Los abogados y el ojo de buen cubero

“Todavía recuerdo que cuando en el consultorio jurídico me tocaba escuchar a las personas, y me tomaba mucho tiempo tratar de entender sus necesidades y enfocar el relato que me daban en un trámite jurídico que se pudiera adelantar desde esa instancia. Lo que era aún peor, comunicar la asesoría jurídica a alguien que posiblemente no entendía nada de lo que le hablaba, lo que me hacía pensar en ese momento que tener estudios de Derecho no necesariamente te hacía abogado”.


LOS ABOGADOS Y EL OJO DE BUEN CUBERO

La expresión “a ojo de buen cubero” se usa para referirse a medir algo de forma imprecisa, sin la ayuda de ningún tipo de peso o medida. Esta expresión se popularizó gracias a los cuberos, los artesanos que fabricaban cubas, que eran recipientes de madera para contener agua, vino, aceite, etc. En aquella época, no existía una reglamentación específica sobre las medidas y capacidad que debía tener cada cuba, pero se intentaba estandarizar. Los cuberos destacaban por su buen ojo y su capacidad para crear barricas, prácticamente iguales unas a otras.

Esta columna obedece a dos situaciones. La primera tiene que ver con una columna que publiqué hace algunas semanas en la cual recomendaba el libro «Pensar rápido, pensar despacio» de Daniel Kahneman. Muchas personas me manifestaron no entender la razón por la cual esta obra aparecía en el escrito o la relación que tenía con los estudiantes de derecho. La segunda situación se refiere a los comentarios que he recibido de muchos colegas abogados sobre cómo su experiencia les permite entender las necesidades de sus clientes más rápido, aunque esto a veces los lleve a cometer errores o a estar encartados con la asesoría sin querer reconocerle a sus clientes que se equivocaron.

Todavía recuerdo que cuando en el consultorio jurídico me tocaba escuchar a las personas, y me tomaba mucho tiempo tratar de entender sus necesidades y enfocar el relato que me daban en un trámite jurídico que se pudiera adelantar desde esa instancia. Lo que era aún peor, comunicar la asesoría jurídica a alguien que posiblemente no entendía nada de lo que le hablaba, lo que me hacía pensar en ese momento que tener estudios de Derecho no necesariamente te hacía abogado.

En ese entonces, era común que mis profesores y asesores me dijeran que escuchar a las personas para luego darles asesoría no era algo que en el derecho te enseñaran, sino que era algo que se perfeccionaba. Casi todas nuestras clases se basaban en la cátedra magistral, donde se nos impartía un gran conocimiento pero estrictamente teórico, lo cual generaba que fuera muy difícil de aplicar, especialmente cuando tratábamos con personas del común. En otras palabras, el abogado aprendía a escuchar a las personas y a comunicar las posibilidades jurídicas que estas tenían de manera intuitiva, y era la experiencia la que nos llevaba a refinar este proceso y hacerlo de manera eficiente.

Pero en este proceso también es usual que el abogado se confíe demasiado de su experiencia y crea saber mucho más que sus clientes sobre lo que ellos necesitan, lo que lo lleva a cometer muchos errores.

«Pensar rápido, pensar despacio» de Daniel Kahneman es un libro fascinante  aunque complejo de leer y que explora cómo funciona nuestra mente. Kahneman, un psicólogo y premio Nobel, describe dos sistemas de pensamiento:

  1. Sistema 1: Es rápido, automático e intuitivo. Este sistema nos permite tomar decisiones rápidas sin mucho esfuerzo consciente, pero a veces puede ser propenso a errores y sesgos.
  2. Sistema 2: Es más lento, deliberado y lógico. Este sistema se activa cuando necesitamos pensar de manera más profunda y analítica, aunque requiere más esfuerzo y energía.

El libro también aborda varios conceptos importantes como los sesgos cognitivos, la heurística, y cómo nuestras decisiones pueden ser influenciadas por factores que no siempre somos conscientes. Kahneman utiliza una gran cantidad de ejemplos y estudios para ilustrar cómo estos dos sistemas interactúan y afectan nuestra vida diaria.

Existen muchos sesgos cognitivos que afectan nuestras decisiones y juicios. Aquí te menciono algunos de los más comunes:

  1. Sesgo de confirmación: Tendemos a buscar y valorar más la información que confirma nuestras creencias preexistentes, ignorando o desestimando la información que las contradice.
  2. Sesgo de anclaje: Nos aferramos demasiado a la primera información que recibimos (el «ancla») al tomar decisiones, incluso si esa información es irrelevante.
  3. Sesgo de disponibilidad: Juzgamos la probabilidad de eventos basándonos en la facilidad con la que podemos recordar ejemplos de esos eventos. Por ejemplo, podríamos pensar que los desastres naturales son más comunes de lo que realmente son si hemos visto muchas noticias sobre ellos recientemente.
  4. Efecto halo: Nuestra impresión general de una persona influye en cómo evaluamos sus características específicas. Por ejemplo, si alguien nos cae bien, es más probable que pensemos que es competente y amable.
  5. Sesgo de retrospectiva: Después de que algo ha sucedido, tendemos a verlo como más predecible de lo que realmente era antes de que ocurriera. Esto se conoce como el «fenómeno de ‘lo sabía desde el principio'».
  6. Efecto de arrastre: La probabilidad de que adoptemos una creencia o comportamiento aumenta si muchas otras personas ya lo han adoptado. Es el famoso «seguir a la multitud».

La teoría presentada en «Pensar rápido, pensar despacio» de Daniel Kahneman tiene varias aplicaciones relevantes en el ejercicio del Derecho. Aquí te explico algunas de las principales conexiones:

  1. Toma de decisiones judiciales: Los jueces y abogados, como cualquier ser humano, están sujetos a los sesgos cognitivos que Kahneman describe. Por ejemplo, el sesgo de confirmación puede llevar a un juez a buscar y valorar más la evidencia que confirma su hipótesis inicial sobre un caso, ignorando pruebas que la contradicen.
  2. Evaluación de pruebas: El sesgo de disponibilidad puede influir en cómo se evalúan las pruebas. Si un abogado o juez ha tenido experiencias recientes con ciertos tipos de delitos, puede sobreestimar la probabilidad de que un acusado sea culpable basándose en esos recuerdos recientes.
  3. Negociación y mediación: En la resolución de conflictos, los efectos de anclaje pueden influir en las negociaciones. La primera oferta en una negociación puede servir como ancla y afectar las expectativas y decisiones subsiguientes de ambas partes.
  4. Percepción de la justicia: El efecto halo puede afectar cómo se percibe la credibilidad de los testigos o la imparcialidad de los jueces. Si un testigo tiene una buena apariencia o se presenta de manera confiada, puede ser percibido como más creíble, independientemente de la solidez de su testimonio.
  5. Formación y capacitación: Conocer estos sesgos y heurísticas puede ser crucial en la formación de abogados y jueces. Al estar conscientes de estos sesgos, los profesionales del derecho pueden tomar medidas para mitigarlos y tomar decisiones más justas y equilibradas.

Para finalizar, «Pensar rápido, pensar despacio» es una herramienta valiosa para la enseñanza del Derecho, ya que ayuda a futuros abogados y jueces a comprender y mitigar los sesgos cognitivos, mejorar la toma de decisiones y evaluar pruebas de manera más objetiva y justa.

Carlos Andrés Gómez García

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