¿Las universidades volverán a ser el jardín de las élites?

“Aunque la democracia y la cultura estén hoy caminando heridas, las universidades deberían aspirar a ser el refugio de estas ideas”


Hace rato no iba a la Javeriana. La última vez fue cuando gradué como abogado hace más de un par de años. Regresé esta semana para oír a algunos precandidatos a la presidencia. Estuvieron David Luna, Sergio Fajardo, María José Pizarro y Migue Uribe hablando sobre su visión y propuestas para el país.

En la misma semana, leí un artículo de Javier Mejía Cubillos, economista de Los Andes y profesor Stanford, titulado Las universidades volverán a ser el jardín de las élites y escrito para la Revista Forbes. Mejía se cuestiona el futuro de las universidades en tiempos de la inteligencia artificial y cuenta que les explica a sus estudiantes en Stanford que esa universidad ofrece tres cosas: infraestructura y servicios de campus; conocimiento impartido en el aula; y redes sociales y prestigio. La conclusión del artículo es que el primer factor se puede reemplazar pagando una membresía en clubes sociales y el segundo factor (el conocimiento) será reemplazado por empresas de inteligencia artificial. Por lo tanto, Mejía dice que las universidades serán nuevamente el jardín de las elites, quienes asistirán a ellas pagando únicamente por obtener capital social como sucedía hasta el siglo XIX.

Debo decir que me sorprendió el artículo. Mejía me parece un analista acertado y por lo general coincido con muchas de sus ideas. Pero ahora que el conocimiento inevitablemente pasará por la inteligencia artificial ¿no podemos pensar en las universidades como centros democráticos de pensamiento e integración social?

Volviendo al evento al que asistí a la Javeriana, quiero destacar que las intervenciones de los precandidatos, más allá de la extrema polarización que hay hoy, son por lo general más refinadas en espacios universitarios. En estos espacios se suele evitar la búsqueda del aplauso fácil y los candidatos se enfocan en propuestas reales sobre su visión de país, ya que aquí tienen un público más agudo. Estos espacios de participación y diálogo son necesarios y mucho más en un país tan desintegrado como Colombia. Es importante que existan estos encuentros y no solo con las elites, sino en centros de pensamiento abiertos a todo el público.

Entiendo que las reflexiones de Mejía surgen del campus de Stanford donde se educa la elite mundial y es muy probable que ese tipo de centros terminen siendo lo que él propone. Pero en países en vías de desarrollo o incluso en países del primer mundo donde prima la educación pública, como pasa en la mayoría de los países de Europa, deberíamos pensar en el futuro de las universidades como centros de reflexión, pensamiento y creatividad humana (como alternativa a la inteligencia artificial), esparcimiento, dialogo e integración social. No solo como espacios para mantener un estatus social alto.

Es evidente que las nuevas generaciones tienen pocos incentivos para invertir en cultura y en civismo, ¿pero esto no facilitaría la idea de una universidad pública y gratuita? Ya no gratuita para formarse como profesional, sino más bien como personas comprometidas con la sociedad. El modelo de la Escuela Activa que fomenta el aprendizaje participativo y colaborativo, y se enfoca en las competencias socioemocionales de los niños (en este caso sería de los jóvenes adultos) me parece una buena alternativa para aspirar a lo que propongo, más aún en estos tiempos donde existe tanta desorientación espiritual.

Aunque la democracia y la cultura estén hoy caminando heridas, las universidades deberían aspirar a ser el refugio de estas ideas. Y, reitero, no solo para las elites, es importante que estos espacios existan para toda la población. De hecho, emociona más esta idea que el concepto actual de universidad donde todo se enfoca en la producción masiva de investigación para alcanzar buenos lugares en rankings, hilado además a la deuda que muchos estudiantes deben cargar por años para poder ir la universidad.

Pablo Güete Álvarez

Abogado con énfasis en Derecho Comercial Internacional de la Pontificia Universidad Javeriana. Tiene un Master en Gobierno y Administración Pública de la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como abogado litigante en firmas internacionales.

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