“La lucha contra las drogas fracasó. En lugar de prohibir, como en su momento ocurrió con el alcohol, los Estados deberían tomar el control”.
A principios del siglo XX, Estados Unidos prohibió el consumo de alcohol durante 13 años (desde 1920 hasta 1933), en parte, porque creían que era un factor generador de violencia doméstica. La prohibición resultó ser peor que la venta controlada. Los estadounidenses no dejaron de beber alcohol, por el contrario, surgieron mafias que empezaron a adueñarse del negocio clandestino, que, como es conocido, desencadenó en violentos enfrentamientos entre clanes, así como sobornos a las autoridades para que los dejaran seguir con el negocio ilícito. Historias ampliamente documentadas en distintas series y películas como Los Soprano y El Padrino.
La prohibición del alcohol se suprimió porque no estaba logrando los resultados esperados y el Estado había perdido el control. El humanismo liberal que describe Yuval Noah Harari en su obra De animales a dioses, destaca, entre otras cosas, que la visión de buena parte de la sociedad contemporánea es que todos los humanos seamos tratados como iguales y tengamos la libertad de elegir lo que queramos ser. Ese ideal no siempre se cumple. En Estados Unidos que es la cuna de la libertad y la democracia, los esclavos no eran libres y tampoco podían elegir lo que querían hacer; con la abolición de la esclavitud, los negros debían ceder el asiento del bus a los blancos, tampoco podían estudiar en los mismos colegios ni tener trabajos directivos ni de alta responsabilidad así tuvieran las mismas o mejores capacidades.
Suprimir las libertades individuales provoca revoluciones contra el status quo si estas oprimen el colectivo: la esclavitud se abolió, así como el apartheid en Suráfrica. La monarquía en Francia cayó por la desconexión del rey Luis XVI con las necesidades de los franceses.
Asimismo, los negocios ilegales surgen cuando el Estado no encuentra otra salida que la prohibición, como ocurrió con el alcohol. Colombia, hace aproximadamente cincuenta años, viene dando una lucha sin éxito contra las drogas. Creímos que con la muerte de Pablo Escobar en 1993, se acababa este flagelo, sin pensar que, como el mito de Hércules y la Hidra de Lerna, las nuevas cabezas se reproducirían rápidamente por dos ante la captura o muerte del líder caído. Pasamos de Escobar, Cartel de Cali, Cartel del Norte del Valle, a los Don Mario, Sebastianes, Los Rastrojos, Clan del Golfo y la lucha continúa.
Desde que haya consumidores, el negocio ilegal se mantendrá. La lucha contra las drogas fracasó. En lugar de prohibir, como en su momento ocurrió con el alcohol, los Estados deberían tomar el control. Con las ventas de consumo podrían recaudarse impuestos, para con estos, crear centros de asistencia y desintoxicación, espacios exclusivos de consumo, lanzar campañas pedagógicas e informativas que informen sobre lo nocivo que son estas sustancias, como sucede ahora con el tabaco y ciertos alimentos. Darle toda la información posible al ciudadano, para que, con pleno conocimiento y en ejercicio de su libertad, sea quien determine si quiere consumir.
En regiones de Colombia, como la del suroeste antioqueño, donde el orden público se mantiene: son pueblos tranquilos, sin conflictos; una de las principales problemáticas es el microtráfico y lo seguirá siendo, hasta que no haya un giro estructural en la forma como el Estado y el mundo aborda esta problemática. Se debe pasar de la prohibición a la prevención, sin afectar la libertad.
En Aruba no hay drogadictos por que el estado obliga a todos los consumidores a hospitalizarse hasta su recuperación.