Bernie Sanders es, probablemente, el Senador más conocido de la izquierda estadounidense. En Europa hay quienes lo presentan como un ejemplo de la creciente popularidad de las ideas socialdemócratas. En cambio, si nos fijamos en sus verdaderos postulados, encontramos que estamos ante un socialista empedernido.
Su último libro lleva por título Es lógico estar enfadado con el capitalismo (It’s OK to Be Angry About Capitalism), el cual, se asemeja al Manifiesto del Partido Comunista que firmaron Marx y Engels en 1848. La única diferencia estriba en que dicha obra subraya al menos el papel positivo que jugó el capitalismo en términos de mejora de la producción, mientras que el ensayo de Sanders no tiene ninguna palabra buena sobre el capitalismo y, de hecho, proclama una revolución obrera para arrasar con el sistema capitalista.
El Senador Demócrata llama a acometer “una revolución política en la que los trabajadores se unan”. Los ricos aparecen retratados bajo una luz exclusivamente negativa, con descripciones de sus lujosas y envidiables vidas. Lo que Sanders no hace en ningún momento es decir cuáles fueron los logros empresariales que propiciaron esa enorme riqueza. De igual modo, tampoco se preocupa de señalar que el 20 % de mayor renta paga el 83 % de todos los ingresos fiscales del Gobierno federal o que el 0,001 % que más gana genera el 39,8 % de los caudales que fluyen a las arcas de Washington. Los lectores no encontrarán ninguno de estos hechos en el nuevo libro de Sanders que, sin embargo, se asegura de insistir constantemente en que los ricos deben pagar más impuestos.
“La élite corporativa no está formada por tipos buenos (…). De hecho, son gentes despiadadas y, día tras día, imponen duros sacrificios a la vida humana y nuestro bienestar, todo para proteger sus privilegios”. En opinión de Bernie Sanders, los Estados Unidos se ha convertido en un país terrible porque “la mayoría de los estadounidenses llevan una vida de desesperación silenciosa”. El Senador insiste una y otra vez en que, a lo largo de los últimos cincuenta (50) años, el nivel de vida del estadounidense promedio no ha mejorado; una que repite como un loro pero que, simple y llanamente, no es cierta.
Sanders equipara explícitamente a los estadounidenses más ricos con los oligarcas corruptos de Rusia. Esto es, sin duda, toda una afrenta: los más ricos de los Estados Unidos son personas como Bill Gates o Jeff Bezos, que se han enriquecido al desarrollar y comercializar productos que benefician a millones de personas en todo el mundo. En cambio, los más ricos de Rusia son personas que, por lo general, se han enriquecido a través de la corrupción. En su mayoría, son rentistas que viven de las ganancias del petróleo y el gas que les asegura el régimen de Vladimir Putin.
¿Cuál es la alternativa de Sanders? En primer lugar, pide la abolición total de los multimillonarios, reto al que dedica un capítulo entero. Tendríamos que irnos a Corea del Norte, a Cuba o a los países africanos más pobres para encontrar un modelo así. Cierto es que Sanders ha elogiado en el pasado el modelo económico sueco –sobre el que profundizaremos en la segunda parte de esta entrega–, aunque este reino escandinavo tiene una proporción de multimillonarios un 60 % más alta que la de los Estados Unidos.
En la Norteamérica que imagina Sanders, la Constitución Política debería ser prácticamente destrozada, puesto que se trata de un documento desfasado que ya no se ajusta a la realidad del país. De igual manera, el Senador considera que la Corte Suprema no es más que un cónclave de “activistas judiciales de derechas”. Así, ve “inaceptable y antidemocrático que un puñado de personas no electas sean designadas para estos cargos de forma vitalicia y ejerzan el tipo de poder político que ejercen en la actualidad”.
Según los planteamientos de Bernie Sanders, el empleo tendría que estar “constitucionalmente garantizado”. Esta no es una idea nueva, porque lo cierto es que la mayoría de las constituciones socialistas solían incluir este tipo de compromiso. Sin embargo, el resultado práctico de aquellos modelos fue un “desempleo oculto” alarmantemente alto. Lo mismo ocurre con otras de las propuestas de Sanders, que también eran elementos comunes en los países socialistas, caso del control de los precios del alquiler. En la Alemania Comunista, por ejemplo, la congelación del arriendo hizo que la mayor parte del parque de viviendas quedara gravemente deteriorado o, directamente, se desmoronara.
Como alemán, me sorprendieron los elogios de Sanders a la política energética de mi país. Es absurdo que nuestro fracaso pueda ser tomado como referente. Alemania comenzó cerrando sus plantas de energía nuclear, luego hizo lo propio con sus plantas de producción de carbón y finalmente prohibió el fracking. Pues bien, Alemania tiene ahora los problemas energéticos más graves de todo Occidente. El precio de la electricidad ya era el más alto del mundo antes de la guerra en Ucrania y prácticamente triplicaba los niveles observados en los Estados Unidos; pero estos datos se han seguido deteriorando y, en la actualidad, Alemania importa gas estadounidense que, en efecto, ha sido extraído a través del fracking. ¿Es semejante desastre un modelo a seguir? Lo dudo mucho…
Por último, en lo que respecta al sistema de salud, elogia el Servicio Nacional de Salud (en inglés, National Health Service – NHS) de Reino Unido, un sistema que se ha convertido en una auténtica pesadilla para los ciudadanos de las islas. Alrededor de ocho (8) millones de británicos se han visto obligados a contratar un seguro médico privado y cerca del 53 % de la población dice que, si pudiese, haría lo propio.
Así, para lo único para lo que ha servido el nuevo libro de Bernie Sanders, ha sido para desmentir a todos aquellos que alguna vez han afirmado que el Senador Demócrata y exaspirante a la Presidencia de los Estados Unidos no es más que un “socialdemócrata moderado”. No. Sanders cree en la lucha de clases y lo que verdaderamente quiere es convertir a los Estados Unidos en una nación socialista.
Esta columna apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
Comentar