![]()
Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya
Medio siglo atrás, un 20 de noviembre de 1975, fallecía en Madrid el general Francisco Franco Bahamonde, el mismo que en 1936 encabezó un levantamiento militar contra la Segunda República Española y que, luego de una encarnizada guerra civil (1936 – 1939), instauró un modelo de gobierno que, de manera eufemística, denominaron, años después, “democracia orgánica”. Nombre que Benito Mussolini hizo popular en su sistema corporativista, aplicado en Italia, en el que las elecciones libres y democráticas eran reemplazadas por una representación política basada en grupos de la sociedad como la familia, las entidades territoriales o los sindicatos.
Pero los esbirros de Franco y Mussolini no fueron los únicos que disfrazaron con eufemismos, el totalitarismo dictatorial de sus regímenes. En la Alemania nazi llamaron “solución final” al exterminio de millones de personas; en la URSS de Jrushchov y sus sucesores hablaban de “la era de Stalin” para desmarcarse así de sus crímenes y darle credibilidad al proyecto de desestalinización promovido tras la muerte del “hombre de acero”, otro eufemismo, ocurrida en 1953; en Argentina, los militares adobaron su golpe de Estado con el título de “Proyecto de reorganización nacional”; y en Colombia, cierto sector del país adorna las omisiones y faltas del Estado, arguyendo que “esta es la democracia más antigua y estable del continente latinoamericano”.
Del mismo modo, los eufemismos pululan al momento de categorizar las viles acciones de un personaje. En vez de escracharlos como lo que fueron, se les atribuyen títulos como “caudillo”, “mesías”, “libertador”, “generalísimo”, “líder supremo”, “estadista”, “padre de la patria”, “gran hombre”, entre muchos otros. Al parecer, los eufemismos se imponen hoy, sin sonrojarse, sobre los diccionarios, los medios de comunicación y los textos de historia.
Ya en el campo de lo económico, los eufemismos no desaparecen. Conceptos, simples y complejos, como “ajuste presupuestal”, “fusión bancaria”, “optimización del personal” o “ley de financiamiento”, ocultan aquellos como “crisis financieras”, “reformas tributarias” y “precarización laboral”. Y por si faltara más, el Capitalismo contemporáneo nos ofrece el término de “emprendimiento”, ese, con tinte también de sofisma, que vino para reafirmarnos que “el pobre es pobre porque quiere”.
Además de todo lo anterior, no sobra decir que nuestras vidas cotidianas están repletas de eufemismos: “esa ropa te hace ver más flaca”; “perdí el control”; “pasó a mejor vida”; “estoy en mis días”; “entretenimiento para adultos”; “interrupción del embarazo”; “guerra preventiva”; “daños colaterales”; o “falsos positivos” son algunas de esas frases que encubren la verdad.
El cine y la literatura nos han dejado ejemplos del uso de eufemismos, especialmente en momentos históricos o de contextos culturales complejos en los que hay que vedar ciertas cosas. En el filme de El Padrino, verbigracia, se utiliza la frase “durmiendo con los peces” para referirse a una persona que ha sido asesinada y arrojada al mar. Por otra parte, en el cuento “Colinas como elefantes blancos”, de Hemingway, se enmascara el tema del aborto, con la palabra “operación”.
Con tales ejemplos, ya se habrán dado cuenta nuestros lectores que eufemismo es la palabra de esta semana. Un vocablo proveniente del griego, compuesto por la partícula eu (bien) y el verbo phemo (hablar o decir) que denota una forma de rodeo verbal o escrito para expresar algo de una manera más sutil o agradable (en ocasiones se requiere el contexto para una mejor comprensión). Esto ya lo sabían muy bien escritores clásicos como Juvenal y Marco Valerio Marcial. Frente a esto último, tal vez no sea ilógico pensar que la ironía, la sátira y el sarcasmo podrían, a pesar de las discusiones, considerarse variables humorísticas del eufemismo.
Una curiosidad de la semántica gramatical es la palabra disfemismo, el antónimo de eufemismo, según la RAE, pero que en realidad debería ser definido como el sinónimo de aquello que esconde un eufemismo.
Ojalá que esta columna sea una provocación, para que, como lectores, agudicemos nuestra intuición y no se nos apliquen algunos de esos eufemismos que suelen utilizar las maestras de escuela para evaluar a varios de sus estudiantes: “necesita apoyo con la lectura” o “le cuesta concentrarse al leer”.













Comentar