El sábado regresaba a la ciudad, después de dos semanas en la finca del occidente antioqueño, y me encontré con la maravillosa noticia de la inauguración de una nueva línea del sistema Metrocable de Medellín, la H.
Me arrepiento de haber estado desconectado de la ciudad en la que vivo y quiero, porque no se trata de otra noticia cualquiera, de esas que han sido pocas este año. El hecho no sólo es una demostración del avanzado transporte público de la capital de la montaña, sino que es un paso primordial en la construcción de esa nueva sociedad y ese nuevo país que queremos.
Esta línea del Metrocable, que ya sería la cuarta en Medellín después de la K (estación Acevedo-barrio Santo Domingo), la L (Santo Domingo-Parque Arví) y la J (estación San Javier-La Aurora, en Robledo); iniciará en la estación Oriente del Tranvía de Ayacucho y llegará al barrio La Sierra.
El cambio en la rutina de miles de personas será grande. Yo he visto la dificultad de las señoras al montar sus bolsas de mercado en el bus que las lleva hasta las más lejanas laderas. Ahora, con este nuevo sistema, el transporte y la comunicación serán más fáciles y rápidas, pero lo más importante, es que los habitantes de estos sectores sabrán que en Colombia existe un Estado que se financia con los impuestos, y que ahora lo tienen a la vuelta de la esquina.
Colombia se ha caracterizado por tener un Estado y unos gobiernos débiles en la satisfactoria implementación de los derechos fundamentales a todos sus habitantes. Las más notables son las zonas rurales, donde el Estado nunca estuvo y, a cambio, grupos armados han ejercido sus funciones de estabilizadores sociales con pésimos resultados; pero las grandes ciudades no han sido la excepción. Medellín, particularmente, es una metrópoli cuyas condiciones geográficas hacen difícil el acceso a ciertos lugares que han llegado a poblarse. Con el acuerdo de paz que recién empezó a implementarse, uno de los nortes principales es que el Estado tenga presencia en la totalidad del territorio nacional, y esta nueva línea del Metrocable podría considerarse un primer paso en esta tarea.
El barrio La Sierra es uno de esos tantos que se ubican justo en el cinturón urbano-rural de Medellín, es decir, lo más arriba que un ser humano ha podido llegar en las montañas centro orientales del Valle de Aburrá. Y como todos los que comparten dicha ubicación, la violencia convirtió este barrio en su centro de operaciones, en su guarida. Por su ubicación estratégica, el narcotráfico se ensañó con La Sierra, trayendo consigo los otros males que aún subsisten, como el paramilitarismo y la guerrilla. Las milicias de ambas estructuras se vieron enfrentadas por el control del mismo territorio, lo cual derivó en una violencia intimidante y sin precedentes en Medellín, que ya es mucho decir; situación que fue grabada por realizadores americanos en un documental del año 2003.
Con la llegada del teleférico, la esperanza es que los intimidados sean los ilegales, ante la presencia constante del Estado en todo el corazón del barrio.
Santo Domingo era otro de esos sectores peligrosos, donde los muertos adornaban sus calles cada mañana. Cuando se inauguró la primer línea del Metrocable en 2004, el cambio fue notorio y, aunque no del todo, la calidad de vida de sus habitantes mejoró, lo que significó un contraataque para ese gran virus de la violencia. Tanto así, que los propios reyes de España subieron hasta Santo Domingo a abrir una biblioteca.
No quiero hacer ver este artículo como aprobatorio a la gestión de Federico Gutiérrez ni de Luis Pérez. Con el primero, desde su campaña, decidí mantener una posición crítica, y a más del año como alcalde, me doy cuenta que son muchas las cosas que se le deben hacer oposición, como que trabaje más y no gaste tanto tiempo robando cámara en Telemedellín, además de su pasado uribista. Con Pérez Gutiérrez, la reputación que hizo como alcalde lo precede, con la infame Operación Orión, y su dudoso éxito en las elecciones de 2015.
Aparte de esto, no puedo desconocer este hecho como muy positivo para Medellín. El Metrocable, más que un medio más de transporte, será un mensaje directo y definitivo a la ilegalidad de que abandone de inmediato este territorio, que sí existe algo más grande que ellos llamado Estado, y llegó a La Sierra para quedarse, como nunca lo había hecho.
Gutiérrez y Pérez no reaparecieron ningún Estado en La Sierra, lo llevaron por primera vez, porque nunca estuvo allí. Ahora, el reto es que llegue a donde falta llegar por primera vez, que es mucho. Buena esa señores!!