La victoria de Trump: El poder ya no es lo que era antes.

opinionHasta hace unos días, la candidata Hillary Clinton parecía dirigirse a romper el ‘techo de vidrio’, la barrera invisible que le impide a la mujer ascender para ocupar cargos de poder. Ciertamente, Hillary Clinton no es una novata en el poder: ex Primera Dama, ex Senadora, ex candidata a la presidencia y ex Secretaria de Estado. Su clara ventaja en las encuestas nacionales y en varios Estados claves del país, mostraban que iba a superar la barrera más alta en el poder global. Incluso, las encuestas indicaban que la candidata a la presidencia iba a obtener un margen de victoria parecido a las elecciones del año 2012, en donde el Presidente Barack Obama superó a su rival Mitt Romney.

La personalidad errática, showsera, excéntrica y prepotente del nuevo Presidente Donald Trump dominaron todos los medios de comunicación, generando rechazo en las mujeres por sus comentarios misóginos; en los socialistas, por las amenazas de reducir subsidios y eliminar privilegios; en los latinos por su propuesta de construir un muro, acabar con NAFTA y por sus declaraciones en contra de los mexicanos; en las estrellas de Hollywood y la industria de la música, cuyos miembros son movilizadores de masas; en el Partido Republicano por considerar sus opiniones subidas de tono y discriminatorias; y de otros tantos sectores de la sociedad,  que hasta los demócratas pensaron que su derrota estaría definida por sus historias y sus comentarios.

Pero, si Trump mintió; utilizó uno de los elementos del populismo, que es el de dividir con odio a la sociedad para alcanzar el poder; no fue políticamente correcto; fue impulsivo; poco intelectual y carente de ideas, entonces ¿por qué ganó?

Lo primero, estamos frente a una sociedad del espectáculo. A la gente muy poco le importa los datos estadísticos, las realidades económicas, el intelecto de los candidatos, el debate de las ideas, las propuestas o lo políticamente correcto. A la sociedad de hoy, le encanta el espectáculo, el morbo, el sensacionalismo, el circo, y más aún cuando todo parece una película de acción, de drama y entretenimiento. Evidentemente, el Trump empresarial y sus asesores supieron explotar la demanda del mercado. Por eso, atrajo la atención de absolutamente todos los medios de comunicación, al punto, que hasta los caricaturistas sacaron al máximo su creatividad a relucir y los oyentes produjeron todo tipo de memes en torno a su personalidad. El espíritu empresarial de Trump logró mantener el ojo periodístico y propagandístico durante toda la campaña. ¿Qué más show que decir todo tipo de absurdos racistas, misóginos, xenofóbicos, homofóbicos y machistas? Fue así como el empresario llamó la atención a cualquier costo.

Segundo, cuando Donald Trump llamó la atención de los espectadores aprovechó todos los medios para evidenciar la corrupción de su contrincante, llamándola: “mentirosa compulsiva”, “desquiciada”, “desequilibrada”, “cortocircuito”, “robot Hillary”, “corrupta”, “fraudulenta”, “deshonesta”, y cualquier apodo que se le ocurriese para desprestigiar su imagen y la confianza que le tenían los electores a la candidata. En honor a la verdad, si algo debe cuidar quien quiere ostentar el poder es su prestigio, y debe cuidarlo a toda costa, porque cuando se rompen los cristales de su reputación, la opinión pública es implacable. En el caso de Hillary, había perdido la confianza en los votantes, y los cristales que sostenían su reputación se resquebrajaron gracias al director del FBI, James Comey, y de Wikileaks, que según funcionarios de los Estados Unidos es una organización que está siendo apoyada por el Gobierno de Rusia.

Tercero, el voto silencioso. Aunque, no existe ningún análisis o estudio que demuestre que hubo un grupo de votantes silenciosos que decidieron elegir a Trump como presidente, tampoco se puede descartar la idea de que las encuestas no lograron reflejar la verdadera intención del votante, puesto que la hipótesis sugiere que hubo un grupo de votantes que por miedo a represalias o vergüenza no quiso compartir su intención de voto por el nuevo presidente.

Cuarto, no hubo una participación entusiasta por parte de las bases del Partido Demócrata, es decir, las minorías afroamericanas e hispanas y el voto femenino no se sintieron inspirados de salir a votar a apoyar a Hillary Clinton como lo hicieron con Barack Obama en el año 2012. Tal parece que, el desempeño que hizo Donald Trump en manchar la imagen de la candidata surtió efecto, pues aunque Hillary en principio tenía una reputación sólida, adoptó una actitud defensiva frente a los comentarios y hechos difamadores del contrincante. En mi opinión, debió demostrar serenidad en su defensa, para no generar desconfianza y desespero en su reputación. De igual forma, que se hayan generado dudas en torno a la reputación de Hillary Clinton constituye un arma de doble filo, puesto que el desespero de su autodefensa y la semilla de los hechos o los rumores dejan sembrada la duda en la sociedad, y si no se hubiese defendido, como se dice en lenguaje coloquial: “el que calla otorga”. En este caso, Trump y el FBI desestabilizaron a la candidata, conduciéndola a cometer varios errores.

También el Presidente Barack Obama, en cierta medida contribuyó en la elección de Trump. Varios cubanoamericanos se sintieron decepcionados cuando Barack Obama recientemente viajo a Cuba y saludó a  Raúl Castro con mucha efusividad. La intención de flexibilizar el embargo por parte de Estados Unidos a Cuba, como también el abstenerse por primera vez en la historia en el voto anual de las Naciones Unidas contra el embargo, hizo que Trump ganará en la Florida.

Quinto, y la que en mi opinión constituye la más importante, no se trata de la hipótesis que circula en los medios de comunicación, y que no me convence, aquella que dice que Trump ganó porque en EEUU la gente es racista, homofóbica, xenofóbica o machista –que los hay–, pero que si esta hipótesis fuese cierta, Obama jamás hubiese sido dos veces presidente. En Estados Unidos existe el matrimonio entre parejas del mismo sexo en los 50 Estados del país, y no hubo protestas como las que recientemente hicieron los colombianos para oponerse a la “ideología de género”. ¿Xenofóbicos? Estados Unidos es un país de inmigrantes, puede que uno que otro haya comprado la idea de que los hispanos le están quitando los trabajos a los estadounidenses. ¿Machista? Hillary Clinton estaba en la cúspide y era la candidata a ganar, ¿y si bajo el supuesto cambiamos a Hillary por Michelle Obama que goza de alta popularidad? Quizás la historia hubiese sido diferente, sólo para la reflexión, porque me parece más un tema de desconfianza a su reputación, que por el hecho de ser mujer, con esto no busco desconocer las brechas existentes entre hombres y mujeres.

El Quinto y, último punto, se trata del fin del poder, una tesis que recoge el venezolano Moisés Naim, el poder ya no es lo que era antes. Hoy en día, Donald Trump es la regla y no la excepción. Candidatos como Trump, en este siglo XXI demuestran que el poder es más fácil de obtener, más difícil de utilizar y más fácil de perder. Trump es un empresario que surgió de la nada en términos políticos, y desafió la burocracia tradicional de los partidos, el ‘establishment’ y las élites que influyen en el poder político. En otras palabras, es un empresario que no pertenece a la burocracia tradicional, y que sin serlo pudo derrotar a los que históricamente han dominado y establecido no sólo las reglas del Partido Republicano, sino también aquellos que eligen candidatos y definen la maquinaria tradicional.

 

Pero, ¿cómo lo logró? Nutriéndose del sentimiento de la anti-política, de aquel en la cual la ciudadanía grita: ¡fuera todos! Esto ocurre porque las burocracias tradicionales siguen teniendo mucho poder, pero no tienen la misma cantidad de poder que sus predecesores,  por lo tanto, no logran hacer todo lo que quisieran y tienen cada vez más limitaciones en el ejercicio del poder, pero que en el pasado podían hacer mucho más de lo que pueden hacer hoy en día. Entonces, esa incapacidad por parte de las burocracias tradicionales de satisfacer las demandas exacerba  los ánimos de la gente y los conduce a las plazas y avenidas. Políticos como Trump, alrededor del mundo utilizan el populismo, el sensacionalismo, el radicalismo y el nacionalismo para defenderse de la anti-política y atacar a la clase política tradicional.