Cuando nuestra mirada se orienta hacia dentro y empezamos a valorar cada detalle de nosotros, creamos fuerza interior para actuar, crear, ser nosotros e inspirar a quien contemple nuestra existencia.
El concepto de fama ha evolucionado por los diversos contextos en los que se ha desarrollado la historia del hombre. Los primeros famosos lo fueron por sus gestas, logros profesionales o labor política. Probablemente tenían el deseo de trascender en la historia para la eternidad. Antes se buscaban el honor y la gloria, a través de acciones que reflejaban parte de la esencia personal, para la obtención de la fama. El reconocimiento es necesario, pero la fama no asegura trascendencia y eternidad necesariamente.
Lo necesario se traduce en necesidades. La pirámide de Maslow propone varias, entre ellas las de estima. Las personas sienten el deseo de una valoración de sí mismas, de autoestima y de la estima de otros. A estas necesidades se anexan el deseo de reputación, de estatus y de fama. Es cierto que a partir de la opinión del resto podemos conocernos más, sin embargo, existe un peligro en basar nuestra identidad únicamente en lo que se diga de ella. Por eso, resulta más importante prestar atención al reconocimiento interior que al reconocimiento ajeno. Más importante resulta conocerse que conocer lo que el resto opina de nosotros y perderse en todo un cúmulo de subjetividades, inferencias mal hechas y afirmaciones poco cercanas a la esencia de uno
El reconocimiento es vital para el desarrollo personal porque siembra seguridad y autoconfianza. Ambas cualidades otorgan determinación para alcanzar metas. Esa determinación parte de una estima alta, una estima que parte de uno mismo. Cuando nuestra mirada se orienta hacia dentro y empezamos a valorar cada detalle de nosotros, creamos fuerza interior para actuar, crear, ser nosotros e inspirar a quien contemple nuestra existencia.
En palabras de Marco Aurelio, el eco de lo que hacemos ahora resuena en la eternidad. Si nuestras acciones son buenas, la gente verá bondad en lo que hacemos, entonces amará nuestras acciones, nuestro trabajo. Porque la gente reconoce lo bueno, nos reconoce a nosotros. Cuando el resto ve cosas buenas, las toma y parte de ellas para crear algo nuevo. Es lo que normalmente conocemos como inspiración. La inspiración no se busca, surge. La mejor manera de conquistar el mundo es ser nosotros mismos para inspirar a alguien a construir algo nuevo, de pensar en un espacio mejor para su crecimiento y del entorno que le rodea.
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