La economía colombiana ha vivido estos últimos años tiempos difíciles, la caída de los precios internacionales del petróleo el principal producto exportador de la nación, fue tal vez el pionero de todos los males; la abrupta caída de los precios trajo consigo una reducción de los ingresos fiscales, una caída de un 50% en la inversión extranjera directa en el sector y una inminente depreciación del peso. La inflación no se hizo esperar, la depreciación del peso trajo consigo un aumento en los precios de las importaciones; el fenómeno del niño y el paro camionero fueron la gota que rebasó la copa de los precios, dejando la inflación cercana al 9%. Por lo que el Banco de la República se vio en la necesidad de disminuir la demanda agregada aumentando su tasa de interés.
Por su parte el 2017 no fue muy alentador, la demanda de créditos se vio fuertemente reducida, además de esto el aumento del IVA tuvo su efecto natural de disminuir la capacidad adquisitiva de los hogares y por último los desembolsos para las 4G se vio afectado por el escándalo de Odebrecht que terminó por contribuir menos de lo esperado al sector de obras civiles.
El manejo económico de tal caída en los recaudos no es fácil, el estado tiene que seguir funcionando y los programas sociales se tienen que seguir llevando a cabo (la discusión sobre más o menos Estado es arena de otro costal) y como si fuera poco, las calificadoras de riesgo amenazando con bajar la calificación por el alto déficit fiscal, fue necesario implementar la reforma tributaria aunque posteriormente S&P terminaría reduciéndola de igual forma, acudiendo a lo ajustado que se encuentra el estado en temas presupuestales. Sin embargo, la política económica supo cómo sacar adelante a la economía de la mejor manera posible, destacando el presupuesto para la educación de 37,5 billones siendo el más alto de todos incluso por encima del sector defensa, los recursos para la universidad pública aumentaron en 100 mil millones para inversión, contrario a lo que muchos decían acerca del olvido de la universidad pública, 500 mil millones de pesos más para el sector salud, 120 mil millones para Invias y además 2,4 billones de pesos para la atención integral a la primera infancia. Además de esto, históricamente la creación de empleo formal está en un 50% y la tasa de impuestos a las empresas según el doing business, (aunque sigue siendo alta) ha disminuido desde 2009 de un 80,3% a un 68,4% en 2018, las exportaciones han tenido variaciones positivas ubicándose en un 6,7% variación anual, 19,6% año corrido y 20,8% doce meses (Noviembre).
Sería indudable que a pesar de tantos tropiezos. la política económica que se ha planteado ha sabido sobrellevar el caos, el año 2016 fue complicado y el 2017 no repuntó mucho, pero como dijo el ministro “Lo peor ya pasó” y el 2018 será un año crucial para el inicio de la recuperación económica donde el Banco Mundial plantea unas proyecciones de crecimiento de 2,9%.
Ciertamente las cifras muestran que no estamos tan mal como muchos analistas y personas del común señalan, el índice de confianza del consumidor está en las peores cifras desde 2010, la polarización política está repercutiendo fuertemente en el ambiente económico llenando de mentiras, incertidumbre y críticas destructivas el escenario macroeconómico cuando es lo peor que se puede hacer para ayudar a recuperar una economía que tiene un norte muy claro, contrario a lo que piensan muchos sectores políticos que destruyen con ambición, la labor de grandes personas que tienen la dura faena de llevar la economía colombiana a través de una pista de obstáculos.