Hay quienes hablan del declive de la universidad liberal y humanista y de la imposibilidad de darle un nuevo impulso. Los defensores del capitalismo académico sostienen que las universidades deben convertirse en empresas que deben actuar y organizarse siguiendo los criterios de la competencia en el mercado. Políticos en campaña entran también en esta discusión y atacando las universidades públicas buscan ante todo ganar posicionamiento en las redes, los medios y eventualmente votos. Es el caso del senador Ariel Ávila, que recientemente denunció la corrupción que existe en las universidades públicas en torno a los sistemas de asignación de puntaje por publicaciones. Mostró que el Decreto 1279 de 2002, que reglamenta el sistema de asignación de puntos salariales, permite a los profesores obtener puntos por sus publicaciones, que luego se traducen en salario; a partir de esto formó un escándalo mediático, sin fundamentos, ni pruebas válidas.
Ávila señala que hay tres mecanismos de calificación en los cuales es evidente la corrupción: la coautoría que implica permitir que el autor de un artículo incluya otros autores bajo la condición de que estos hagan posteriormente lo mismo. Lo segundo es la endogamia de los comités de puntajes, según la cual los evaluadores conocen a los docentes, y estos, sabiendo que pueden terminar en algún momento siendo evaluadores, esperan ser evaluados con generosidad en el futuro. El tercer punto es la publicación en revistas indexadas de muy baja calidad, que terminan avalando un montón de publicaciones de calidad deficiente.
La información dada por el senador Ávila sobre corrupción en las universidades públicas es importante y como profesores no podemos desconocerla. El problema de su crítica es que se basa en apreciaciones falsas sobre las universidades públicas y sobre la forma cómo se crea el conocimiento científico, social, artístico y humanístico, y sobre cómo se produce el reconocimiento de puntos salariales.
En primer lugar, los comités de puntajes en las universidades no evalúan de forma académica la producción profesoral. Esta, como sucede con artículos y libros publicados en revistas y editoriales especializadas, es evaluada por los comités de esas revistas o las editoriales a las que se envía el objeto de publicación, en el caso de las patentes esta tarea la cumplen comités científicos ajenos a la universidad. Si los productos están en el nivel de exigencia o responden a los criterios académicos de las revistas o comités de las editoriales, serán aceptados y publicados.
Posteriormente los productos así evaluados son entregados por los autores a los respectivos comités de puntajes de sus universidades, que asignan puntos salariales de acuerdo con la clasificación definida por el sistema Publindex de Minciencias -que es también ajeno a la universidad- para la evaluación y clasificación de la producción académica.
Publindex clasifica las revistas en cuatro categorías (A1, A2, B y C) y de forma similar los demás productos, y a través convocatorias bianuales en las que las revistas y editoriales participan a voluntad. Esas categorías determinan qué puntos obtiene cada producto, de manera que por ejemplo si es C recibe 3 puntos, y si es A1 recibe 15 puntos salariales. Este último proceso no es evaluativo, se trata simplemente de un trámite. En este sentido, un comité no puede darle 15 puntos a un producto clasificado como C. Por estas razones es falso lo que el senador, empoderado por su Twitter, dice sobre los profesores y los comités de puntaje.
El sistema definido en el decreto 1279 está bien concebido y ha hecho posible el aumento de la productividad académica en el país, pero los mecanismos que han hecho posible la corrupción de la que algunos profesores (una minoría) han sacado provecho deben ser corregidos y los autores de estos actos de corrupción deben ser investigados y sancionados por las autoridades competentes. La acusación imprecisa, mal intencionada, plagada de falsedades del senador contra las universidades públicas, revela su desconocimiento de los problemas de la universidad en la actualidad. La cuestión importante a considerar en las universidades es la crisis de la educación y de la universidad liberal y humanista, es decir el surgimiento de una universidad centrada no en la ciencia, sino en la innovación.
El mundo de la academia está desde hace más de dos décadas en un radical proceso de cambio, el cual está marcado por el entrelazamiento de procesos de crecimiento, de la transnacionalización de la educación y de la influencia de la economía en todas las esferas sociales de acción. Las instituciones básicas de la sociedad en el capitalismo actual —la economía, la política, la ciencia y la educación— solamente se reproducen y mantienen por medio del constante incremento de bienes, recursos y de la innovación. (Rosa, 2019).
En este marco general de acción están ubicadas la universidad y la ciencia del presente, lo cual ha dado lugar a la formación de un tipo de capitalismo académico en el que las universidades se han convertido en empresas que se especializan en vender su nombre como capital simbólico. La universidad, publica y privada, debe actuar, entonces, como una empresa manejada estratégicamente, buscando el éxito en la competencia por fondos, profesores y estudiantes. Estos desarrollos como el de Bolonia y otros que se están dando en Estados Unidos, China, India, Chile, México, Colombia, Perú, apuntan a adaptar a la universidad como empresa capitalista.
Esta transformación de la universidad se concretó primero en los Estados Unidos —luego se extendió a muchos países del mundo— con la implementación del modelo «managerial» propio de las corporaciones y empresas, que se creó en el marco de las reformas neoliberales del Estado en la década de los ochenta y noventa del siglo pasado. En esta situación de cambio se planteó que la universidad debe abandonar la idea de la comunidad científica como una institución básica de la producción colaborativa del conocimiento como un bien público global y avanzar hacia la producción de un conocimiento competitivo como un bien privado para obtener rentas monopólicas en la competencia global para la innovación económica (Münch, 2014). Esto se traduce en que en la nueva universidad hay una prevalencia de la innovación sobre la ciencia. La nueva universidad, como se esta proponiendo, por ejemplo en la Universidad de Antioquia, se ocupará no básicamente del conocimiento científico, social y humanista, sino de lo que es denominado “educación para toda la vida”, “educación continua” o “educación para el trabajo y el desarrollo humano”.
Este cambio en la naturaleza de la universidad va acompañado por muchas otras transformaciones: la progresiva sustitución del gobierno académico de la universidad por la llamada “gobernanza”. En este sentido, los rectores de las universidades deben actúar hoy como presidentes de una compañía y en esa nueva posición tienen que hacer que sus profesores actuén como agentes del mercado para que contribuyan a aumentar los beneficios económicos de la institución.
Estos cambios se puede observar en los ámbitos centrales de la universidad: en la investigación y en la docencia. En docencia, las universidades se centran cada vez menos en los programas básicos como química, física, sociología, psicología, ciencia política o economía, y buscan desarrollar estudios de comunicación, de medios, de género o estudios internacionales. El modelo de profesor se ha modificado sustancialmente y se ha convertido en empresario, dedicado a aumentar su currículo, publicaciones, y a competir por puestos y proyectos para estar a la altura del mercado competitivo.
Las trasformaciones en la investigación se pueden apreciar en el creciente uso comercial de la investigación. Richard Münch diferencia cuatros tipos de comercialización de la investigación académica: i) Patentar y conceder licencias por los propios departamentos o por las oficinas de transferencia de la universidad. ii) La creación de empresas emergentes en las que los propios científicos comercializan sus desarrollos. iii) Los empresarios concebidos como clientes de la investigación académica. iv) La creación de instituciones con apoyo estatal en las que colaboran empresas y universidades. Estos cambios permiten ver que se está dando una utilización comercial de la investigación. También hay que señalar la relación entre la investigación básica y la investigación aplicada. En la medida en que las autoridades estatales y los empresarios le dan mayor valor a la explotación comercial de los resultados, se tiende entonces a preferir las carreras de los saberes aplicados sobre las teóricas o básicas (Slaughter y Leslie 1997).
En la medida en que la universidad se convierte en una empresa cambia totalmente su función. Ya no es más el lugar en el que los profesores desarrollan su vida académica; se convierte en el espacio en el cual agentes del mercado compiten con otros y tienen que posicionarse en un mercado en el que los nombres de las universidades se negocian como marcas. Para poder jugar este papel, las universidades están obligadas a acumular capital para poder acumular más capital, escribe Richard Münch.
Para enfrentar la racionalidad neoliberal que desafía a la universidad, es necesario
defender la universidad con su proyecto de formación científica y humanista. La
finalidad de la universidad no es la gestión, la comercialización, sino la docencia y la investigación. Es errado someter la universidad a criterios económicos, los criterios correctos son los intelectuales. La universidad está siendo perjudicada por estas nuevas orientaciones y por intervenciones erróneas de burócratas del conocimiento y de políticos en campaña, que no se dirigen a la búsqueda de la verdad, sino a promover una productividad empresarial.
Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/francisco-cortes-rodas/
Bibliografía
-Münch Richard, Globale Eliten, locale Autoritäten. Suhrkamp, Frankfurt am Main.
-Rosa Harmut, Resonancia. Una sociología de la relación con el mundo, Katz, Buenos Aires.
– Slaughter S., y Leslie L., (1997), Academic Capitalism: Politics, Policies, and the Entrepreneurial University, Baltimore and London, Th
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