Las dos caras de Petro

“Esta dualidad de versiones del presidente varía dependiendo de qué lado se ubiquen las personas”


El pasado 21 de junio, el presidente Gustavo Petro convocó a sus simpatizantes a un evento relacionado a la paz urbana en la plazoleta de la Alpujarra en Medellín y hubo un lleno total. Sin duda, fue una jugada digna de ajedrecista, donde midió fuerzas en la ciudad donde quizás tiene mayor oposición y de esta manera envió un mensaje tanto al alcalde Federico Gutiérrez y al gobernador Andrés Julián Rendón, mostrándoles que tiene un capital electoral considerable en el departamento.

Sin embargo, más allá de las contiendas políticas y electorales, hay un factor que llama mucho más la atención, y es el relacionado dos visiones totalmente diferentes que se tienen de Petro. Por un lado, están las cifras que muestras una desaprobación muy alta del presidente – un 64% aproximadamente – que normalmente se mencionan en reiteradas oportunidades en los grandes medios de comunicación. Pero, a veces no pareciera conversar mucho con las manifestaciones en las calles como la vista en Medellín y en las otras tantas que ha invitado a respaldar sus reformas. Esto sin duda, muestra una dualidad de versiones del presidente que varían dependiendo de que lado se ubiquen las personas en su espectro ideológico; las redes sociales y los mismos medios de comunicación, sirven como cámaras de eco que reproducen lo que sus espectadores quieren y desean oír.

Al mismo tiempo, esta dualidad se refleja en la forma que Gustavo Petro ha gobernado durante estos casi tres años. Hemos visto a un presidente que se ha mantenido firme en intentar sacar adelante las reformas que prometió durante campaña, las cuales buscan transformar el sistema de salud, mejorar las condiciones laborales o implementar tributaciones de corte progresista; además, ha llevado a cabo acciones como desacelerar la explotación de carbón y petróleo, hecho que es coherente con su discurso relacionado a la transición energética, o por ejemplo la implementación de vías férreas para el transporte de carga en varias regiones del país. Pero, por otro lado, y lo que más le ha generado críticas, han sido sus reprochables nombramientos en diferentes cargos a personas cuestionables o que no representan esos ideales social demócratas que representa él como mandatario. La figura de Gustavo Petro, entonces, se mueve constantemente entre la convicción y la contradicción, como si en su andar político se viera forzado a jugar simultáneamente en dos tableros: el del idealismo que promete transformación y el del pragmatismo que exige gobernabilidad. En esta tensión, las reflexiones de Maquiavelo cobran un nuevo sentido.

En El Príncipe, el pensador florentino advertía que “hay tanta distancia entre saber cómo viven los hombres y cómo deberían vivir…”, que un gobernante que se empeñe en ser bueno en medio de un entorno corrupto terminará inevitablemente derrotado. ¿Será este el dilema de Petro? ¿Lo condenan quienes lo rodean a un destino fallido? ¿O ha aprendido, como sugiere Maquiavelo, “a no ser bueno en ciertos casos, y a servirse o no servirse de su bondad, según las circunstancias lo exijan”?

Los movimientos recientes del presidente, como los cambios ministeriales y su defensa de ciertos aliados cuestionables, parecen responder más a las exigencias del poder que a las promesas de campaña. En ese sentido, cabe preguntarse si también ha debido “obrar contra su palabra”, como Maquiavelo justifica, para mantener el orden y la estabilidad política. ¿Es esto traición o simplemente el precio del gobierno?

El evento en la Alpujarra es, en sí mismo, un ejemplo de cómo la percepción pública puede estar más ligada al espectáculo del éxito que a los principios. Tal como apunta el autor renacentista: “el vulgo se paga únicamente de exterioridades y se deja seducir por el éxito”. Mostrar fuerza en la plaza pública, incluso en territorio adverso, proyecta victoria, y en política, esa imagen es capital.

Petro, además, parece entender otra de las máximas maquiavélicas: “otros se consagraron a ganarse a los hombres que en el comienzo de su reinado les eran sospechosos”. Al integrar figuras que en el pasado fueron adversas, podría estar neutralizando amenazas internas, aunque no sin costo político. La selección de sus aliados y ministros refleja esto: algunas decisiones han demostrado prudencia, pero otras, fallas graves de juicio. Maquiavelo es claro: “si los ministros son incapaces o infieles, se juzgará al príncipe por haberlos escogido mal”.

Aun así, Petro ha sabido prescindir de algunos y premiar a otros. Ha destituido ministros cuando el desgaste lo exigía, pero también ha recompensado con cargos a quienes se han mostrado leales. Como advierte Maquiavelo, el príncipe debe mantener a sus colaboradores motivados, pero también vigilados. Su relación con personajes como Bolívar refleja los peligros de la adulación, otro vicio que según Maquiavelo es difícil de evitar, aunque “para no caer en el desprecio, el príncipe debe permitir que se le diga la verdad”. Algo que Petro ha sabido manejar a medias: acepta elogios, pero parece incomodarse con las advertencias.

Y, sin embargo, cuando se observa su gobierno en conjunto, muchas de las acciones que ha promovido —como la transición energética o la reforma a la salud— representan esos “nuevos cimientos” que Maquiavelo consideraba signo de un gran líder. “Nada honra tanto a un hombre recién elevado al dominio político como las nuevas instituciones por él ideadas”, decía. Petro, a su modo, intenta dejar una huella estructural más allá del ruido del día a día.

Maquiavelo en la Era Digital: La Paradoja de “The Politician”

Esta compleja realidad recuerda al personaje de Payton Hobart en la serie The Politician. Las complejas dinámicas de poder descritas por Maquiavelo encuentran un eco fascinante en la cultura popular contemporánea. El protagonista, Payton Hobart, encarna la figura del político idealista que, desde una edad temprana, se obsesiona con alcanzar la presidencia de Estados Unidos con la firme convicción de hacer el bien. Su camino está pavimentado con promesas de cambio, justicia social y una genuina intención de mejorar la vida de las personas. Sin embargo, a medida que avanza en su carrera, Payton se ve inmerso en un juego político implacable, donde las tácticas maquiavélicas son la norma.

La serie explora magistralmente la tensión entre los fines y los medios. Payton, a pesar de sus nobles intenciones, se encuentra constantemente en situaciones donde debe manipular, engañar o sacrificar sus propios principios para avanzar o simplemente para sobrevivir en el despiadado mundo de la política. Al igual que Petro, Payton se ve empujado a tomar decisiones que lo alejan de su pureza inicial, pero lo acercan a su meta. En ambos casos, la pregunta persiste ¿Es lícito mentir si el resultado final beneficia a una comunidad? ¿Debe un líder comprometer su integridad personal si eso le permite alcanzar una posición desde la cual puede implementar políticas transformadoras?

“The Politician” muestra cómo, incluso para aquellos que genuinamente quieren hacer el bien, la estructura misma del poder y la competencia política pueden corromper o, al menos, forzar una adaptación a las “formas tradicionales de hacer política”. Payton, que comienza como un idealista puro, termina adoptando estrategias que no distan mucho de las que criticaba. La serie, al igual que Maquiavelo, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana en el poder: ¿Es inevitable que la búsqueda del bien se vea manchada por la necesidad de ser “no bueno en ciertos casos”? ¿O es posible mantener la integridad en un sistema que parece recompensar la astucia y la pragmática deshonestidad? La serie no ofrece respuestas fáciles, sino que subraya la perpetua paradoja de la política, donde el idealismo a menudo choca con la cruda realidad de la supervivencia y la consecución de objetivos.

Jonathan Peláez R.

Politólogo de la Universidad de Antioquia; miembro del Comité Editorial de la Revista de Estudiantes de Ciencia Política. También he sido joven investigador en el Instituto de Estudios Políticos de la UdeA. Soy un apasionado por los temas de país, coyuntura política nacional, ideologías y cultura política, además de ser un apasionado por el fútbol, la música y su relación con la política.

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