Los desheredados de la suerte: sobre el campesino que no “cuenta” y el emprendedor rural

“Al finalizar el video, me pregunté: ¿un campesino que aún no sigue contando? En efecto, lo anterior me llevó a las luchas, por parte del campesinado, por tener un reconocimiento dentro del ideal y proyección de la nación».


Poco después de darme una pausa, con relación a la tesis de maestría, seguí con mi labor de archivo. Revisar y analizar documentos viejos es una labor fascinante y dura (no soy historiador, soy abogado). Es sentirse dialogando con diferentes personas que plasmaron ideas que reflejaron el contexto de su tiempo. Entender el contexto en que fueron emitidos esos documentos implica no juzgar a las personas que colocaron sus palabras en ellos, sino el de realizar un análisis del documento y contar lo que se observa. Me encanta oler los folios, palpar su textura y su material. Ver sus diferentes tonalidades y hasta escuchar los sonidos que se producen al tocarlos –cuando están físicamente–. Para el caso del archivo que se encuentra digital, la experiencia es igual de grata –incluso más imaginativa–.

Muchos archivos del siglo XlX y XX huelen a progreso y modernización; ahora bien, este, del que les voy a contar, narrará una historia sobre el campo colombiano en los años 30. Debo empezar por mencionar que mi tesis, en términos generales, es sobre las representaciones del campesino en la República Liberal –por lo menos el primer capítulo–. En este contexto me encontraba revisando el archivo del diario El Tiempo de la época, cuando me topé con una nota, de 1934, titulada “La reforma agraria. Carta abierta al Dr. Alejandro López”. En la carta, probablemente escrita por un campesino que se identificaba al final como Leopoldo E Suarez M, se imploraban soluciones a los problemas que aquejaban al campo y a aquellos que viven en él. Como portavoz, de quienes él mismo denominaba “desheredados de la suerte”, aseguraba que las soluciones ya se han reclamado desde el campo colombiano.

En esta carta se quejaba del problema de las parcelaciones[1] y, sobre todo, con respecto al cultivo y explotación de la tierra. Establecía que era imposible cultivar un “pedazo de tierra completamente improductiva”; tomando como ejemplo el maíz, aseguraba que el tiempo que hay desde la “instalación” del campesino hasta la “recolección de la primera cosecha” era de aproximadamente nueve meses. Por lo tanto, enfatizaba en que era un tiempo demasiado largo como para sobrevivir en el campo.

Lo que me sorprendió no fue el lapso entre la siembra y la cosecha, aunque sea un factor relevante, sino el hecho de que se refiriera a los campesinos como “desheredados de la suerte” (no estoy seguro de que la carta proviniera de un campesino[2]). A lo largo de la revisión de archivos he encontrado que al campesino de los años 30 se le atribuían características como “poco dado a la tierra”, “pobre material humano”, “poco trabajador”, como alguien que no tenía la fortuna del obrero de las grandes ciudades, a quien la prestaban mayor atención por generar votos en momentos electorales, etc. En general, era un sujeto desdichado, en las representaciones que se producían de él[3], por haber nacido en el campo, y que no contaba para el Estado y sus instituciones.

Ahora bien, revisando algunos aspectos de mi tesis, me encontré con un video del 11 de septiembre de 2020 de la UPRA – Unidad De Planificación Rural Agropecuaria– en donde explicaban qué era la frontera agrícola. En este video se referían al campesino como “emprendedor rural”. Los términos “emprendedor”, “emprendimiento”, etc., de por sí me rechinan, no obstante, que la categoría sea usada por una institución estatal, para referirse al campesinado, me genera escozor.

Al finalizar el video, me pregunté: ¿un campesino que aún no sigue contando? En efecto, lo anterior me llevó a las luchas, por parte del campesinado, por tener un reconocimiento dentro del ideal y proyección de la nación.  Ya que, por ejemplo, después de 16 años de una lucha liderada por La Vía Campesina, la ONU, en el 2018, aprobó la Declaración sobre los Derechos de los Campesinos. Esta iniciativa, originada en Indonesia, buscaba proteger los derechos de las personas que trabajan en el campo.

Así mismo, por la misma época, en Colombia, la Corte Constitucional ordenó al gobierno realizar una serie de acciones para reconocer y proteger sus derechos. Esta decisión judicial se sumó a los esfuerzos para garantizar la justicia social en las zonas rurales. La sentencia de la Corte Constitucional fue el resultado de una acción de tutela interpuesta en 2017 por 1700 campesinos y campesinas, con el apoyo de Dejusticia, bajo el lema ‘Para que el campesinado cuente tiene que ser contado’. Su objetivo era, entre otros aspectos, la inclusión de los términos campesino y campesina en las categorías censales.

¿El campesino debe contar?, sí, pero como campesino[4]. Usar conceptos como el de emprendedor –empleado frecuente en las zonas urbanas para referirse a alguien que comienza un negocio– en el campo colombiano es negar una serie de luchas y derechos que se han forjado desde el movimiento. Ahora, este concepto de “emprendedor” no es un problema menor cuando en el Foro LR «Diálogos que suman por Colombia», en el que se habló de una agricultura sostenible y empresarial en Colombia, el presidente de Alqueria sugirió que era necesario “que los campesinos se vean como una microempresa que va a crecer».

Lo anterior, cobra mayor importancia por la situación que se vivió en Florencia- Caquetá el 5 de septiembre de 2024, en el contexto del encuentro regional para actualización del Plan de Acción de Biodiversidad (PAB)[5], en donde no se convocó al campesinado para ser tenido en cuenta dentro de la discusión medioambiental. Existen otros escenarios en donde sí son convocados, no obstante, la mayoría de esos espacios tienen relación con su dimensión productiva. Es curioso que en muchas ocasiones no se tenga en cuenta al campesinado dentro de estas discusiones, y que se estigmatice y se le señale como un enemigo del medioambiente, cuando son las grandes empresas las que explotan los recursos naturales de manera indiscriminada.

Por décadas el campesino ha sido reducido a una dimensión productiva, incluso le Ley, a lo largo de la historia, ha condicionado la titularidad-propiedad de la tierra a su explotación y producción –aspecto que no sucede con la propiedad en las zonas urbanas, con respecto a la función social de la propiedad–. El hecho de que emerjan nuevos conceptos como el de “emprendedor rural”, vinculado con una microempresa y la tierra, lejos de reconocer la complejidad de la vida campesina, refuerzan esta tendencia a instrumentalizar la tierra y el trabajo en estos espacios, a pesar de los esfuerzos de los movimientos y del apoyo de muchas organizaciones para que los campesinos cuenten dentro del Estado colombiano.

Nota

En un caso hipotético, en el 2024, Leopoldo E Suarez M, escribiría una carta en donde afirmaría, con mayor fuerza, que los “desheredados de la suerte”, desde los movimientos campesinos, han denunciado insistentemente las problemáticas del campo colombiano y han exigido que ‘para que el campesinado cuente tiene que ser contado no solo en su dimensión productiva’.


 

[1] Para ampliar este contexto leer a Catherine LeGrand en Colonización y protesta campesina en Colombia (1850-1950)

[2] Hago referencia a esto, debido a que pudo haber sido escrito por alguien de la editorial haciéndose pasar por un campesino, o un propietario de un latifundio.

[3] La representación o imagen no siempre habla de la realidad o sobre cómo era una población.

[4] Según Natalia Robledo Escobar, denominados con mayor frecuencia “labradores” en el periodo colonial y campesinos en los inicios de “República”. “Lo que va del labrador al campesino: representaciones sociales en el actual territorio colombiano, 1780-1866”.

[5] En el contexto de la cumbre de biodiversidad, la COP-16, que se llevará a cabo del 21 de octubre al 1 de noviembre en la ciudad de Cali.

Daniel Ricardo Riaño García

Estudios Culturales | Psicología Jurídica | Derecho |

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