Las mentiras del Si

Hace más de un año que ganó el NO en el plebiscito. Fue una campaña en desventaja para la oposición, que tuvo que enfrentar las maquinarias de la Unidad Nacional y la izquierda, la financiación estatal y la burocracia, la “mermelada”, los medios de comunicación, la empresa privada, la academia, la comunidad internacional, las encuestadoras, los líderes de opinión y a la guerrilla, que continuaba armada por toda Colombia.

Sin embargo, este triunfo de David contra Goliat fue rápidamente estigmatizado por los derrotados. Para lograrlo, utilizaron todo tipo de artimañas, calificando como enemigos de la paz, guerreristas, uribestias y paramilitares a los líderes del NO; seguidamente impusieron la sensación de que se había ganado con mentiras y engaños. Fue difícil mantener la legitimidad del triunfo, pero habría de llegar el “tribunal del tiempo”, que hoy sentencia como verdaderos los argumentos de la oposición.

Los líderes del Sí mintieron. Dijeron que no habría impunidad para las FARC, que criminales de lesa humanidad podrían ir a la cárcel, que no habrían curules gratis, que guerrilleros harían política como todos los demás y que sólo podrían participar si cumplían los compromisos con la justicia transicional. Que terroristas iban a entregar todos sus bienes para reparar a las víctimas, ayudarían en la lucha contra las drogas y que no tendrían sueldo; que en el acuerdo no se contemplaba la expropiación de tierras, que se respetaría la decisión de los ciudadanos en las urnas. Se rasgaban las vestiduras diciendo que no le estaban entregando el país a las FARC, que las fuerzas militares no serían equiparadas con la guerrilla, que la justicia acordada en Cuba no sería utilizada para perseguir los opositores, que las víctimas habían sido el centro de la negociación.

A pesar de todo lo dicho, miles de delitos quedarán en la impunidad, la FARC-política será ignorada, a los criminales les bastará aceptar el delito para librarse de la cárcel, guerrilleros tendrán 10 curules gratis en el Congreso por 2 períodos, más las 16 curules especiales en la Cámara, que terrorista Iván Márquez ya dijo van a buscar. Los guerrilleros tendrán financiación especial para su partido, su centro de pensamiento, sus campañas políticas; tendrán bajo su dominio 20 emisoras y acceso a un canal de televisión “para la difusión de su plataforma”; podrán hacer política sin responder ante la justicia, sin reparar a las víctimas, sin decir la verdad y sin pagar siquiera las penas simbólicas que les impongan.

Son tan evidentes las mentiras, que las FARC no entregaron la totalidad de sus recursos, la Fiscalía les ha incautado más de 1.8 billones de pesos en bienes no declarados. No han ayudado en la lucha antidrogas y por su cuenta volvimos a ser el primer país productor de cocaína del mundo con récord histórico incluido: 188.000 hectáreas y creciendo. Soldados y policías fueron igualados al terrorismo y serán sometidos a un tribunal pro FARC, después de soportar valerosamente las bombas del terrorismo. A pesar de tantas mentiras e incumplimientos, cada guerrillero recibirá 2 millones por desmovilizarse, 8 millones para proyecto productivo, 90% de un salario mínimo mensual por 2 años; y más de mil guerrilleros, que ahora serán escoltas con armas del Estado, recibirán un salario de $1’800.000. Eso sí, para las víctimas no hay financiación, ni beneficios, ni voceros reconocidos, ni curules en el Congreso. Y que no se olvide, el terrorismo nunca entregó la totalidad de los menores reclutados.

Los voceros del Sí se aprovecharon de los anhelos legítimos de paz, para limpiarle los crímenes a las FARC, con un presidente que ha afirmado coincidir en “muchísimas cosas” con la agenda de la guerrilla, y que la cuestión es “comenzar a hablar un lenguaje común”; que parece ser el de la Paz, que en Cuba se llama Revolución y en Venezuela Patria.

El 2 de octubre, el pueblo colombiano no tuvo la última palabra como lo había prometido Santos, pero sí la tuvo el terrorismo y la corrupción del Congreso y las Cortes. El proceso de paz necesita ajustes urgentes, para no poner en riesgo la democracia y la justicia. Esos cambios pueden y deben materializarse en 2018, porque blindajes contra la decisión de un pueblo soberano, blindajes de mentiras son.

Juan Pablo Sánchez Garcés

Médico y cirujano / Universidad de Antioquia, especialista en Gerencia de la Salud / Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud, residente de la especialización en Medicina Interna / Universidad Libre de Colombia. Me gusta el debate respetuoso de ideas, la política, la salud y la educación. Aguadas, mi tierra.