Las victimas, un comodín

Parece increíble el show del Centro Democrático abanderando y defendiendo las objeciones a la JEP en razón de las víctimas, digo show porque nuevamente se cayó otra promesa de campaña de Duque. Una promesa jurídicamente arbitraria y mezquina. Lamentablemente, de nuevo nos preguntamos de forma colectiva ¿Quién asesora al presidente en estos temas? Hoy, las objeciones están dependiendo de los números, Cambio Radical se apartó. Esta mala suerte es digna de un partido como el CD, focalizada en estigmatizar todo lo que ‘huela a izquierda’, en utilizar durante elecciones las buenas ideas de partidos alternativos como la Consulta Anticorrupción, para embolatarla y luego echarla a la basura. Un karma político.

Las victimas han sido para el CD un instrumento de persuasión, un comodín emocional y político. Lo son ahora, porque mucho antes de las objeciones el CD fue el partido más indolente frente a las 16 curules para las victimas en el congreso. Han sido, además, los principales auspiciadores de que el congreso no haya tenido quórum en otras repetidas ocasiones para votar sobre la JEP. Ahora, la red de la corporación Rosa Blanca, conocida por acoger mujeres víctimas del conflicto armado y sexual, se está convirtiendo, según los últimos trinos, en otro canalizador emocional de política.

Me parece satanizante pensar que las victimas son solo eso, un instrumento. Tras la victoria del ‘No’, se tuvo una etapa de corrección al Acuerdo, esa etapa se cumplió, se escuchó a la oposición. Pienso que esa búsqueda por hallar la justicia perfecta que han venido haciendo, desde un principio, los opositores al Acuerdo es un forma irracional de pensar cómo debe funcionar un estado con un pasado de violencia y conflicto armado. Paradójicamente, ha sido deshumanizante pensar en un ‘súper estado’ que cubra todos los puntos claves en el conflicto, sobre todo para la victimas.

Esa forma de buscar la justicia perfecta, a través de mentiras manipuladas como en la Campaña del ‘No’, o a través de un obstruccionismo legislativo, son señales de un radicalismo político sin fundamento. La justicia transicional es por eso una ventana de salida para solucionar vacíos de justicia que son inherentes a cualquier mesa de negociación en la que se discute con los que hasta entonces han venido siendo los enemigos. ‘Es lo que hay’; es lo que, hasta ahora en términos de justicia transicional, existe para Colombia en temas de solución de conflictos. Es verídico que el Centro Democrático no ha superado un hecho: ya pasó la voluntad de diálogo. Un diálogo del que siempre han estado en desacuerdo o  ausentes.

Cualquier forma incalculada de someter un valor supremo como La Paz a intereses políticos, es insensata y nada razonable. No es la paz de Santos, es la de un país. Un valor supremo no se debe politizar.

Lograr a toda costa que la JEP no funcione por buscar una justicia perfecta es caprichoso, atenta contra las victimas e imprime inseguridad jurídica. Pero más allá de este hecho y de todas las objeciones jurídicas y políticas que se le pueda tener al comportamiento irracional del CD frente a la paz, es la polarización que le imprimen al país lo que es más devastador, y lo hacen desde varios frentes, ya sea desde la negación del conflicto, satanizando las penas alternativas, refiriéndose de forma despectiva a las Farc, o, demeritando principios como la verdad y la reparación.

La condena por un pasado al margen de la ley es una cruz que los victimarios cargan, de eso no hay duda, pero estar recordándoles su pasado a grito herido y dejarlos ante los medios como los ventajosos del Acuerdo, es también un acto de deshumanización con ellos.

Tanto para las victimas como para los victimarios siempre existirá un pasado que afrontar, un pasado difícil, personal, subjetivo y lleno de emociones, y nadie nunca podrá asumir por otro u otra ese proceso natural de la vida. Por eso el CD jamás se pondrá en los zapatos de la víctimas, tampoco en los zapatos de los victimarios, es imposible. De por sí este proceso de verdad y reparación es tan doloroso que no es necesario imprimirle más emocionalidad al asunto sino más bien racionalidad, por eso si tan solo el CD dejara de sembrar odio y rencor de manera radical harían demasiado. Ya es hora de que el Centro Democrático acepte que el Acuerdo necesita ser implementado.

Ojalá que todos los simpatizantes del CD reciban de sus nietos la siguiente pregunta: ¿Entre un objetivo perfecto de justicia y uno de paz, cuál prefirió?. Es válida esta pregunta, si tenemos en cuenta que justicia y paz son principios sumamente abiertos y abstractos, que necesitan sobre todo del tiempo para materializarse, pero que al final del día una paz negociada es más fácil de sostener que encontrar ese ideal de justicia.

Es penoso lo deshumanizante de un partido político cuyo recuerdo no será benevolente en la memoria de los colombianos.

Ingrid Martinez Reyes

Abogada con especial interés en Derecho Informático. Columnista en constante transformación. Melómana y escritora en tiempos revueltos.