Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya
“Todos los días son aniversarios que una memoria infiel no conmemora: aniversarios de lejanas dichas, de sueños, de inquietudes y de auroras”
Cesar Brañas
La particular idea del actual gobernador de Antioquia (Andrés Julián Rendón) de promover un referendo de independencia fiscal hace pensar, otra vez, en la época de los Estados soberanos, durante el siglo XIX, cuando el país llevaba por nombre Estados Unidos de Colombia y estaba conformado por 9 territorios autónomos, un proyecto que estuvo vigente desde 1863 hasta 1886. Además, trae al recuerdo el descalabro de Carles Puigdemont y su intento de autonomía fiscal en Cataluña o la fallida consulta de los cartageneros en 2010 con el fin de independizarse y controlar sus impuestos. Ideas que rayan en un delirio egocéntrico y regionalista. Tan descabellado como si Puerto Rico buscara, actualmente, independizarse de su vínculo con los EE UU.
Para julio del año 2010, cuando se conmemoraba en Colombia el bicentenario de nuestra independencia (20 de julio), la Universidad de Antioquia reconoció con el “Premio de Memoria 2009” a Jaime León Álzate por una obra titulada “las caras de la moneda”, una propuesta que interrogaba nuestra historia política de una manera bastante creativa. El artista había impreso una variedad de billetes colombianos de distintas denominaciones, históricos y actuales, y con ellos había formado la palabra IN – DEPENDENCY. Una apuesta atrevida que se sumaba al lema “No hay nada que celebrar”, el cual hacía alusión a la inconformidad manifestada, por diferentes sectores, frente a las celebraciones patrias. El movimiento anarquista colombiano, por ejemplo, declaró: “Hoy, y luego de 200 años del supuesto “grito de independencia”, permanecemos bajo formas de esclavitud y despotismo encubiertos en varias fases de nuestra vida. ¡No hay nada que celebrar!”.
Si miramos el calendario, julio ocupa el tercer puesto en relación con las celebraciones de fiestas patrias o de independencias en el mundo, pues 24 países dieron su grito de independencia en ese mes; siendo superado, tan sólo, por agosto que cuenta con 28 gritos patrios y septiembre con 25.
Entre las independencias más reconocidas y que se recuerdan cada séptimo mes del año, encontramos: Canadá y Rwanda (1 de julio); Bielorrusia (3 de julio); EE.UU (4 de julio); Venezuela y Argelia (5 de julio); Argentina y Sudán del Sur (9 de julio); Francia (14 de julio); Eslovaquia (17 de julio); Colombia (20 de julio); Liberia (26 de julio); Perú (28 de julio); entre otras. Todas y cada una de estas fechas, con sus circunstancias particulares, rememoran la firma de una declaración independentista, la cual es el producto de múltiples luchas en diferentes campos de batalla.
Pero las fiestas nacionales no han estado exentas de polémicas. En 1994, verbigracia, Rwanda conmemoraba su independencia, mientras se perpetraba uno de los más aterradores genocidios en su historia; EE.UU celebra su independencia el 4 de julio, pero la votación de los patriotas se llevó a cabo el 2 de julio y la firma del acta el 2 de agosto; Venezuela discute el rol jugado por Francisco de Miranda en la consolidación de la primera República (1811 – 1812); Argentina se debate entre el 25 de mayo y el 9 de julio; Francia polemiza entre el 14 de julio de 1789 o el 14 de julio de 1790 (la primera fecha asociada con la toma de La Bastilla y la segunda con la fiesta de la federación); Liberia rememora su liberación de la Sociedad Americana de Colonización (American Colonization Society o ACS, por sus siglas en inglés), una organización creada en 1816 por un grupo de prestantes hombres blancos de los EE.UU, cuyo único fin era el de establecer un territorio en el continente Africano (Liberia) para trasladar allí a los negros libres que vivían en la norteamerica esclavista; y Sudán del sur, la nación más joven del mundo, que obtuvo su independencia de Sudán en 2011, viene celebrando cada 9 de julio en medio de una guerra civil étnica y una población sumida en la pobreza y la hambruna.
El caso colombiano es tal vez uno de los más particulares en relación con su fecha de independencia, pues, fue en 1907 con una ley (39) expedida por el Congreso de la República que se instituyó el 20 de julio como fecha patria. Un asunto que generó disgusto en ciudades como Cartagena que desde finales del siglo XIX reclamaba ser la cuna de la independencia, ya que se argumentaba que los patriotas cartageneros habían expulsado al gobernador español Francisco Montes el 14 de junio de 1810, mientras que los Santafereños se habían demorado hasta el 20 de julio, del mismo año, para consolidar una junta de gobierno que en vez de expulsar al virrey Amar y Borbón, lo nombró su presidente.
Bajo este panorama, independencia es la palabra que referimos en nuestra columna de hoy. Derivada del latín independere, significa “no estar bajo el yugo o la voluntad de otro(s)”. En cuestiones políticas, el término tiene que ver con la autonomía alcanzada por una nación o pueblo que ha estado sometido a otra entidad. No obstante, dicha libertad o independencia debe ser reconocida por otros para ser validada en el ámbito internacional.
En este contexto, el tema Palestino es uno de los más curiosos de la historia reciente, pues hasta hoy existen países y Estados que no reconocen su independencia y tampoco su estatus como país. Otros casos de no reconocimiento, al menos en el escenario de las Naciones Unidas (ONU), son: Kosovo, la República de Osetia del sur y Abjasia, Nagorno Karabaj, Transnistria, República Turca del norte de Chipre, Taiwan, entre otros.
Así las cosas, las celebraciones patrias o de la independencia se convierten en oportunidades para conocer y repensar nuestras historias. Además, se consolidan como imaginarios colectivos y de identidad nacional, fenómenos que son necesarios e importantes, siempre y cuando no caigan en excesos o extremismos (nacionalismos) que pongan en peligro la existencia de los demás.
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