Llamado directo a todos: ¡Nojoda cálmense!

#LaOpinionDeColmenares.

El atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay tiene que preocupar al país en general, ya sean de un extremo o del otro en el espectro político nacional. Las imágenes del senador al recibir unos disparos de un adolescente, recuerda las épocas de los magnicidios que se volvieron moneda corriente y la democracia colombiana estuvo al borde del abismo. Este atentado no es un hecho aislado.

Una alarma roja nos está gritando que algo está terriblemente mal en el ambiente político nacional. Y, tengo que decirlo sin rodeos: o nos calmamos todos, empezando por quienes tienen la responsabilidad de dar ejemplo, o vamos a repetir una de las páginas más dolorosas de nuestra historia. Estamos caminando por el filo de la navaja.

La reacción unánime de condena debería ser un punto de partida para la reflexión, y no para seguir echando leña al fuego. El rechazo del sector empresarial fue contundente y revelador, y no es casualidad que estén alzando la voz con tanta preocupación; porque ven lo que está pasando en el país desde una perspectiva económica y social que no puede ignorarse: “el odio de las palabras conduce a la violencia de las balas”.

Inquieta la juventud del agresor, porque un menor de 15 años que empuña un arma y dispara contra un candidato presidencial no surge de la nada. Ese odio se siembra, se cultiva, se alimenta. Cuando un adolescente se convierte en sicario de un candidato presidencial, estamos fallando como sociedad. Estamos criando una generación que está normalizando la violencia como forma de resolver diferencias políticas. Deben preocupar los jóvenes que están creciendo en este ambiente de polarización extrema.

Hay que hacer un examen de conciencia sobre el tipo de discurso que estamos promoviendo, porque crean el ambiente propicio para estos hechos. Cuando un presidente a diario se levanta con discursos de odio, de polarización, de acusar a los empresarios, a los periodistas, a los políticos de ser criminales, se está sembrando un terreno fértil para que florezca la violencia.

El presidente Petro tiene en sus manos una responsabilidad histórica. Su función constitucional no es la de ser jefe de una facción política, sino el presidente de todos los colombianos; debe entender que cada palabra pronunciada desde la Casa de Nariño tiene el poder de calmar o de exacerbar los ánimos.

La comparación con los años 80 y 90 no es casualidad ni exageración, cuando asesinaron a los candidatos presidenciales Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal. Nombres que se grabaron en la memoria colectiva como símbolos de lo que no puede volver a pasar. El propio Miguel Uribe lleva en su sangre la tragedia de su madre, Diana Turbay, asesinada por el cartel de Medellín.

La seguridad física es indispensable, pero la seguridad democrática requiere algo más profundo: un cambio en el tono y el contenido del debate público. No es que dejemos de debatir o evitar las diferencias. La democracia se nutre del disenso y del debate vigoroso. Pero hay una línea roja entre el debate apasionado y la incitación al odio. Entre la crítica legítima y la demonización del adversario político.

La campaña presidencial de 2026 apenas está comenzando con un precedente terrible. Si no hacemos un pare, si no bajamos los decibeles del odio y la intolerancia, vamos a llegar a mayo del próximo año con más sangre en las manos. Mi llamado es directo a todos: ¡nojoda, cálmense! Gobierno, oposición, medios, ciudadanía, necesitamos un cambio de tono.

Los candidatos: su ambición legítima por el poder no puede costarle la vida a Colombia. Compitan con propuestas, no con insultos.

Los gobernantes: ejerzan su autoridad para unir, no para dividir. Su legado no se medirá por los réditos políticos inmediatos, sino por la paz que logren sembrar.

Los medios de comunicación y periodistas: informen con rigor, no alimenten el morbo. Su micrófono, portales y redes sociales amplifica voces: elijan cuidadosamente cuáles merecen resonar.

La ciudadanía: no deleguemos en otros la responsabilidad de cuidar nuestra democracia. Somos corresponsables de cada like a un mensaje violento, cada compartir de noticias falsas, cada silencio cómplice ante el discurso del odio.

Y como dijo el filósofo de La Junta: “Se las dejo ahí…”

Luis Alonso Colmenares Rodríguez

Me he desempeñado como Subcontador General de la Nación y Contador General de la Nación; Presidente del Consejo Técnico de la Contaduría Pública; Presidente de la Junta Central de Contadores y Asesor de Entidades territoriales en temas relacionados con la hacienda pública, control público, contabilidad pública.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.