Logoi – Augurio / Agüero

Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra.
Mauricio Montoya y Fernando Montoya

 

Los hombres temen a los mismos dioses que han inventado

Marco Anneo Lucano.

 

Existía en la antigua Roma el oficio de Pullarius –sacerdote de los pollos sagrados–, que era el encargado de cuidar estos animales, utilizados luego para los augurios, presagios, predicciones o vaticinios. Se cuenta que estas aves eran traídas desde Atenas y ya en Roma se les encerraba en jaulas, dejándolas sin comida por varios días. Cuando alguien solicitaba consultar sobre algún tema de importancia se recurría, entonces, al sacerdote para que realizara el rito.

En primer lugar, el sacerdote liberaba a los pollos hambrientos y luego procedía a regar granos en el suelo para que se alimentaran. Si los animales comían en abundancia era un buen augurio, pero si rechazaban el alimento, se recomendaba ser cauteloso y no emprender, por el momento, ninguna acción. Un caso que corrobora lo relatado fue el del cónsul Publio Claudio Pulcro, quien acudió a consultar a los pollos sagrados antes de partir a la Primera Guerra Púnica contra los cartagineses. Se dice que tras brindarles el alimento y consultarlos sobre tal empresa, los pollos despreciaron la comida. Arrogante, como era, el cónsul ordenó que los pollos fueran arrojados al mar, sentenciando: “Ya que no quieren comer, entonces que beban”. Semanas después, en la batalla de Deprano (249 a.C), la flota naval romana fue derrotada por los guerreros de Cartago.

El augurio era una práctica religiosa muy común en la cultura grecolatina. En ella, el augur (sacerdote/funcionario/adivino) interpretaba la voluntad de los dioses, pero su trabajo era, esencialmente, presagiar, a partir de la lectura de los cielos, de los fenómenos naturales, del canto de las aves o de su forma de vuelo, si el futuro de algo que planeaba hacerse era favorable (auspicioso) o no. En este sentido, era frecuente utilizar expresiones como “ave de buen augurio” o “ave de mal augurio” (en nuestro lenguaje coloquial solemos usar “ave de buen agüero” o “ave de mal agüero”).

De igual manera, en este tipo de artes adivinatorias, los romanos tomaron de los etruscos la aruspicina, oficiada por un arúspice, que consistía en sacrificar un animal para leer e interpretar lo que sus vísceras querían decirnos frente a un proyecto que se deseaba iniciar, ya fuera un negocio o una guerra. También otros pueblos antiguos, como los que habitaron Mesopotamia, y algunos grupos durante la Edad Media usaron con regularidad la aruspicina para dar validez a sus predicciones o vaticinios.

Una curiosidad de los augur era un bastón curvo, conocido como lituus, que estos llevaban en su mano derecha y servía para trazar un espacio sagrado en el cielo (templum) y así poder leer con certeza lo que el vuelo de las aves auguraba. Era común ver lituus en la numismática romana, lo que simbolizaba la piedad y el respeto que profesaba el emperador (en nombre de quien se acuñaban las monedas) por los asuntos religiosos. Además, algunos suelen comparar el lituus con el báculo de los obispos cristianos.

Un sinónimo de augurio podría ser el de oráculo (del verbo latino “orare” que significa hablar), concepto muy popular en la antigua Grecia y al que acudían hombres tan importantes como Alejandro Magno para preguntar a las sacerdotisas sobre su grandeza y futuro. Un ejemplo que recrea la complejidad de las respuestas brindadas por los oráculos es el que le aconteció a Creso, rey de los lidios, cuando consultó al oráculo de Delfos sobre la posibilidad de una guerra contra los persas. “Si cruzas el río Halys, destruirás un gran imperio”, respondió el oráculo. Creso interpretó la sentencia en su favor, atravesó el río y fue a la batalla. El resultado: los persas derrotaron a Creso y se anexaron Lidia. El oráculo tenía razón, un gran imperio había sido destruido.

Pero después de todo este recorrido sobre la definición y las variables del término augurio, vale la pena preguntarse ¿de dónde aparece la palabra agüero? Los estudiosos creen que esta es una deformación lingüística de augurio (augurium) y que culturalmente mantiene el sentido de presagio, pero asociado con un deseo o atracción y no ya con un anuncio o advertencia. En otras palabras, los agüeros, en especial los decembrinos, se realizan para atraer algo beneficioso (suerte, riqueza, empleo, amor, viajes, entre otras cosas) y repeler cualquier situación que haga daño o afecte a la persona y a su familia.

Todos los agüeros hacen parte de nuestra superstición cultural y han sobrevivido por generaciones. Nadie tiene derecho a desestimar o a tratar como ignorante a una sociedad que apela a los agüeros, pues tal vez lo que para algunos raya en efecto placebo o de ingenuidad, para otros sirve como motor existencial.

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Adenda 1: La palabra Agüero es un toponímico, ya que proviene de algunas localidades que llevan ese nombre en España, especialmente en Cantabria y Aragón.

Adenda 2: Agüero es también un apellido y del que seguramente ningún  aficionado del Manchester City se olvidará. La historia dirá que un 13 de mayo del año 2012, después de 44 años sin un título en la liga inglesa, Sergio “el Kün” Agüero, jugador argentino, anotó un gol agónico (minuto 93) que le permitió a los celestes ganar el campeonato y acabar con la sequía copera. 

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Esta columna es un espacio dedicado a la búsqueda del sentido de las palabras. Un ejercicio arqueológico, etimológico y, si se puede decir, biográfico. Cada entrega nos permitirá conocer la historia, el significado, el uso y el sentido de una palabra. Por: Mauricio Montoya y Fernando Montoya

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