La pandemia también me ha hecho reflexionar sobre el impacto que han tenido las grandes potencias en relación con el territorio y poder que poseen, a partir de una mirada geopolítica es necesario reconocer que si bien este virus ha impactado la situación económica de cada país. También ha reflejado la capacidad que tiene cada uno para soportar una crisis sanitaria sin colapsar en el intento, la importancia del liderazgo y cooperación internacional en una situación que nos afecta a todos, así como la falta de credibilidad para aquellos que durante muchos nos han intentado demostrar su poder y soberanía global
El COVID-19 ha mostrado la manera en que los países están sufriendo una tensión política, ya que están exhibiendo tanto sus fortalezas como debilidades, evidentemente un factor esencial para destacar es el sistema de salud que posee cada país y con ello la capacidad que tienen para sobrellevar esta crisis sanitaria.
Debido a esta situación se está transformando la configuración del mundo y el rol que cumple cada país en la lucha por el poder, esencialmente hablando de potencias entre ellas claramente Rusia, Estados Unidos y de cierta manera China. Este último es un país que juega un rol importante en el control de este virus actualmente, por su capacidad tecnológica y económica, que si bien no logró culminar el brote inicial ha logrado mostrarse como un país solidario que brinda ayuda humanitaria a quien lo necesite.
Situación que no ocurrió en Europa, en donde no hubo consenso oportuno sobre las medidas apropiadas para contener su expansión, a lo cual es necesario tener en cuenta que su sistema político se ha quebrantado luego del Brexit. En países como España, Francia, Italia y Reino Unido el número de muertes por COVID-19 sigue aumentando.
Sin embargo, el epicentro de este virus está en Estados Unidos, quien gracias a ello ha puesto en duda su posición de liderazgo global y se ha visto aislado en la lucha geopolítica afectando así su imagen y credibilidad como país fraterno. El mundo esperaba que Estados Unidos liderará la lucha en contra del coronavirus, pero sus actuaciones han llevado a la comunidad internacional a dudar de su capacidad.
Por el contrario, China con su gran poderío tecnológico, ha liderado en la toma de decisiones y ha demostrado ser eficiente, construyendo un hospital específicamente para tratar esta enfermedad en una semana, enviando ayuda a países cuyos sistemas de salud han colapsado, implementando así la más avanzada tecnología en busca de controlar la pandemia. Equipos como detectores de temperatura en cada estación, aplicaciones que te avisan si estas en una zona donde alguien estuvo infectado y rayos ultravioletas que implementan la desinfección de las zonas comunes, así como sus medidas de control han llevado a aplanar la curva en un tiempo récord.
Todo esto ha ubicado a China en un camino hacia la cooperación internacional y una capacidad económica, política y tecnológica para ser la mayor potencia global.
Creo que todo este contexto mundial, ha sido muy bien ejemplificado por Pedro Baños en su libro de «Así se domina el mundo» en el apartado de que el mundo es como el patio de un colegio, en donde Estados Unidos y Rusia eran los niños populares con enemistades entre sí, que crean alianzas entre países para aumentar su poder de influencia, pero estas no son duraderas, los países así como las personas siempre escogerán la opción que más les convenga dependiendo de la situación.
Este aislamiento ha manifestado un término que si bien ha sido conocido por muchos, ha cobrado más fuerza con la situación actual, la desglobalización es el proceso de disminución de interdependencia existente entre los países del mundo, al contrario de la globalización se trata de una reducción de las relaciones tanto políticas, como comerciales e incluso económicas existentes entre las naciones.
En esta situación nos replantearnos si es correcto que nuestro accionar dependa de esas alianzas, los actores del juego de poder siempre han sido Rusia y EE.UU., pero al patio de juegos se une China.
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