“La civilización descansa en el hecho de que todos nos beneficiamos de un conocimiento que no poseemos. […] Y una de las maneras en que la civilización nos ayuda a superar esa limitación en la extensión del conocimiento individual, consiste en superar la ignorancia, no mediante la adquisición de un mayor conocimiento, sino mediante la utilización del conocimiento que ya existe ampliamente disperso.”
–Friedrich August von Hayek.
NOTA: La parte anterior a esta entrega puedes leerla AQUÍ.
En los productos –y en la creación de preceptos morales y normas– en cuyo proceso, la libertad de expresión estuvo coartada, y en donde no existió la posibilidad de la crítica y el debate de ideas como ejercicio social constante, una apariencia estética exótica se expresa. Los detalles resaltan, pues no son coherentes, o corresponden al supuesto nivel de avance que reclaman las economías que los producen o prestan. Internet, a saber, es un avance técnico y lógico de una economía abierta en donde la libertad de expresión es lo normal: un estilo de vida, algo propio de los Estados Unidos.
La copia: ideas, normas, costumbres, productos…
Un área en la que la falta de la libertad de expresión –notoria como vacío social– es en el diseño de vehículos y aeronaves en China. ¿Por qué se hace obvio tan fácilmente? Porque no son productos resultado del proceso del debate de ideas interno de ese país, sino formas estéticas y tecnologías adoptadas cuya información está codificada de una manera no accesible mediante la moral y la cultura del mismo país, y hacerles un análisis implica romper un tabú para averiguar por qué algo foráneo es como es.
En China está prohibido explorar ética y moralmente los productos –y las ideas extrajeras– porque mirar “adentro” de los productos es mirar las culturas de afuera, con la consecuencia de tener que mirar hacia adentro la cultura propia y hacer visibles sus fallas o vacíos, algo impensable para quien no puede aceptar la información anómala. Por tanto, se copia, ya que no se puede cuestionar; se sacrifica el futuro por mantener el pasado, pensando que el presente es estático.
La moral, igual que los productos, surgen de la simple pero poderosa acción de la conversación entre los individuos. El trasplante de tecnología o de la legislación para solucionar el problema básico de la falta de libertad para expresarse y acordar las reglas de juego, son soluciones mediocres que no cuentan con el hecho básico de que, mientras están siendo implementadas, quien las produjo ya las está cambiando.
El camino para que podamos participar en las más altas esferas tecnológicas del planeta, es la humildad para aceptar que el conocimiento no puede ser almacenado o producido en una sola cabeza, y que, aunque haya mucha gente en la burocracia, nunca serán ni la suficiente ni la adecuada para resolver los problemas donde se crean y cuando se crean, que es en todas partes y todo el tiempo en cada conversación e interacción.
Para establecer reglas de juego legítimas es necesario contar con quienes van a jugar el juego donde se aplican ¡Y no se vale la delegación de autoridad! Porque terminamos con un “papagayo vestido de oro” que repite sonidos y que ni sabe qué son las palabras. Un ejemplo fehaciente de ello son las Constituciones Políticas de 1991, de 1886 y de 1863 –sí, de 1863–: animales sagrados que requirieron de una guerra continua para cambiarlos por otros papagayos importados vestidos de oro que repiten sonidos que no son palabras.
El fraude continuado de los “entes de autoridad” y creer en la mentira de la delegación de autoridad, que son impracticables, son las causas principales de que Colombia sea un país atrasado económicamente y bastante violento. Si no se puede hablar y si no se puede resolver la infinita complejidad de los problemas a nivel del individuo, no es posible darle solidez a la estructura ni corregirla cuando presente fallas.
En nuestra actual situación, el “ente de autoridad” se va a defender de todo aquello que intente desplazarlo o intente destapar su engaño, puesto que vive de ello; pero si no nos hacemos responsable de decir la verdad –cada uno por decisión propia–, la falla se propaga hasta los niveles superiores y, en su desplome, la estructura nos aplasta a todos.
En la siguiente entrega de este artículo hablaremos sobre ley, Gobierno, economía y moral.
Notas:
- SOBRE LA OBRA EN LA IMAGEN DESTACADA DE ESTA ENTREGA: Leutze, E. (1851). Washington cruzando el río Delaware [Óleo sobre lienzo]. Nueva York: Museo Metropolitano de Arte. https://www.metmuseum.org/art/collection/search/11417.
- Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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