La Universidad de Antioquia; entre la gimnasia financiera y redefinición del rumbo

Por: John Mario Muñoz Lopera y Marco Antonio Vélez

En los pasillos de la Universidad de Antioquia, aquellos por los cuales dificultosamente nos paseamos en medio de la infausta invasión del espacio público universitario, una pregunta se escucha: ¿qué va a pasar con la Universidad?, una inquietud necesaria sobre la viabilidad de su continuidad en el tiempo y sobre su legado. En medio de la incertidumbre y la desazón, el paseante no deja de indagar sobre qué pasó con la que otrora fuera la institución faro del saber y del nuevo conocimiento, de la cultura y de la ciudadanía democrática, aquella que concitaba el anhelo de estar en sus aulas, en sus espacios de cultura y de construcción de comunidad, y que hoy parece someterse a la deficitaria condición de ser “tierra de nadie”.

Este 2025 puede ser considerado como el año más complejo financieramente en la historia de la UdeA, por varios motivos. Primero, pasamos de tener una capital de trabajo 215 mil millones en el 2024, a 15 mil millones en el 2025, y se habla de la necesidad de contar con 148.000 millones de pesos para el cierre de año, sin saberse de dónde puedan salir estos recursos. En las afujías de consecución de dinero, el rector fue autorizado por el CSU a emprender un préstamo de 54.000 millones y, quizá, se puedan recaudar otros 30.000 millones por venta de los llamados bienes de uso no misional. Según ello, el gimnasta financiero que preside la Universidad no tiene más recurso que continuar endeudando a la institución y desprenderse de sus bienes, acabando con el poco ahorro institucional a futuro. No hay gestión más allá de ello. Parece que la puja entre los gobierno regional y nacional no le abre más escenarios: de hecho, la aprobación del presupuesto para la UdeA por parte de la Gobernación para el año 2026 es un poco más de 62 mil millones, lo que equivale al 0,79 % del presupuesto del Departamento, cuando en el 2025 fue 0,88 %; es decir, por un lado, hay una reducción de los aportes en medio de la peor crisis institucional, por otro, los aportes del Departamento en el año en curso no superan el 3 % del ingreso con respecto a los aportes del Estado. Y mientras todo esto ocurre, la reforma de la Ley 30 en sus Artículos 86 y 87 pende de la fragilidad de las confrontaciones electorales que se avizoran poco gratas.

Lo paradójico de la crisis financiera de la Universidad de Antioquia es que los últimos 3 años han sido el periodo en que más recursos han sido transferidos desde el gobierno nacional: en una ocasión 9 puntos y en el último año 11 puntos adicionales sobre el IPC. Luego, aducir incumplimientos por parte del gobierno nacional en el giro de recursos solo refleja mala fe y falta de reconocimiento de los reales aportes y su cuantía. Lo anterior no es óbice para exigir compromisos adicionales, tanto del gobierno central, como del departamental y el distrital, La Universidad de Antioquia necesita un compromiso mayor por parte de estas instancias. También, es necesario indagar más a fondo el porqué de la crisis de la Universidad, mirar qué ha pasado con su gestión administrativa en los últimos años; si se habla de desajuste entre crecimiento y base presupuestal, entonces una administración providente tendría que haber salido al paso de la situación y establecido los remedios en su debido momento, pero parece que no hubo quién hiciese una prueba ácida de la relación entre las exigencias de crecimiento y el soporte financiero, dadas las distintas fuentes que nutren los recursos institucionales.

La narrativa del gimnasta financiero es aquella según la cual el desbalance es histórico y atañe al sistema de financiación inercial de la Ley 30, es el argumento de “en la noche todos los gatos son pardos” y, por tanto, no hay diferenciales causales endilgables a las formas de gestión administrativa de la Universidad; otras universidades del sistema, de similares dimensiones, no soportan la gravedad de la crisis de nuestra Alma Máter. Y, para colmo, en la narrativa institucional surge un argumento que proviene del exsecretario de Educación del Departamento, quien solo ve en el profesorado, tanto vinculado como de cátedra, el chivo expiatorio para exculpar a la administración universitaria.

Pero, para que no todo sea el tema de recursos, otra pregunta emerge: ¿dónde quedó el proyecto académico de la Universidad de Antioquia?, ¿qué prospectiva de universidad tenemos para los próximos años?, ¿cuáles son los ejes de conocimiento a desarrollar según las grandes transformaciones sociales y tecnológicas a las que asistimos? La gimnasia financiera no deja tiempo para estos temas fundamentales. Los requerimientos del día a día, de la búsqueda de la nómina, de cómo pagar a proveedores, no permite asomarse a los temas de fondo que toda universidad de respeto debe abordar en el presente. ¿Se está abordando, discutiendo por la comunidad universitaria, bajo el liderazgo de la administración, el Plan de Desarrollo Decenal?; y, para no ir muy lejos, el Plan de Mejoramiento propuesto por el rector actual como condición de superación de su deficitaria evaluación por el CSU, ¿es el plan que requiere la Universidad en los actuales momentos? Frente a ello, se enuncian algunos retoques normativos en los períodos rectorales, quizá los más avezados entre profesoras y profesores se fijan un plazo de un mes para discutir reformas en el gobierno universitario, pero, ¿será por allí que se debe hilar para tejer la urdimbre de una universidad de cara al futuro?

Y para que el clima de catástrofe y de incertidumbre no nos nuble la vista, es necesario columbrar escenarios de futuro: i) Hay que apostar por un movimiento nacional universitario en pro de la reforma urgente de la Ley 30 en los artículos correspondientes a la financiación del sistema universitario estatal y, si es del caso, promocionar dentro de la constituyente universitaria (por construir) esta perentoria demanda; ii) Debatir ampliamente en la comunidad universitaria acerca de qué tipo de gobierno universitario debe regir nuestro devenir, en perspectiva de participación y democratización; iii) Construir en el corto plazo con la comunidad universitaria un plan de mejoramiento que se aboque a los temas centrales de la crisis multidimensional, con las características de un Plan de Salvamento; iv) Recoger la iniciativa del claustro de profesores de la Facultad de Economía acerca de la necesidad de contar con un tablero financiero en que se exprese el movimiento día a día de las finanzas de la Universidad y se pueda visibilizar con quién y cómo se negocian los bienes que son de la comunidad universitaria y, más en concreto, de la sociedad antioqueña.

Aunque es una realidad compleja, como diría Hanna Arendt, “comprender, sin embargo, no significa negar lo terrible”. Es una dura realidad la de nuestra querida Alma Máter, por ello debemos realizar los esfuerzos para mantener a la Universidad de Antioquia como proyecto futuro, lo que va más allá de los intereses individuales, pues se trata de la oportunidad para miles de jóvenes, para muchos y muchas, su única opción.

John Mario Muñoz Lopera

Doctor en Gobierno y Administración Pública. Docente UdeA.

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