Cada año por estos días de agosto, en vivo o por televisión, hemos visto el recorrido anual de esa pintoresca procesión que se arma en nuestra ciudad con las flores que cargan los silleteros a sus espaldas; una colección de postales que este año solo podremos ver en noviembre, cuando celebraremos una versión inédita de la Feria de las Flores, puesto que será mayormente virtual y con transmisión por Telemedellín. Una decisión que busca especialmente proteger la vida de nuestros silleteros, muchos de ellos de avanzada edad, ante la amenaza del COVID-19.
Pero alguna vez nos hemos preguntado: ¿Cómo era la historia de esas familias silleteras antes de este multitudinario desfile? ¿Qué pasa con ellos cuando no estamos en modo Feria de las Flores? En otras palabras, ¿cómo podemos llenar de sentido esa famosa frase, “cuando un silletero pasa es Antioquia la que pasa”?
Las respuestas a estos interrogantes pasan por su esencia campesina, por la fuerza patrimonial de esta manifestación reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación en 2014. Desde el programa de Memoria, Patrimonio y Archivo Histórico de Medellín de la Secretaría de Cultura Ciudadana, vemos en estos días extraños, sin fiestas ni desfiles, la mejor oportunidad para rescatar el valor patrimonial y la esencia campesina de nuestros silleteros.
Luis Fernando Hincapié, un anciano habitante del territorio silletero recuerda que de niño, los viernes en la noche, ayudaba a acomodar la carga que su padre y sus hermanos venderían en la ciudad. Él se quedaba en la casa observando las líneas luminosas que trazaban sobre las montañas los faroles que cargaban los grupos de silleteros que emprendían su lenta marcha hacia Medellín. Para Luis Fernando, ese siempre será, “el desfile más bello que haya visto y verá en su vida”.
Pablo Emilio Atehortúa, más conocido en la zona como Tocayo Negro, nunca ha desfilado y, sin embargo, es considerado un pionero entre los silleteros. La razón: durante muchos años trajo a Medellín sobre sus espaldas una silleta repleta de flores y plantas aromáticas; pero, más todavía, en unos días muy especiales, cargó también sobre estos cajones de madera a su esposa parturienta y a sus hijos recién nacidos, para presentarles su nueva casa. Y todo esto, cuando nadie intentaba explicarles que todos ellos eran símbolos de nuestra identidad, cuando ellos simplemente buscaban sobrevivir.
Porque, aunque suene a exageración paisa, muchos silleteros nacieron adheridos a los cargadores, esas correas hechas de cabuya que van sobre sus frentes, y que a veces creemos por cuenta del desfile que están diseñadas para permitirles girar con solvencia al saludar a quienes los aplauden a su paso. Pero no, se trata de una herramienta esencial en su día a día, típica de la zona como las flores nativas que han sido desplazadas por las de invernadero. Una herramienta que muchos de ellos trenzaban con sus manos y cultivaban incluso en los jardines de esas casas de tapia que hoy tristemente son unas rarezas en medio de la zona.
El universo silletero es, ante todo, una manera de habitar el territorio. Por eso, la invitación para esta semana es a tratar de dimensionar todas las prácticas, saberes, herramientas y rutinas que soportan el universo silletero: desde las redes sociales de @PatrimonioMDE y @NosMueveLaCultura, tendremos entre el 3 y 9 de agosto una nutrida programación virtual, con conversatorios y galerías fotográficas.
Y si quieres conocer más de este mundo, ingresa en el micrositio Raíces que corresponde a uno de los ejes del Plan Especial de Salvaguardia de la Manifestación Cultural Silletera:
http://raices.patrimoniomedellin.gov.co/
Este valioso trabajo de investigación y comunicación que hemos construido con el Instituto de Estudios Regionales INER de la Universidad de Antioquia y con la productora Árbol Visual, es la mejor herramienta para saber que aquello que cargan nuestros silleteros sobre sus espaldas no es otra cosa que una buena parte de la historia de esta ciudad.
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