En nuestro contexto social actual, nuestras pautas están regidas por lo “políticamente correcto”; se busca encajar en determinados esquemas populares e incluso, la rebeldía contra ello es en sí mismo, un esquema celebrado por un sector poblacional alto.
Lo más difícil de esto es lidiar con el narcisismo encubierto que las redes sociales le han dado al ser humano del siglo XXI. Con el avance de la tecnológica y el abaratamiento de los productos tecnológicos como computadoras, teléfonos inteligentes o tabletas electrónicas, han puesto al alcance de un público alto, una forma de “fama” ya sea regional o a gran escala.
Se puede pasar inadvertido, comentarles a los famosos que uno sigue, consultar las noticias, fotografías interesantes, etc. Sin embargo, hay otro sector que adquiere fama (o infamia) en el internet. Personas que dejan de un lado partes de su sistema de valores para conseguir la tan codiciada “vista” y el tan avariciado “me gusta”.
Este narcisismo encubierto está en todas partes en el internet, pero no en el mismo grado: no todos hacemos lo que sea por un “me gusta”. Con tal de conseguirlo, muchos individuos llegan a niveles ridículos, dejan a un lado la sátira y la comedia, para convertirse en verdades parodias absurdas de ellos mismos. Terminan convirtiéndose en botargas que, por encender la cámara, hablar o mandar saludos mientras dicen frases irreverentes, crudas, burlonas e incluso, ofensivas e hirientes contra alguien, ya se elevan ellos mismos a la más alta cúspide del entretenimiento en internet.
No olvidemos jamás que la gran mayoría de contenidos que consumimos en internet son entretenimiento y debemos considerarlos eso. Tomarlos como “algo más” puede ser perjudicial e inclusive peligroso (todo depende de quién estemos hablando).
Así que, apreciable lector, reflexione sobre el tema, ninguno tenemos la última palabra. Ahí está la maravilla del internet.
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