La reciente reunión en Arabia Saudita entre el ministro de relaciones exteriores de Rusia y el secretario de Estado de los EE. UU. trato al menos de cuatro temas fundamentales sobre los cuales trabajar y cooperar: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Moscú y Washington, la coordinación bilateral para el mejoramiento de la seguridad mundial, el levantamiento de las sanciones económicas en contra de Rusia y la búsqueda de un acuerdo para la terminación de la guerra en Ucrania (que al parecer no tendría en cuenta a Europa ni a Ucrania).
A simple vista este panorama reflejaría un reacomodo en el orden global, toda vez que dos potencias mundiales que históricamente han estado confrontadas desde la Guerra Fría – con sus altos y sus bajos- deciden volver a cooperar por unos intereses y necesidades concretas.
Y con esto, los grandes perdedores ante esta nueva reconfiguración de las relaciones de poder son la Unión Europea (UE) y por añadidura el presidente de facto ucraniano Volodímir Zelenski. Estos deberán confrontarse ante la realidad, su estrategia de aislar a Rusia y fortalecer la esfera de influencia de la UE en el mundo con el apoyo de los EE. UU. ha fracasado o por lo menos ha quedado herida de muerte con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
Además, esto se suma a otros asuntos críticos que vienen agobiando a la UE desde hace varios años: la desindustrialización y su reducida capacidad de competencia comercial ante China, el envejecimiento de la población y poco crecimiento demográfico, crisis energética por la dependencia del gas y petróleo estadounidense (que son más caros) y el fortalecimiento de partidos políticos de ultraderecha en varios países claves como Alemania, Italia, Francia, Países Bajos, entre otros.
Otro punto importante es que los países europeos deberán afrontar la posibilidad de quedarse sin la sombrilla protectora del ejército de los EE. UU. puesto que Trump acaba de anunciar que retiraría 20.000 tropas que están desplegadas en la UE –para reubicarlas en Asia y en la frontera con México- en definitiva, quienes saldrán profundamente debilitados y desorientados en el desenlace de la guerra rusoucraniana serán los gobernantes de Europa.
Ante este panorama las instituciones de la UE han quedado paralizadas y pareciera que no tienen la capacidad de darle respuesta a esta crisis. Ante la pérdida del respaldo de los EE. UU. cada gobernante muy probablemente buscará acercamientos de manera independiente con Trump. Es decir, la UE acaba de quedar huérfana en el orden internacional ¿Cuánto durará esta situación?
La gran pregunta ahora es si la UE seguirá buscando estar en la esfera de influencia de los EE. UU. o comenzarán a concentrarse en fortalecer su proceso de integración y seguridad regional autónoma. Quizás este momento de crisis sea una oportunidad para que los europeos comiencen a reflexionar sobre quiénes son sus verdaderos aliados regionales y con quiénes definitivamente no vale la pena entrar en disputas, que a la larga terminan afectando los intereses de la población europea.
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