Cuando un hombre ama no cohíbe, no somete y no maltrata física ni verbalmente, deja que la persona sea tan libre como ella quiera ser.
En tiempos de cuarentena han aparecido a relucir en la opinión pública decenas de escritos donde se denuncian el exceso de casos de feminicidio a nivel internacional, por ende, es pertinente hablar sobre la problemática social que cada vez cobra mayor número de víctimas en Colombia.
Decenas de mujeres han empezado a padecer una verdadera odisea al estar encerradas en sus hogares desde el inicio de la pandemia del Covid-19. Ante la imposibilidad de poder salir y estar cada vez más lejos de su victimario. Los maltratos son cometidos con sevicia y sin el más mínimo de los escrúpulos a manos de hombres energúmenos que padecen trastornos compulsivos que les hace perder el quicio de su razonabilidad al momento de enfrentar una situación caótica de celos; donde sin razón alguna e indolentemente le han privado el derecho de vivir a su pareja sentimental.
Las mujeres que no hacen buen uso de su razonabilidad son las únicas culpables de que los feminicidios sean una realidad constante. Todo feminicidio es repudiable y ninguno justificable, pero es inhumano e inaceptable que una menor muera por estar en la incapacidad de poder defenderse ante un acto de violación sexual. Es un delito atroz donde el infanticida merece ser castigado con las penas carcelarias más drásticas posibles. La mayor parte de conciudadanos hemos crecido escuchando una frase bastante coloquial que carece de comprobación científica que dice así : las mujeres tienen un sexto sentido más conocido como corazonada, algo similar a poder presagiar hechos y situaciones que están sucediendo implícitamente o que estén inminentes acontecer a partir de la interpretación de una simple intuición, por ende, están en la facilidad de detectar comportamientos y palabras machistas emitidas por su pareja sentimental, saben en qué momento son vulnerables y cuando no. Pero la mayoría son masoquistas, perdonan insultos denigrantes por más insignificantes que parezcan, porque son más las cosas buenas que malas; injurias que desde el primer momento que fueron dichas no debieron de haberlas pasado por alto, eso es el principio de situaciones que en el mayor de los casos terminan muy mal y deja como consecuencia, secuelas psicológicas difíciles de olvidar, exponiendo su parte endeble ante una situación inminente de vulnerabilidad, quizás lo hacen involuntariamente por carecer de la maldad que es inherente al patriarcado. Lo cual conlleva a que el agresor opte por utilizar la estrategia de manipulación e intimidación y pueda posicionarse desde su sexismo como la voz que posee la máxima autoridad dentro de la relación, inmediatamente inferioriza a su pareja, al punto de disuadirla y hacerle dudar de sus capacidades y potenciales de mujer, adiestrándola y tratándola como una sumisa que acata ordenes sin derecho a reclamar por más inhumanas que puedan llegar a ser, haciéndole creer que eso es su único propósito en vida. El victimario terminará por imponerle ciertas restricciones que le cohíben disfrutar de su total libertad, a las cual la mujer ignorantemente acata por temor a las represalias en su contra o por el simple hecho de no querer generar expectativas negativas a su pareja sentimental, ante la zozobra de ser echada a la calle y no sobrevivir un par de días una vez se da cuenta que malgasto parte de su vida siendo la sirvienta mal remunerada de un machista que la sometió bajo la ilusoria esperanza de felicidad. En el último de los casos no se denuncia por la negligencia existente ante las autoridades competentes donde el feminicidio queda archivado impunemente, sin darle mayor relevancia al caso de agresión.
Mujeres, nadie posee el derecho de venir a excusar un insulto. La antesala de los golpes son las injurias que un hombre en sus delirios de psicótico puede llegarles a causar una vez ha creado una obsesión amorosa. Ustedes están en total libertad de hacer lo que quieran, no permitan que se pongan a husmear su vida privada. Nadie tiene el más mínimo derecho de cohibirle de hacer cosas que le hacen feliz. Cuando un hombre ama no cohíbe, no somete y no maltrata física ni verbalmente, deja que la persona sea tan libre como ella quiera ser. Ustedes no son una mercancía, por ende no tienen dueño si es que algún desadaptado cree serlo. Tenga autoridad en sí misma, tenga confianza en sus allegados y decida optar por acabar de una vez la relación cuando el misógino tienda a tener comportamientos extraños que dejen como consecuencias a largo plazo trastornos por estrés postraumáticos. Así evitaremos a que se sigan perpetrando maltratos y asesinatos a mujeres que no merecen morir de una forma tan vil.