Logoi – Petroglifo

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
 
Mauricio Montoya y Fernando Montoya

«Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas».

Umberto Eco.

Tal vez la palabra postear, en su acepción informática, sea una de las más populares en la actualidad. Millones de personas postean (escriben) a diario en las diferentes redes sociales, ya sea con el fin de narrar sus experiencias, dar su opinión o controvertir la manifestada por otros. Los foros, los chats, el muro de Facebook, la caja de comentarios de YouTube y el post de X (antiguo Twitter) son algunas de las nuevas formas de comunicación de impacto, pues según los expertos, gracias a la red (Internet), nuestros mensajes tienen hoy un mayor alcance.

Pero no siempre fue así. Durante mucho tiempo existieron medios como el correo, la carta, el telegrama, el telégrafo, el teléfono, el beeper, entre otros, que sirvieron como herramientas de comunicación y cuyos alcances eran limitados en cuestiones de territorio, tiempo y dinero. Bastaría con preguntar a nuestros abuelos sobre el precio del envío de un telegrama, el cual se calculaba teniendo en cuenta las palabras que lo componían. Tal vez por eso, muchos telegramas eran concisos y parecían encriptados, siendo necesario un interprete que conociera la situación a la que se hacía referencia en el texto.

No obstante, y a pesar de los avances tecnológicos que incluyen teléfonos celulares e IA (inteligencia artificial), los recientes hallazgos arqueológicos en los Rápidos de Atures, en el río Orinoco, en la frontera entre Colombia y Venezuela, demuestran que desde tiempos prehistóricos nuestros antepasados buscaron comunicar mensajes y dejar un legado importante a las futuras generaciones, las cuales tendrían que interpretar el sentido de los centenares de grabados o petroglifos que quedaron plasmados, sobre todo en piedras, en diferentes partes del mundo.

Es menester decir que a diferencia de nuestros nativos digitales, criticados severamente por Umberto Eco, los hombres y mujeres que nos precedieron en etapas prehistóricas dejaron ver en la pintura rupestre, como la denominarían después los estudiosos, estilos de la vida cotidiana, formas de relación, figuras abstractas y una compleja cosmovisión del momento en el que vivieron.

En este contexto, petroglifo es la palabra que traemos para nuestra columna de hoy. Derivada del griego, significa “grabado sobre roca”, y se encuentra compuesta por los términos Pétra (piedra) y glyphos (grabado). Desde el monolito del Uluru (Australia), pasando por las cuevas de Mogao en Asia, los petroglifos del desierto de Namibia en África, el complejo rupestre de Pontevedra (España) en Europa y hasta llegar a Chiribiquete (Colombia), el arte rupestre es un enigma que los científicos buscan descifrar. Animales, figuras geométricas y representaciones humanoides son un reto para la comprensión de nuestro pasado.

Si pudiéramos comparar (algo que resulta siempre complejo) esta riqueza tallada sobre las rocas (petroglifos) con algún otro tipo o modelo de arte, podríamos pensar en la escritura sobre caparazones de tortugas encontrados en China; los grabados de las pirámides de Egipto; las inscripciones de Behistún (Irán); los frescos de Pompeya; la piedra rosetta; las estatuas de San Agustín (Colombia); el arte abstracto de Picasso (Guernica) e incluso el grafiti (¡cómo olvidar los famosos grafitis de Mayo de 1968!). Todas y cada una, formas simbólicas o literales para contar o denunciar acontecimientos de su tiempo.

Hoy cuando se publica cualquier cosa que además se toma como verdadera, sin ser cuestionada, deberíamos apelar más a la sindéresis (buen juicio) para así no engrosar las legiones de idiotas de las que hablaba Umberto Eco.

 

Logoi

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

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