El contexto actual nos convoca a pensar y repensar el papel de la Universidad en el entramado de urdimbres, incertidumbres e indefiniciones ante una realidad que se nos manifiesta como múltiples realidades, de eso se trata el proyecto de construcción de una Multiversidad, de pasar de la dirección concéntrica, de la realidad única, de la percepción individual a la realidad múltiple, diversa, divergente, convexa y en clave de rizoma en palabras de Deleuze.
Hoy la Universidad sin distingo de su función, creencia, ideología política o convergencia racional nos convoca a repensarla diferente, pues la crisis de la Universidad que en otrora se entendía como la crisis de la cultura y la razón, hoy se nos manifiesta de múltiples formas, cada vez más distantes, próximas, lejanas, cercanas, posibles y probables o improbables e inciertas y no es solo la crisis unidireccional de lo educativo, lo económico, lo jurídico-administrativo o lo tecnológico y lo social, se trata de la crisis del sinsentido en su fin, propósito y razón misional, su crisis identitaria, su crisis de obsolescencia, de encantamiento, de enamoramiento, de proyecto de vida, de transformación social.
Si en la época de sus inicios hacia el Siglo XIII la Universidad se concibe como la universalidad de la razón, condición sin la cual el debate, la discusión, la democracia, las ideas y la construcción de imaginarios no tenían asidero en la sociedad; luego con la escolástica, el medioevo, el mercantilismo y la posesión migró hacia la función dominante del aprendiz o del alumno, del arte y el oficio vs la elite del conocimiento, de dotar a los faltos de luz de un espíritu procastinador hacia la lucha entre lo docto y lo manual, entre el idealismo utópico y el materialismo factual, fue entonces con el devenir del desarrollo científico hacia los albores del Siglo XVIII y XIX que se nos presentó el modelo de Universidad de la técnica, del propósito del hacedor y su rol profesionalizante que se convirtió en el fin último de la escuela, ¿es entonces la época actual con la transformación tecnológica, la IA, la sociedad de los datos, las imágenes y las sensaciones líquidas como las vidas lo que nos lleva a preguntarnos cuál es el fin entonces de la Universidad de hoy?
Y este fin no lo encontramos en los galeones de normas, ni en las reformas, ni en los imaginarios del nuevo orden mediado por lo tecnológico y la racionalidad digital, lo encontramos en la esperanza, el encanto, en los proyectos de vida que hoy deben de volver a cohabitar el campus, el claustro o la escuela; devolver entonces la esperanza, la contemplación, el ocio creativo, la racionalidad constructiva y el quehacer del sujeto en la sociedad nos plantea un reto singular y es recuperar el carácter Multiverso no metaverso del fin primigenio de la Universidad, la transformación de lo singular en plural, de lo pedagógico, lo didáctico y lo curricular en clave del autoaprendizaje, la autorresponsabilidad, la autoconfianza, la autonomía que se han perdido en el modelo actual de mercantilismo de la universidad, verbigracia con sus comerciantes ambulantes, con sus maestros ambulantes, sus investigadores, egresados y administrativos ambulantes y este es el fin último de nuestro modelo de la Multi-versidad para la vida, ser una opción plena para la realización del hombre, su integridad y su razón de existencia, es devolver el fundamento de su transformación social y humana, de su quehacer misional: la construcción de nuevos imaginarios para una sociedad, diversa, heterogénea, dinámica, dialéctica y en permanente cambio, una Multi-versidad para la sociedad de la vida.
Todas las columnas del autor en este enlace: Javier Dario Fernandez Ledesma
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