“Nexos familiares, políticos y sindicales atomizan la propuesta de cambio de su presidente y devela la ambición desmedida de activistas que abre, ante los ojos de los colombianos, los verdaderos propósitos del socialismo progresista en el poder.”
El corto plazo ha sido más que suficiente para destapar, desnudar y demostrar el oscuro entorno que circunda al Pacto Histórico que se constituyó por Colombia. Millennials y demás fanáticos cegados, por la ideología de izquierda, comienzan a observar la punta de un iceberg en el que se empodera la familia de un líder progresista, con ideas socialistas, para que se enriquezcan aprovechando el momento y delineen el cómo se mantendrán en las posiciones de poder. Nepotismo y prácticas clientelistas que si se revisan con detenimiento en nada se distancian con lo acaecido con la hija de Hugo Chávez Frías en Venezuela, o las movidas maestras de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, sin ir muy lejos y por solo mencionar algunos casos. Daño innegable a la estabilidad democrática del país que se desmorona con actuaciones que son justo todo lo contrario a lo que los colombianos esperaban del gobierno del cambio para “vivir sabrosito”.
Capacidad de engaño y manipulación que acompaña a su mandatario trae a la memoria múltiples actos en los que ha creado y usado Fake News para saltarse las líneas éticas y normalizar todo lo contrario al correcto proceder. Memoria cortoplacista, mal generalizado de la sociedad colombiana, dejó en el olvido la transgresión moral de Gustavo Francisco Petro Urrego y Sebastián Guanumen, actual cónsul en Chile, para acabar con el honor del candidato contradictor y vender ilusiones de transformación política en Colombia. Situación comportamental que acompañó el pacto de la Picota y las incómodas reuniones de Juan Fernando Petro, las cuestionables actuaciones de Piedad Córdoba, la inexplicable proximidad de Roy Barreras y Armando Benedetti a una propuesta de cambio en la forma de hacer política, son la muestra de la degradación e inmoralidad que hay de fondo en el mesías de los “nadies”.
Engaño que se gestó con el lema de la anticorrupción sirvió para obtener votos en las urnas, pero ahora se pulveriza con lo que se comienza a conocer como la versión 2023 del proceso 8.000. Acusaciones contra Nicolás Petro reviven los peores episodios de corrupción política, narco influencias, financiación irregular, violación de topes o lavado de activos que se vivió en los años 90 en el mandato de Ernesto Samper Pizano. La Fiscalía tiene que actuar de forma inmediata contra esa horda inmoral, ralea política, que se beneficia de los dineros mal habidos, de mafiosos, paramilitares y contratistas corruptos, para luego gestionar intereses non sanctos, propios de las marullas y mentiras que decían combatir. Crisis que se quiere minimizar mueve el piso de una administración que en otra época, y en otros gobiernos, si hubiere pasado algo igual o similar, habría pedido renuncias y sacado las primeras líneas a incendiar al país.
Pequeños aportes para resarcir el golpe, casi mortal, que se propició al cambio sería explicar el significado de los chats y los exorbitantes movimientos de los más de 1.600 millones de pesos que se recibieron, dirigidos a la campaña presidencial, de parte de narcotraficantes, parapolíticos y contratistas. Decencia que dicen representar los militantes del Pacto Histórico llamaría a pedir la renuncia de ministros y demás funcionarios que, en época de la campaña, visitaban Barranquilla para reunirse con el hijo de Petro Urrego, antes que con el propio candidato. El poder detrás del poder tejió el cómo fue que se produjo la artimaña con la que se apoderaron de Colombia, andanzas del primogénito son el fiel reflejo de lo visto en el caso de las bolsas negras con fajos de billetes, no en vano dice el adagio popular que “hijo de tigre sale pintado”.
Actos que definen a la familia de su presidente confirman lo que muchos piensan del Sensei de los humanos, adalid político, reincorporado de las filas guerrilleras, que con trampa y delirios de persecución encantó incautos que le dieron la victoria, tramposo defensor del mal que ahora busca legitimar y naturalizar el proceder delincuente de los actores al margen de la ley. Lo que se hereda no se hurta, en este momento muchos comienzan a ver con preocupación que en Colombia no hubo cambio, lo que ahora se tiene en el poder es más y peor de lo mismo. Andanzas de los Petro imponiendo funcionarios en cargos públicos, nombramientos cuestionables en el servicio diplomático, revela que la cola es larga y no tienen el menor sonrojo para cambiar de posición y dar la espalda a quien bien les sirve y luego sindican de ser un brazo gangrenado que contamina el postulado de la izquierda.
Presencia de glaucos, comunes, alternativos y social demócratas en la coalición de gobierno no es más que la asociación de incoherencias que resguarda lo indefendible y se escuda en un proyecto de paz total. Negociación, que sin un mínimo de decencia entrega a los delincuentes las bases del estamento colombiano, es la que se propone con los distintos grupos al margen de la ley. Experiencias del imperfecto acuerdo de La Habana con las FARC dejaron un legado que no se puede pasar por alto, base de la negociación en manos de Otty Patiño, Ariel Ávila o Iván Cepeda, entre otros, es lo menos indicado si se trae a la memoria la defensa a ultranza en el caso de Seuxis Pausias Hernández Solarte, “Jesús Santrich”, o el reagrupamiento de las disidencias guerrilleras. Tergiversación de la realidad en la que un secuestro masivo, actos de terrorismo, saqueos, incendios y asesinatos, como los vistos en el Caguán en la última semana con las guardias campesinas o el estallido social de las primeras líneas desde 2019, se reducen y avalan con el calificativo de cerco humanitario.
Críticas sustentadas, que desde la izquierda se tildan de una nueva campaña de odio contra los actores del gobierno, no pueden desviar la atención sobre las reformas que se proponen y solo apuntan hacia el control de todo aquello que les dé un manejo político para así someter a la población. Transformación de la salud, los ahorros pensionales, o los recursos de alcaldías y gobernaciones, desborda la confianza y lleva a exponer como principales logros de Gustavo Francisco Petro Urrego en 7 meses al frente de la presidencia: inflación del 13.34%, dólar a $ 4.850, desempleo en el 13.78%, acción de Ecopetrol con un decrecimiento del 40%, el índice COLCAP cayendo el 27%, el país reportando 120 Masacres, la gasolina con un incremento del 30%, la compra de vivienda reduciéndose en un 40%, la adquisición de vehículos mostrando un comportamiento en contra del 25% y los índices de pobreza rozando el 50%.
Entorno de fraudes, tráfico de influencias, enriquecimiento ilícito que circundan a su mandatario llaman a cambios inmediatos en la estrategia de gobierno, sacar corriendo a las malas compañías y rodearse de gente competente. Caída en picada en la imagen favorable de Gustavo Francisco Petro Urrego y su administración difícilmente se tapará con un contrato de $762.610.800, por 8 meses, con el Centro Nacional de Consultoría que, despilfarrando el presupuesto del país, busca una encuesta y tracking mensual que permita mantener la vanidad de su presidente. Mal va Colombia si se sigue creyendo que la ideología de delinquir para “favorecer al pueblo” es el postulado que traerá el cambio, mentalidad de los humanos que se trasladó al Pacto Histórico es la que hizo propensa a la corrupción una apuesta política que sucumbe en las manos de Nicolás Petro, Juan Fernando Petro, Verónica Alcocer y demás personajes que se aproximaron a Gustavo Francisco Petro Urrego para santificar corruptos y bandidos beneficiándolos sin escrúpulos. Gestión del gobierno se mide con acciones y el apoyo de esos 11.3 millones de colombianos que votaron por ellos, los mismos que fueron incapaces de llevar, en al menos un 10%, a las calles en una marcha de respaldo que no pasó de ser un acto inflado con miles de cuentas falsas en redes sociales.
Comentar