La violencia contra la mujer como un problema estructural

“Mientras en la sociedad tengamos que seguir siendo consideradas “lo otro” respecto a ellos que son “lo absoluto” estos hechos de violencia, posesión y sujeción se van a presentar de manera cada vez más fuerte”


En lo que va de este año en Colombia han aumentado los reportes de feminicidios, los últimos casos en los que se ha puesto la mirada son los de Stefanny Barranco, quien fue agredida por su expareja en su lugar de trabajo y que haciendo uso de un arma blanca la hirió hasta causarle la muerte y luego el hombre buscó autolesionarse, pero su intento no tuvo éxito. Por otra parte, está el feminicidio de Natalia Vásquez, la mujer tenía 31 años, y fue asesinada por su exesposo utilizando un arma blanca, quien luego de lograr su propósito se quitó la vida. También recordemos el fatal suceso de Yuliana Samboní, su agresor, Rafael Uribe Noguera, fue condenado por feminicidio agravado, y cabe recordar el de Valentina Trespalacios, en manos de su pareja sentimental en ese momento.

Este es solo un mínimo panorama de la crisis del país en temas feminicidios. La ley colombiana establece en el artículo 104 A del código penal el delito de feminicidio y el 104B sus agravantes, pero esta estipulación normativa parece ser insuficiente ante la realidad desbordante del feminicidio, los procesos son poco efectivos a la hora de protección a las mujeres que denuncian ser víctimas de violencia. Pero es preciso también decir que el problema de violencia contra la mujer no es un tema que solo le compete al estado en cabeza la justicia, el problema va mucho más allá de cualquier normatividad.

Colombia es un país mayoritariamente conservador y religioso, lo que ha sido el lugar perfecto para que se radicalice los discursos patriarcales, los cuales por su naturaleza privilegian los discursos machistas, el núcleo de este tipo de hechos es la familia, dónde a las mujeres a temprana edad se les normaliza expresiones como “eso es tema de hombres” “quédese callada” “los problemas familiares, se quedan en la familia” “obedezca a su hermano” “su papá tiene la razón” discursos se trascienden en la familia, se perpetúan en la escuela y se legitiman tanto que terminan siendo creíbles para la población en general. Por la paciencia, el sostenimiento de la familia, el matrimonio, el amor y la obediencia justifican comportamientos que dañan la integridad de la mujer y la ponen en inferioridad, otorgándoles de esta forma actitudes pasivas como la paciencia, el silencio y la justificación de hechos violentos.

Simone de Beauvoir, en su libro El Segundo Sexo, al hacer un análisis de lo que es la mujer respecto al hombre a nivel histórico expresa “… él es el Sujeto, él es lo absoluto; ella es lo otro” mientras en la sociedad tengamos que seguir siendo consideradas “lo otro” respecto a ellos que son “lo Absoluto” estos hechos de violencia, posesión y sujeción se van a presentar de manera cada vez más fuerte. El hecho de creer que la mujer es el “sexo débil” o que debe someterse por su condición de ser mujer, es lo que no permite que la sociedad evolucione, además de demostrar que por el solo hecho de ser o nacer mujer se está en desventaja en una sociedad que busca anularla y subordinarla.

La sociedad en general, en muchas situaciones las víctimas acaban revictimizadas por no saber elegir a su pareja, por no irse a tiempo, por permitirle llegar a ciertos extremos. Pero la realidad es que, de esas mujeres, pocas cuentan con una red de apoyo real y eficiente.  La víctima no se queda por gusto, en muchos casos existe dependencia emocional, la misma que le impide dilucidar que la situación que vive no es normal. Por otro lado, son mujeres que por su dependencia económica y la falta de oportunidades no pueden irse del lado de los agresores por el bienestar de sus hijos o que incluso por el temor de las constantes amenazas, prefieren quedarse en ese lugar.

Tener una ocupación poco aceptada por la sociedad, vestirse de determinada manera, actuar y pensar contra lo convencionalmente aceptado, elegir una pareja, tener hijos a temprana edad y tener ambiciones, terminan siendo los elementos que usan para juzgar a las mujeres que son víctimas de violencia. Cuando estos hechos se presentan, son indignantes en el momento que es noticia, pero la indignación no trasciende ni a la reflexión ni a la acción en ningún contexto social, no nos cuestiona sobre lo mal que se han empleado los discursos patriarcales, donde la mujer sigue siendo vista como “Lo otro” y el hombre como “Lo absoluto” mientras esta concepción persista la violencia contra la mujer seguirá siendo un número de proceso jurídico y una historia más por contar.


Todas las columnas de la autora en este enlace: Maria Isabel Zapata Cataño

Maria Isabel Zapata Cataño

Estudiante de Derecho de la Universidad Católica Luis Amigó - Medellín

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