Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya
“Aunque el vacío no sea evidente, existe”.
30 de agosto – Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.
En 1950, el Papa Pío XII proclamó como dogma de fe la asunción de la virgen María, en cuerpo y alma, al cielo. Esta tradición popular que no se encuentra reseñada en las Sagradas Escrituras podría considerarse como uno de los primeros antecedentes de la desaparición, la cual no debe entenderse únicamente bajo la denominación de un crimen de lesa humanidad.
Curiosa fue la desaparición del escritor norteamericano Ambrose Bierce, quien después de años de haberse dedicado a la escritura decidió desaparecer del escenario público e internarse en México, en 1913, para enrolarse en las tropas de Pancho Villa. Una historia que Carlos Fuentes inmortalizó en su novela “Gringo viejo”.
Extrañas han sido las desapariciones de barcos y aeronaves en el Triángulo de las Bermudas o la del vuelo 370 de Malaysia Airlines del que no se sabe su paradero desde 2014 cuando insólitamente se esfumó.
Escatológicas resultan las versiones de la ascensión de Jesús a los cielos; el ocultamiento, en el siglo IX, del Imán Mahdi, creencia arraigada en el Islam Chiíta; o la confusión generada por Dios (Allah) para llevarse a Jesús a su diestra e impedir que fuera crucificado, un relato enigmático que puede leerse en El Corán.
Escalofriante es la desaparición de la memoria, conocida como la peste del olvido en “Cien años de soledad”, la cual afectó al Macondo de García Márquez, obligando a sus habitantes a tener que marcar cada cosa con un papel en el que aparecía el nombre y la utilidad del objeto, con el fin de reconocerlo y saber para qué servía.
Asombrosos son los trucos de ilusionistas como David Copperfield o Siegfried y Joy, un dúo de alemanes muy popular, que hacen desaparecer personas y objetos en sus espectáculos. Magos de la ilusión que juegan con nuestra mente y nos dejan perplejos, así como cuando uno ve por primera vez la película “El ilusionista” del director de cine Neil Burger.
No obstante, la desaparición de la que más se habla es aquella asociada con la violencia. Un delito que fue recurrente en dictaduras de países del cono sur como Uruguay, Argentina y Chile. Cómo olvidar las cínicas declaraciones del dictador Argentino Jorge Rafael Vídela, en 1979, cuando el periodista José Ignacio López le preguntó sobre los desaparecidos: «Frente al desaparecido en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si el hombre apareciera tendría un tratamiento X, si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento tiene un tratamiento Z, pero mientras sea desaparecido no puede tener un tratamiento especial es un desaparecido, no tiene entidad no está ni muerto ni vivo, está desaparecido, frente a eso no podemos hacer nada, atendemos al familiar». Años después, cuando los militares abandonaron el poder y se creó una comisión de la verdad (CONADEP), el informe final de este grupo de investigadores, liderados por el escritor Ernesto Sabato, arrojó una cifra aproximada de 8.900 personas desaparecidas. Un hecho macabro y sin precedentes en la historia de la República Argentina.
Bajo este contexto, desaparición es el término que traemos para nuestra columna de la semana. Una palabra cargada de raíces latinas y que refiere “la acción o efecto de quitar de la vista”. Un significado que encaja muy bien con la variedad de sinónimos que posee este concepto (ocultación, disipación, desvanecimiento, extinción, ausencia, eliminación, eclipse, defunción, etc). Vale decir que La Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) declaró, en 2010, el 30 de agosto como el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Sólo en Colombia, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad reportó un total de 121.768 casos de desapariciones entre 1985 y 2016.
De esta manera, hablar sobre la desaparición, sea cual sea su acepción, es un imperativo en sociedades donde muchas veces reina la amnesia colectiva y selectiva.
Comentar