Liberalismo: entre el mito y la realidad

En el debate político contemporáneo, pocas palabras han sido tan manipuladas como “liberalismo”. Hoy, se usa “neoliberalismo” como etiqueta peyorativa, como si se tratara de una amenaza que devora pueblos y condena a las sociedades a la miseria. Sin embargo, basta con una revisión histórica y semántica para evidenciar que ese término no solo es impreciso, sino que además parte de una gran mentira.

Neo significa “nuevo”. ¿Es entonces, “nuevo liberalismo? Seamos honestos: ¿cuándo ha existido en México o en el resto de la región un verdadero liberalismo que pueda repetirse? Lo más cercano que hemos tenido no ha sido liberalismo, antes bien, mercantilismo estatal enmascarado, donde el poder político se alía con intereses empresariales, manipulando los mercados en beneficio de unos pocos.

El liberalismo surge en el marco de la Ilustración, cuando pensadores como John Locke defendieron los derechos inalienables del individuo: vida, libertad y propiedad. Gracias a estas ideas las sociedades comenzaron a liberarse del yugo de las monarquías y los sistemas feudales que pretendían ser dueños de las personas. Aquella revolución intelectual no fue un simple ejercicio académico: fue la base de las constituciones modernas, de la democracia representativa y del capitalismo de libre mercado, el cual permitió una prosperidad jamás vista en la historia de la humanidad.

Con la llegada del socialismo, la narrativa cambió. Se empezó a difundir la idea de que el individuo debía subordinarse al colectivo, y que la propiedad privada era un obstáculo para la “justicia social”. De ahí nace la socialdemocracia, que en palabras del Dr. Luis Pazos, no es más que “socialismo disfrazado”. Y en ese proceso de confusión deliberada, los socialistas empezaron a usar el término “neoliberalismo” como un insulto, asociándolo con todo mal que aqueja a nuestra especie.

El problema es que ese “neoliberalismo” del que hablan jamás existió como etapa histórica. Lo que sí hemos visto en América Latina es un capitalismo de compadres: gobiernos que presumen apertura económica al tiempo que siguen regulando, monopolizando y controlando. En contraste, los países que verdaderamente han adoptado políticas liberales encabezan los rankings de libertad económica y calidad de vida. De acuerdo con el Índice de Libertad Económica de The Heritage Foundation, para 2025, naciones como Singapur, Suiza, Irlanda, Taiwán y Luxemburgo ocupan los primeros lugares; distintas en geografía, cultura y creencias religiosas, pero con un patrón en común: más libertad económica significa más prosperidad, innovación y bienestar.

Ahora bien, dentro del liberalismo también encontramos matices. A saber, el economista Murray Rothbard fue pionero en lo que después se llamó libertarismo, corriente de la que se desprende el anarcocapitalismo: la forma más radical del liberalismo, que plantea un mundo sin Estado. No obstante, no todos los libertarios somos anarquistas de mercado. Pensadores como Ludwig von Mises, Deirdre McCloskey o Juan Ramón Rallo defienden una visión minarquista, es decir, un Estado mínimo pero existente. Por su parte, los liberales clásicos (Frédéric Bastiat, Alexis de Tocqueville, F. A. von Hayek, entre otros) representan la primera generación de estas ideas, mientras que los objetivistas de Ayn Rand aportan una filosofía ética basada en la razón y el individualismo.

Podemos discrepar en los caminos anarcocapitalistas, minarquistas, objetivistas o liberales clásicos, pero compartimos el mismo destino: defender la libertad. Esa es la esencia que une a todas las variantes del liberalismo frente a los intentos de secuestro ideológico que hemos visto tanto de la izquierda como de la derecha. En los Estados Unidos, los demócratas secuestraron la palabra “liberal” para identificar a la izquierda progresista, y actualmente ciertos sectores republicanos intentan apropiarse de la palabra “libertario”, cuando en realidad ninguno de los dos representa la tradición liberal que defiende, sin concesiones, las libertades individuales y económicas.

Por eso conviene desconfiar de quienes dicen ser “liberales solo en lo económico”. No puede haber libertad económica sin libertad individual. El LIBERALISMO no es una mitad, no es un adorno: es una visión integral que coloca al INDIVIDUO en el centro, que reconoce su dignidad y lo protege del abuso del poder político.

A lo largo de la historia, cuando las sociedades han abrazado el liberalismo, han florecido; cuando lo han rechazado en nombre del colectivismo, han caído en la miseria y el autoritarismo. Y por eso, pese a todas las campañas de desprestigio, el liberalismo sigue siendo la filosofía política y socioeconómica más coherente, humana y efectiva para garantizar el progreso de la civilización.

Porque el liberalismo en todas sus vertientes siempre será superior a los extremos de derecha e izquierda. Y hoy, más que nunca, quienes creemos en la libertad debemos unirnos para defender y difundir estas ideas, que no son utópicas ni ilusorias, sino la única ruta comprobada hacia la prosperidad, la innovación y el respeto irrestricto por el proyecto de vida del otro.


La versión original de esta columna apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.

Majo Salinas

María José “Majo” Salinas es una mujer emprendedora y multifacética, que ha destacado en diversos campos gracias a su gran capacidad de adaptación y a su incansable espíritu de lucha. Licenciada en Comunicación, Majo ha sabido combinar su pasión por la creatividad y la innovación, con su compromiso por difundir las ideas de la libertad. Especialista en marketing digital y asesora patrimonial, ha ayudado a numerosos emprendedores y empresas a crecer y prosperar en un entorno cada vez más competitivo. Además, es colaboradora activa de distintas organizaciones liberales-libertarias como Liberales Disidentes y México Libertario. Es Líder de LOLA Capítulo Guanajuato, donde ha resaltado por su compromiso y su capacidad para liderar e incentivar a los demás.

Pero, sin duda, uno de sus mayores logros ha sido fundar y dirigir FEMINISMO ORIGINAL, un movimiento que busca recuperar la esencia del feminismo, alejándose de las corrientes más radicales y promoviendo la igualdad de oportunidades y el empoderamiento de las mujeres desde una perspectiva libre y responsable. Con su ejemplo de perseverancia, dedicación y pasión por lo que hace, Majo Salinas se ha convertido en un referente de lucha para todos aquellos que buscan hacer de su vida algo más que una mera rutina y defienden sus ideales con todas sus fuerzas.

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