Logoi – Ayacucho

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya

El 9 de diciembre de 1824 se llevó a cabo en la Pampa de Quinua, ubicada actualmente en el departamento de Ayacucho (Perú), la última gran batalla independentista que selló la liberación de la Sudamérica Hispana del yugo del Imperio Español. Las tropas realistas, lideradas por el virrey José de la Serna y por el general José de Canterac, se enfrentaron a las huestes patriotas, comandadas por el mariscal Antonio José de Sucre y por figuras militares como el general José María Córdova, estos dos últimos lograrían la victoria sobre los ibéricos, consolidando así el proyecto emancipador que desde años atrás encabezaba Simón Bolívar.

Sin embargo, en el año 2013, el diplomático e historiador argentino Ramiro  Prudencio Lizón escribió una columna de opinión, en el diario boliviano La Razón, titulada “El mito de Ayacucho”, en la que cuestionaba la historicidad de la batalla y afirmaba que todo había sido un mito construido por las partes en confrontación, las cuales habían pactado previamente una capitulación de los realistas. Una tesis revisionista cuestionada por otros estudiosos, como Fernando Salazar Paredes, que se niegan a creer que los 1.400 soldados realistas y los 300 rebeldes muertos hicieron parte de una “escena teatral”.

Aunque lo que sí parecía teatral eran las falsas noticias que de las batallas de Junín y Ayacucho publicaba la Gaceta de Madrid, órgano oficial de difusión de la ciudad española desde 1697 hasta 1936, en la que, para 1825, se afirmaba que los rebeldes conocidos como Sucre, Miller, Córdova, Necoechea, entre otros, habían muerto en combate y que el triunfo de las armas de su majestad, Fernando VII, era un hecho.

Pero la palabra Ayacucho refiere mucho más que un territorio geográfico o la denominación de una batalla, pues su etimología nos remite a la lengua quechua, en la cual el término (Ayacucho) se divide en “Aya” y k’ucho que significan muerto y rincón, respectivamente, y cuya conjunción sería: “rincón de los muertos”. Un nombre que se le adjudicó por la cantidad de restos humanos que encontraron en la zona y que sólo se oficializó por decreto, emitido por el libertador Simón Bolívar, en febrero de 1825.

Para la historia peruana reciente, Ayacucho fue un lugar marcado por diferentes violencias. Acciones terroristas perpetradas por la guerrilla de Sendero Luminoso; masacres como la cometida en contra de un grupo de comunicadores sociales, en 1983 en Uchuraccay, a manos de civiles campesinos (comuneros) adoctrinados por los Sinchis (Unidad Policial Contrainsurgente) y políticas de esterilización forzada, especialmente durante la época de Alberto Fujimori, que afectaron alrededor de 500 mujeres, según el Ministerio de Justicia peruano, tan sólo en Ayacucho.

Este año (2024), Ayacucho celebrará su séptima versión de la Feria Internacional del Libro, un evento enmarcado en la conmemoración de los 200 años de la batalla y que estará plagado de actividades literarias que buscan rescatar las letras del ayer y del hoy. Esta es, tal vez, una buena excusa para volver sobre la figura de José María Arguedas y reproducir una de las leyendas que este escritor, junto con Francisco Izquierdo y un grupo de estudiantes de institutos secundarios, recuperó del imaginario Ayacuchano.

Ayahuarco

(Leyenda de Ayacucho)

En el camino de Ayacucho a Huanta, junto a Huamanguilla, hay un lugar que tiene dos cerros inmensos; en medio de esos cerros se ve un abismo, que solamente contemplarlo causa un miedo horrible. Este lugar se llama Ayahuarco, que en castellano significa “lugar donde se cuelgan los muertos”. Hay una leyenda acerca de ese sitio, y dice así: que en tiempos remotos iban dos viajeros que llevaban dinero; uno de ellos, que era ambicioso, por quedarse con el dinero, en el momento en que pasaban por este sitio, en un descuido empujó a su compañero al abismo, pero apenas había caminado unas cuantas lenguas murió misteriosamente. Dicen que todas las noches, las gentes que viven en las alturas, ven en Ayahuarco un hombre colgado de una inmensa cadena que sale de ambos cerros; el hombre se lamenta toda la noche y al amanecer desaparece. Dicen que ese hombre es aquel que empujó al otro, y que está condenado, y que los diablos lo cuelgan todas las noches (Tomado del libro: Mitos, leyendas y cuentos peruanos).

Logoi

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

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