Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
–Mauricio Montoya y Fernando Montoya
“En boca cerrada no entran moscas”.
Dicho popular.
Pedro Gargantilla Madera es un médico y escritor español, cuyas inquietudes intelectuales lo han llevado por diferentes aspectos de la historia de la Medicina. En uno de sus artículos, titulado: “Historia clínica del emperador”, el cual fue presentado en un coloquio internacional realizado en el año 2000 en el marco del quinto centenario del nacimiento del emperador Carlos V de Alemania (conocido en España como el Rey Carlos I), el galeno aseveró que el famoso dicho popular que sirve como epígrafe a esta columna tuvo sus orígenes en una anécdota que le sucedió al rey, quien sufría de prognatismo (una deformación de la mandíbula que le obligaba a mantener la boca entreabierta) y en uno de sus viajes, específicamente a Calatayud (Zaragoza), un aldeano le gritó: “Cerrad la boca, majestad, que las moscas de este reino son traviesas”.
No obstante, el dicho popular ha evolucionado a lo largo del tiempo, especialmente en su sentido, llegando a relacionarse con una forma de advertencia o amenaza proferida entre los integrantes de mafias, carteles o bandas delincuenciales para amedrentar y, así mismo, instaurar una ley del silencio que les permita protegerse de caer en manos de la justicia. En este contexto, el término que traemos para nuestra columna de hoy es omertá. Concepto proveniente del italiano (omertà) y que es definido como una norma o código, no escrito, que rigió y rige entre los mafiosos y se traduce coloquialmente como la “ley del silencio” en la que los integrantes de la mafia permanecen callados ante las autoridades y no se incriminan o traicionan entre ellos, so pena de ser castigados, por sus propios socios, con la muerte propia o de los suyos. Pero la omertá suele también ampliar sus tentáculos para estrangular a todos aquellos que buscan denunciarla. Según Reporteros sin Fronteras (RSF) en 2023, a nivel mundial, 45 periodistas fueron asesinados en el ejercicio de su profesión. En casos como el de líderes sociales, sólo por mencionar a Colombia, la defensoría del pueblo reseña 181 casos de homicidio.
Escenarios de este tipo no son ajenos a nuestras tierras. Mafiosos que se cuidaban entre ellos, delincuentes que se “guardan las espaldas” o corruptos que prefieren caer solos antes que denunciar a sus mecenas o promotores. Ejemplos recientes, en Colombia, que dejan ver ese vaivén entre la omertá y la denuncia, son textos como el de Laura Ardila (La Costa Nostra) en el que, ya desde la ironía del título (alusivo a la “Cosa Nostra”, una denominación para referirse a la mafia Siciliana) se presenta la corrupción, el clientelismo y el nepotismo de un clan político colombiano como el de “Los Char”.
Mucho se discute si la omertá puede ser vista como lealtad o fidelidad hacia alguien o algo (grupo organizado) cuando se está frente a una autoridad, legal o ilegal, que desea obtener cualquier tipo de información. Durante las dictaduras militares, en varios países de nuestro continente, la tortura fue una de las acciones de lesa humanidad que buscaba “quebrar” al torturado para que delatara a sus compañeros o diera nombres de personas que luego eran también buscadas y torturadas. Sin embargo, ya lo decía Eduardo Galeano: “…No es verdad que el torturado diga la verdad… El torturado canta mejor que Gardel, dice cualquier cosa, todo torturado se convierte en novelista en el acto y en un gran novelista, no se tortura para obtener información, eso es falso, se tortura para sembrar el miedo”.
Un caso particular, en el panorama de las guerrillas colombianas, fue el de Jaime Arenas Reyes, quien fuera un militante activo del ELN; pero que tras su deserción sería considerado como un traidor por Fabio Vásquez Castaño y condenado, por este mismo, a ser ajusticiado. Jaime escribiría un texto llamado “La guerrilla por dentro” en el que denunciaba, entre otras cosas, los abusos de los comandantes. Su asesinato se produjo en el centro de Bogotá, en 1971, a manos de un comando del ELN en una acción denominada “operación Aguilucho”.
La historia recordará que fue Tommaso Buscetta, en 1983, uno de los primeros mafiosos que rompió con la omertá y reveló centenares de secretos de la mafia Siciliana. Además, nuestra pupila cinéfila no olvidará la trilogía de “El Padrino” dirigida por Francis Ford Coppola.
En la actualidad, pactos como los de la omertá siguen vigentes en el imaginario colectivo. Incluso, otros refranes populares como aquel que dice que “el pez muere por la boca” han terminado por convertirse en expresiones para avalar la “ley del silencio”.
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