Logoi – Golpe

Hand, fist punching or hitting. Comic pop art, symbol. Vector illustration

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
 
Mauricio Montoya y Fernando Montoya

 

GOLPE – Pía Barros.

-Mamá- dijo el niño- ¿qué es un golpe?

-Algo que duele muchísimo y deja amoratado el lugar donde te dio.

El niño fue hasta la puerta de casa. Todo el país que le cupo en la mirada tenía un tinte violáceo.

 

El pasado 26 de junio del presente año, las Fuerzas Militares bolivianas, encabezadas por el General Juan José Zúñiga Macías, intentaron, fallidamente, perpetrar un golpe de estado contra el gobierno democrático del presidente Luis Arce. La reacción internacional no se hizo esperar. Algunos gobiernos rechazaron tajantemente esta acción de las fuerzas armadas. Otros Estados fueron timoratos en sus declaraciones; ciertos políticos connacionales de Arce, entre ellos Evo Morales, lo denominaron autogolpe; mientras que varios movimientos, partidos políticos y medios de comunicación, actualmente viudos del poder, celebraron de manera soterrada lo que ellos quisieran promover en sus países.

En este contexto, golpe es el concepto sobre el que versará nuestra columna de hoy. Ya el epígrafe de esta nota, un microrrelato de la escritora chilena Pía Barros, deja ver de forma alegórica el golpe de estado llevado a cabo en Chile contra Salvador Allende, en 1973, a manos del General Augusto Pinochet. La palabra en cuestión (golpe) procede del latín coláphus y deviene en el término colpus del que se origina golpe. Además, golpe es una palabra prestada del griego kólaphos que significa bofetada, acto que se haría muy popular entre los siglos XVI y XVII en ciudades europeas como París en donde dar una bofetada a otra persona, en ocasiones con un guante, era señal de reto o duelo a muerte. Algunos historiadores aseguran que entre 1589 y 1610, época del reinado de Enrique IV, Francia fue escenario de alrededor de 1000 duelos. Sin embargo, hay que decir que el duelo se hizo popular desde 1550 cuando el jurista italiano Andrea Alciati publicó un manual con las normas que debían regir la contienda, las cuales comenzaban con la ofensa, luego el reto, posteriormente la elección de los padrinos y las armas y, por último, la contienda.

Aunque las acepciones de la palabra golpe son múltiples, la relación más común de esta es con el tema político. Un antecedente interesante en términos históricos, esencialmente por lo que implicó, fue el Putsch que en noviembre de 1923 quiso llevar a cabo Adolf Hitler en Múnich contra la república de Weimar. Su fracaso, en vez de calmar los ánimos, exacerbó los sentimientos nacionalistas y arrastró al mundo a las tragedias del nazismo y la segunda guerra mundial. No obstante, el diccionario panhispánico de dudas, aunque asocia la palabra Putsch con golpe, sugiere no utilizar las variantes putschismo o putschista y sí las de golpismo o golpista.

En este sentido, verbos como tumbar, derrocar, deponer, destronar, destituir, derrumbar, entre otros, son sinónimos de lo que conocemos como un golpe de estado, el cual puede ser llevado a cabo por conspiración (como le sucedió a Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954); por argucias legislativas (como el caso de Fernando Lugo en Paraguay en 2012 o el de Pedro Castillo en Perú en 2022); por alianzas institucionales y partidistas (como pasó en Colombia con Gustavo Rojas Pinilla en 1953); por la invasión de agentes extranjeros (como ocurrió en Checoslovaquia en 1968 o en Panamá en 1990); por las propias fuerzas militares del país (como los acontecidos en Brasil -1964-, Uruguay -1973-, Argentina -1976- y Honduras -2009-) o por un autogolpe (como el orquestado en Perú por Alberto Fujimori en 1992, conocido como el “fujimorazo”). En todos los casos, sin importar cuál sea la forma, la sacrificada siempre es la nación, especialmente la población civil, esta última sometida a regímenes de excepción, a persecuciones y a decenas de crímenes.

Hoy, cuando doblan las campanas, no precisamente las que refería Hemingway en su novela Por quién doblan las campanas, sino aquellas que tañen para convocar a la guerra, a la inestabilidad y a la deshumanización, se hace necesario tomar una posición frente a este tipo de sucesos y tener clara aquella perícopa bíblica del Apocalipsis que dice: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Ante cualquier golpe: firmeza.

Logoi

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

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