Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya
En 1990, el mundo hispano conoció la traducción del libro “Orientalismo” de Edward Said, una obra en la que el autor establece el término de orientalismo como un concepto crítico que define la forma reduccionista con la que los occidentales representan su visión de Oriente, especialmente de Oriente Medio. Igualmente, Said fue un estudioso de los asuntos comunicacionales y, en otro de sus textos (Cubriendo el Islam), desentrañó la manera cómo los medios determinan nuestra óptica de las realidades del mundo, fundamentalmente del Islam.
Después de los atentados de las Torres Gemelas (11 de septiembre de 2001), los medios de comunicación popularizaron la palabra Oriente y la convirtieron en sinónimo de terrorismo. Valga recordar que por aquella época, el editorial de un periódico colombiano se atrevió a decir que Oriente representaba la barbarie y el atraso, en contraposición a Occidente que simbolizaba la civilización y la cultura. En la actualidad, esta palabra (Oriente) vuelve a ser portada y titular debido a los hechos que se vienen presentando en territorios como Palestina, Siria, Yemen, Irak y Líbano.
No obstante, la historia cuenta que el llamado Oriente Próximo (antiguamente Mesopotamia y en la actualidad Irak) fue el escenario en el que florecieron cuatro grandes civilizaciones (Sumerios, Asirios, Acadios y Babilonios). Allí estuvo la cuna de la escritura cuneiforme, de los zigurat (templos) y de la espléndida biblioteca de Asurbanipal. No está de más, recomendar a nuestros lectores ese gran libro del arqueólogo Samuel Kramer que lleva por título “La historia empieza en Sumer”.
De igual manera, en estos países que hoy están en conflicto nacieron grandes poetas, doctrinas religiosas, filosofías como el sufismo y reconocidos califatos como el Omeya y el Abasí. Un relato muy bello es aquel que cuenta sobre el nombre que los romanos le dieron al actual Yemen, conociéndolo en la antigüedad como la Arabia Feliz, dejando claro que era un lugar de tránsito de caravanas, por el que circulaban variedad de productos como el café, el incienso y el sándalo… Además, no puede olvidarse el elogio que el profeta Mahoma dirigió al pueblo de Yemen: “los mejores hombres son los hombres de Yemen, la creencia es yemení y la sabiduría también. Yo me siento yemení”.
En el caso del Líbano, sus más de 15 años de guerra en la segunda mitad del siglo XX, la migración de centenares de palestinos (muchos adiestrados para la guerra), las invasiones israelíes que perpetraron masacres como las de Sabra y Chatila (1982) y el protagonismo religioso y político/militar de Hezbolá (Partido de Dios), han marcado su agenda contemporánea y es lo que el resto del mundo observa diariamente.
Pero a pesar de todo esto, el Líbano posee unas tradiciones milenarias que se desconocen. Territorio original de los fenicios (grandes navegantes, comerciantes e inventores del alfabeto); lugar de encuentro de musulmanes, cristianos y drusos; y escenario de maravillosas ciudades como Byblos, bautizada así por los griegos quienes importaban desde allí el papiro, y Baalbek, en la que se conservan una gran cantidad de vestigios colosales del imperio romano.
Vale decir que Oriente es una denominación cardinal y etimológicamente proviene del latín “oriens”, que es el participio del verbo “orīri”, que significa nacer o aparecer. Es por eso que se dice que el sol nace por el oriente, expresión que se le debe al poeta latino Horacio. Un caso curioso de su uso es el que se le atribuye en el nombre de la República Oriental del Uruguay, el cual denota que ese país está al oriente del Río Uruguay y, por eso, a los uruguayos suele llamárseles orientales.
Históricamente, fueron los británicos, en el siglo XIX, quienes dieron nombre a la región al denominarla Middle East (Oriente Medio), una referencia con características coloniales y que, en 1917, bajo la Declaración de Balfour, generó gran parte de los conflictos que se padecen en la zona hasta hoy. No es impreciso afirmar que los europeos y algunos de sus aliados han sido responsables, por acción u omisión, de muchos de los problemas que han estallado en países de Asia y África. Basta con ver lo que sucede en Palestina, específicamente en la Franja de Gaza y Cisjordania, donde se está tipificando un Genocidio.
Además, el concepto de Oriente Medio tiene en geopolítica una versión más amplia (Gran Medio Oriente), atribuida al entonces general Ariel Sharón, y que, geográficamente, abarca desde Mauritania hasta Cachemira, y desde Etiopía y hasta el Cáucaso.
Lo acaecido en Siria recientemente es un ejemplo de los intereses de algunas potencias por controlar un territorio como los Altos del Golán (ocupado por Israel desde 1967), estratégico en términos militares y con un recurso tan importante como el agua. Asimismo, la zona ha sido escenario de disputas geopolíticas e ideológicas, así lo demuestran el control que han tenido los imperios desde antaño, la influencia del chiísmo iraní y las bases (aérea y naval) que tienen los rusos en Siria.
Sin embargo, en esta nación se han conservado ciudades como Palmira, Alepo, Antioquía -hoy parte de Turquía- (lugar donde, según el libro de los Hechos de la Apóstoles, se les llamó por primera vez cristianos a los seguidores de Jesús) y Damasco, capital del país y donde la mezquita omeya alberga como reliquia la cabeza de Juan el bautista y un minarete dedicado a Jesús, en el que se narra la creencia de que ese será el lugar en el que se hará efectiva la parusía (segunda venida de Jesús para el juicio final).
Otra acepción curiosa de Oriente es la que trae una canción de Henry Fiol que lleva ese nombre y se refiere a una región de Cuba donde comenzaron tanto las luchas independentistas de Antonio Maceo y José Martí contra España, como la revolución que llevó a Fidel Castro a tomar el poder en la isla, después de derrocar a Fulgencio Batista en 1959.
Finalmente, pensar un concepto como el de Oriente significa comprender su riqueza y eliminar los estigmas que se han tejido sobre este. Es más que necesario buscar la unidad entre Oriente y Occidente. Ya lo afirmó una vez el maestro iraní Abdu’l-Bahá, fundador de la fe bahá’í, cuando dijo: “Oriente y Occidente deben unirse para complementarse uno al otro en lo que les falta. Esta unión traerá consigo la verdadera civilización, en la que lo espiritual se expresa y se lleva a cabo en lo material”.
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