“El amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso de participar en la construcción de esas cosas”
Zygmunt Bauman
En la primera parte de esta reflexión, publicada hace un par de semanas, mencioné cómo el farmacón afecta directamente las dinámicas de subjetivación o construcción de sujeto desde el plano individual –aun cuando en este proceso interceda el otro-; al mismo tiempo, se constató cómo, bajo la lógica de las nuevas tecnologías, las relaciones interpersonales tienden a perder su carácter de intersubjetividad y se convierten en dinámicas de consumo, alimentando así un sistema que busca mercantilizar los objetos en su máxima extensión. Resta entonces, para proceder con las conclusiones finales de este ensayo, analizar la transformación que parece propiciar el fenómeno de las redes sociales dentro de la concepción humana del sexo.
Y es que si bien desde la década de 1960 la psicología reconoció que las prácticas sexuales constituyen una parte fundamental en la formación y expresión de las identidades (Illouz, 2007, 101) −ergo, del proceso de subjetivación−, las prácticas a las que hacían referencia las diversas disciplinas en su momento estaban mediadas por un proceso de co-relacionamiento que facilitaba la construcción de sujeto de manera conjunta. Este proceso, a su vez, generaba en los participantes cierta “incertidumbre” o expectativa que podría definirse como “deseo”. Sin embargo, con la aparición de las redes sociales y el internet, se les ha ofrecido a los usuarios la posibilidad de “saltarse” el extenso proceso de cortejo y proceder directamente al encuentro sexual. Para comprender acertadamente esta dinámica, vale la pena regresar al concepto de “pulsión”, planteado por Sigmund Freud.
Para este pensador, la pulsión “se caracteriza por su procedencia de fuentes ubicadas en el interior del cuerpo −hecho que enfrenta al sujeto a la imposibilidad de huir de ella obligándolo por el contrario a obedecer a sus fines− y por su constancia” (Alzate, 2009, 10); es decir, en los placeres pulsionales caben aquellos que son irrefrenables y que exigen ser saciados de manera inmediata. Hecha esta definición, no resultará complejo relacionar el farmacón que atañe al presente artículo con el “retorno” a los instintos pulsionales. Y es que la dinámica que ofrecen las redes sociales y los sitios de encuentros es precisamente la de ofrecer un “catálogo” de corporalidades que permite a los usuarios decidir con un “clic” y acordar un encuentro sexual, eliminando así cualquier esbozo de interacción social –y, por ende, cualquier proceso de intersubjetividad– y transformando ese “deseo” que constituía una fuente elemental para la construcción de la relación interpersonal en una “pulsión” que favorece la capitalización del cuerpo.
Ahora, ¿significa esto que se deba rechazar de plano el uso de las redes sociales? En mi opinión, no es este el camino que debe seguirse, sino que, por el contrario, no debe desconocerse la gran capacidad que poseen las redes sociales para conectar personas de distintas condiciones geográficas, culturales, económicas, entre otros. En ese sentido, lo que se requiere es promover “espacios de reflexión que permitan elucidar los mecanismos de la producción de imágenes, identificar los autores a quienes conviene esa circulación y distanciarse de las convocatorias que atentan contra la dignidad, el pensamiento y la vida” (Ramírez y Anzaldúa, 2014, 187). Dicho de otro modo, debe someterse al farmacón a un proceso de reflexión e interiorización adecuado, con la intención de explotar su potencial benéfico.
Por otra parte, si bien las dinámicas de este tipo de aplicaciones se prestan para cosificar y mercantilizar al sujeto, siempre es posible resistirse a este discurso y re-considerar el uso que se hace de las mismas. Al fin y al cabo, el rol que cumplen este tipo de dispositivos es el de presentarse como “mecanismos de representación”. El “cómo escojo representarme” es un factor fundamental para definir el uso que se le dará a dicho mecanismo. Sin embargo, para resistir es necesario ser consciente de que se es oprimido –en este caso de manera simbólica–, por lo que resulta claro que todo intento de resistencia debe pasar primero por un proceso de introspección y reflexión individual. Se espera entonces que el presente texto cumpla dos funciones esencialmente: Por un lado, promover el interés por el estudio y análisis de la inferencia de los fenómenos de tecnificación dentro de los procesos de subjetivación e intersubjetividad; por el otro, promover la reflexión en torno al mismo fenómeno, buscando así generar consciencia respecto al uso que se da a las redes y aplicaciones y cómo este afecta la libertad humana de “ser”.
Otras columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/joaristizabal/
Referencias
Illouz, E. (2007) Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo. Katz.
Alzate Posada, L. E. (2009). Pasiones, pulsiones y deseo: amalgama fundamental de toda ética. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, 21, 1-16
Ramírez Grajeda, B. y Anzaldúa Arce, R. E. (2014). Subjetividad y socialización en la era digital, Argumentos, 27 (76), 171-189.
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