mismos bandidos de antes con nombres y brazaletes distintos, quienes nunca dejaron el negocio.
Uno no sabe si tanta idiotez es ignorancia o complicidad gratuita.
Tomado de: El Colombiano
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