Serie: Libros Olvidados.
En los días que le dio a la naturaleza por azotar a la ciudad de Medellín con tremendos aguaceros, tuve la oportunidad de sentarme en un café-librería llamado el Acontista cerca al colombo americano. En el segundo piso del local, resguardándose de todo el bullicio callejero, se encuentra la librería que lleva el mismo nombre; un espacio cálido, acogedor, bueno para cenar, que resguarda en sus estantes una diversidad de libros de todas las materias, que hacen de ella –a no dudar- una librería singular. Mientras afuera caía el segundo diluvio, comencé a observar los anaqueles con su material. Había libros de psicología, política, cine y de otras áreas que poblaban ese espacio; libros muy diferentes a los que se encuentran en otras librerías que vendieron su razón por la ganancia.
Encontré textos, de Conan Doyle (El canon de Sherlock Holmes completo), el bestiario de Cortázar –por cierto, en una edición muy bien lograda- Ojos de Gata de Diana Pizarro Cano y un librillo –en su sentido literal- intitulado “Discursos” de Benjamín Vélez Isaza, editada por la editorial Sopena de Barcelona España, la misma que editó los libros de Vargas Vila a principios del siglo XX; el libro de Vélez Isaza pertenecía a la colección Hispana que se apertura en 1936 y que continuó hasta que la editorial quebró en 2004. En el reverso del librillo, de aproximadamente 145 páginas, se narra que: “Benjamín Vélez Isaza fue un hombre del suroeste antioqueño, nacido en Salgar el 19 de Julio de 1900, que por avatares de la vida y de la política se vio en la necesidad de refugiarse por fuera del país en la década de los cuarenta (después del 9 de abril de 1948) del siglo XX debido a su proselitismo liberal y retornando en la década del cincuenta para morir en la ciudad de Medellín en 1985. Abogado de profesión y empresario por suerte, fundó su empresa cafetera, que debió abandonar. Se casó con Quiteria Salazar y de su unión nacieron tres hijos. Polemista excepcional, orador claro, jurista avanzado y empresario razonado; compiló sus discursos tanto políticos como jurídicos como testimonio de su recorrido como concejal y congresista, siendo en este último cargo donde polemizo con Jorge Eliecer Gaitán y se enfrentó a Laureano Gómez. Marchó al exilio después de la muerte de Gaitán, refugiándose en Roma y retorno al país luego de que Gómez fuese derrocado; sus discursos se destacan por defender el ideario liberal y por proteger al ser humano”.
Comprado el libro, por una cantidad apropiada, -y pasado el diluvio- pude leerlo, admirando el estilo y pertinencia de los mismos. Dejo a consideración un aparte de aquellos discursos:
“Medellín- octubre de 1945
Compañeros Liberales:
Hoy vengo a este estrado con la conciencia limpia y los ánimos en pie de lucha; hoy vengo a esta tarima a señalar con el dedo acusador las verdades que las cabezas de este partido han querido hacer pasar por hacendosas. Hoy vengo a decirles a cada uno de los co-partidarios que aquí, en este recinto de la asamblea departamental se convocan, los motivos y las razones por las cuales, Yo, Benjamín Vélez Isaza da un paso al costado y se apea de la montura partidista para declararse ausente de los destinos que se pretenden achacar como de históricos.
Muchos aquí quieren señalar como caudillo, a quien ha movido las masas con los discursos altaneros y altisonantes propios de quien esta henchido con la reverberante lucidez de la razón torcida. Caudillo se llama a la cabeza militar de una horda que combate; algo similar como a lo que sucedió hace pocos años en España con Francisco Franco, quien a la fuerza y con mano de hierro está imponiendo sus ideas estrafalarias de corte conservador o como las impuso, en su momento, Benito Mussolini, el duce, quien gobernó y sumió a Italia en el caos… y eso sin mencionar a otros, para que así y todo vengan unos de ustedes –cabezas de antiquísima tradición partidaria local- a decir que Jorge Eliecer Gaitán es la cabeza de esta acometida liberal que pretende llevarnos al solio de Bolívar nuevamente.
El señor Gaitán es un elocuente orador que defiende las causas judiciales que se dan por pérdidas para convertirlas en pomposas reuniones de masas que escuchan su henchida labia y creen en ella como la mayoría cree en un Dios.
El señor Gaitán quien ha sido ministro de educación, ministro de trabajo, rector de la universidad fundada por el hijo de la viuda, congresista y hasta alcalde, ha concentrado su obra en mover a las masas en constante y cuestionable duelo con el otro bando, enraizando aún más ese clima raro que se percibe, como miasmas, en el ambiente nacional.
Cree la masa que el hecho de haber señalado una masacre extranjera en el norte del país lo hace merecedor de la confianza suma de regir los destinos nacionales; ¿Qué no es deber de todo ciudadano que conoce una ofensa o afrenta denunciarla por más poderoso que sea el rival? Y, con todo, ¿de que sirvieron sus denuncias en los estrados del ágora? Sirvieron solo para que se diera un silencio concubino con las élites que dijo atacar y que aún siguen enquistadas en el poder, así sean de nuestro propio color.
Nadie podrá devolver a los caídos. Pero que sus memorias no sean el punto de apoyo para mover a las otras masas a que se lancen a una ordalía de sangre como la que Gaitán está gestando, agazapado en su figura.
De qué nos ha servido tener hombres excéntricos en las altas cumbres si al final les da soroche. Se enredan en ensoñaciones, bailan el cascanueces, ¿Para qué? Para luego despertar y toparse con el piso, que, en caída desde lo alto, aporrea duro.
Estas horas aciagas en las que se sume la república por cuenta de quienes no están del lado de la razón, deben ser superadas con la hidalguía que la palabra liberal otorga.
No somos, ni por un instante, recipiendarios de las ideas descabelladas de llevar a la cotidianidad los ideales que han sumido a Europa en el caos y que han tenido el caótico fin que, se dice, ha tenido.
Tampoco somos de la idea de colectivizar lo común y lo privado –como han orado algunos en este estrado-, recordando la revolución de octubre en Rusia. Ni mucho menos de colocarnos del lado de la siniestra o de la diestra como aquí se está presentando. Liberal significa pensar de manera libre y coadyuvar a los otros a ser libres en la medida de sus circunstancias, es decir: convertir a una sociedad en equitativa.
La utopía igualitaria que se está gestando va en contravía del querer religioso y salva guardador del bando contrario; al eso ocurrir no habrá vencedores en dichos bandos, ni una bandera que arriar como la de la victoria, porque en cuentas no habrá pueblo que las apoye ya que estará muerto.
Por más que lo niegue al que ustedes desean nombrar como caudillo, llevar al extremo la contienda partidista es su destino. Aquellos que se enmascaran con falacias terminan siendo presas de ellas y lo más probable es que eso ocurra y –peor aún- nos conviden a todos de esa suerte.
Habrá quien diga que Benjamín Vélez Isaza es clasista; que la circunstancia que Gaitán se haya hecho desde lo bajo es óbice para que pueda alcanzar la primera magistratura. Y habrá quien tache el pasado de mis ancestros diciendo que vengo de cuna venturada por que no he conocido lo que es comer el producto del tafanario.
Yo los conmino a que se traguen sus palabras; que Gaitán venga de lo bajo, que Olaya Herrera sea el punto de medio, que Santos venga de la cima, que López Pumarejo este en la cumbre de la montaña más alta me viene sin cuidado. Yo vengo de familia nacida en esta tierra que hizo su fortuna o mal fortuna a punta de sudor y tesón, he sabido de los ires y venires de esta existencia como cualquier mortal; no nací en una ciudad sino en un pueblo del suroeste de Antioquia llamado Salgar.
Pero, y aún con todo, si aún existe quien me diga que procuro el mal para la república le deberé decir que se equivoca. Yo no soy nadie para provocar el mal pues morigero mis labios y lengua en la debida forma sin darle aquiescencia; pero aquí si hay quienes con su locuacidad habrán de responder por los muertos que se avecinan, quizás aquí si hay quienes con su colérica oratoria llevarán a las masas a una contienda que no durará tan solo unos años sino quizás décadas.
Pueda ser que no haya chispas que prendan la hoguera eterna de la discordia, pero si las hay… que la naturaleza se apiade de nosotros.
De mi parte me bajo de esta montura partidista y me retiro no a los cuarteles de invierno sino a los de la razón en espera del resultado que muy seguramente aparecerá en el saliente, para dar paso a otros que desean hacerle honor al color del partido y que lo trasladarán a los campos y ciudades. Si Gaitán ha de ser el que ha de gobernar que lo sea, pero que no olvide que cada palabra que espeta con su enconada oratoria es una ojiva de plomo, un filo más al machete que turbara los ya infaustos destinos de esta república arrinconada por el malquerer de unos que solo ven en ella el cofre de dónde sacan sus riquezas.
Si me han de ver como una suerte de palabrero fatuo pues deberé cargar con ese rotulo, pero no entregare mi conciencia ni mi razón a la maledicencia de quienes desean volver a confrontaciones partidistas que tanto daño nos han hecho y que tantos hijos nos han quitado.
No veo, como dijo Amancio Gutiérrez, en Gaitán el salvador de la patria ni en su contendiente azul el demonio del averno; solo veo a dos hombres que pugnan por probar la ambrosia del poder y veo a otros que esperan para correr por los restos que de ella caigan.
Que el partido me tache de desertor no me preocupa, me preocupa solo el bienestar de los míos en Salgar, de las gentes de mi pueblo, de las gentes de mi departamento y mi país. Soportare con estoicismo el resultado popular en la contienda a venir. Iré, como el libertador, tranquilo a mi tumba cuando estas inútiles confrontaciones cesen y podamos ver crecer un árbol desde su siembra hasta su tala. Pero con lo que se está fraguando, seguramente solo veremos la siembra y no sabremos que fue del árbol.
Id, pues, señor Gaitán a la contienda; ganad la afrenta –que no es la de corpes- al candidato del otro bando; instaurar el beneficiadero para el pueblo y esperad la sumisión del perdedor. Pero también advierto que si por destino injusto fuésemos quienes perdiésemos no esperéis misericordia por que vendrán por nosotros como lo hizo Lucio Cornelio Sila sobre sus enemigos en Roma.
Y ustedes, quienes se prestan a elegir a Gaitán, no vayan a parafrasear –cuando todo pase- las palabras mortuorias de Julio Cesar cuando Marco Junio Bruto se lanzó con la daga en la mano ¿Et tú, Gaitán? (¿Tú también Gaitán?)” VÉLEZ ISAZA Benjamín. Discursos. España. 1978. P. 122
Serie: Libros Olvidados.
[…] uno que me era familiar “Discursos” de Benjamín Vélez Isaza (ya reseñado en esta columna: et tu Gaitán), volví la mirada hacia él y lo veía anotando sobre el papel con cierta rapidez. Suelo pensar […]